El narrador y poeta Félix Luis Viera, de 74 años, autor de seis poemarios, cinco novelas y tres libros de cuentos, recibió el Premio Nacional de Literatura Independiente ‘Gastón Baquero’ en el XI Festival Vista, que se desarrolló los días 14 y 15 de diciembre pasado en el Museo de la Diáspora Cubana, en Miami. Con motivo de ese premio, envié este cuestionario que Viera amablemente accedió a responder:
Luis Cino: ¿Cómo te sientes luego de ganar este Premio?
Félix Luis Viera: Estimulado. Es un reconocimiento a más de 50 años de trabajo. Pero resulta lamentable que el Premio Nacional de Literatura esté dividido; uno allá en Cuba, otro “afuera”. Claro, no fuimos nosotros quienes creamos esa división, sino Ellos. De cualquier manera, yo posiblemente no lo veré, pero habrá de llegar ese día en que el Premio Nacional de Literatura se otorgue a un escritor cubano, allá, en su tierra; a un solo escritor cubano, quiero decir. De eso, nadie que esté en su sano juicio debe tener dudas.
LC: ¿Dónde te sientes más cómodo, en la narrativa o en la poesía?
FLV: Hace poco publiqué Sin ton ni son, una antología personal, y definitiva, a partir de los seis poemarios que había dado a conocer antes de La patria es una naranja. En el pórtico de Sin ton ni son dejoclaro que este, más La patria es una naranja, serán los únicos libros de poesía que tomaré como míos. Reniego de los poemas que no estén en este par, que, calculo (los que no están) serían más de las dos terceras partes de lo publicado en el género. Siempre la poesía me resultó menos cómoda. Si bien la novela requiere un esfuerzo constante, intenso, resulta un género más agradecido porque, entre otras razones, le puedes dar y dar y vas viendo el diamante (o lo que uno cree que es el diamante) con más seguridad. Sabemos que la poesía no puede esperar, atenaza de una forma impiadosa en ocasiones.
El último —sí, el último— libro de cuentos, Precio del amor, lo di a conocer en 1990 —luego ha sido objeto de una reedición. Con este género, y con la poesía después de La patria es una naranja, me ocurrió algo semejante: estuve seguro de que podría pasarme el resto de la vida escribiéndolos… patinando en el mismo sitio; o sea, no conseguiría crear algo realmente interesante, o más interesante —me refiero principalmente a las formas— que lo anterior…
LC: ¿Cómo te iniciaste en la literatura? ¿Cuáles fueron tus principales influencias?
FLV: Sería muy largo, y tedioso entrar en detalles. Fueron los inicios, y no poco más allá de lo inicios, etapas duras, muy duras, en medios muy adversos. Y en cuanto a influencias, no podría señalar un autor, un grupo de autores, un ismo, que incidiera en mí más que otros.
LC: Tu novela Un ciervo herido, ¿tiene algo de autobiográfica? ¿Estuviste en las UMAP?
FLV: Estuve allí casi seis meses, en 1966. Aunque Un ciervo herido no trata solo de mis experiencias, se apoya principalmente en quienes fueron llamados a las UMAP en octubre de 1965, con quienes tuve muchos contactos. Los que formaron parte del Primer Llamado se las vieron negras, sufrieron mucho, todo lo que se pueda imaginar.
Quienes fuimos en el Segundo Llamado, en junio de 1966, gozamos de muchas “ventajas” en relación con los primeros. Fueron reducidas las alturas de las cercas, la comida en agosto fue mejorando y el trato de los oficiales se humanizó considerablemente. Aunque el trabajo en el campo estaba cabrón, sobre todo para quienes eran citadinos. En agosto y septiembre permitieron las visitas —colectivas— de familiares, un día domingo señalado. Y en octubre concedieron 10 días de pase para ir a la casa.
Las UMAP fueron un hecho vergonzoso, una ofensa a la dignidad humana. Pero compararlas con los Gulags y el Holocausto es ridículo, una exageración. Duras, duras de verdad resultaron de octubre de 1965 a mediados de mayo del 1966. Hoy se aparecen por aquí y por allá “eléctricos” publicando textos sobre unas UMAP que no existieron. Se habla y escribe mucha mierda sobre aquello, personas que no tienen ni la más puta idea de lo realmente ocurrido. Ya deberían de dejar este tema tranquilo; o entrarle solo si en realidad van a aportar algo nuevo.
Tal vez lo que más ha perjudicado a quienes estuvimos allí es el hecho de que el expediente siguió vivo. O sea, se era Umap para toda la vida. Con este estigma había que cargar para siempre, a la hora de un ascenso en el trabajo, un viaje al extranjero, un reconocimiento de cualquier tipo. Lo trataban a uno como si fuera el victimario, no la víctima…
Fragmento de la entrevista que aparecerá completa en el número 14 de la revista Puente de Letras. Cortesía de Cubanet.