Veintiún correos electrónicos

Veintiún correos electrónicos para definir el destino presidencial en Cuba.

Nunca había escuchado de un peor simulacro de democracia que este, esgrimido desde el unicameral parlamento cubano, que intenta hacernos pasar por tontos: que veintiún correos electrónicos proponen la investidura de la presidencia cubana ad infinitum.

Una falta de respeto, no solo a poco más de once millones de personas [la población total de habitantes en la isla], sino al propio ejercicio democrático del que tanto gusta presumir el #PartidoComunista pero que jamás aplica o ejerce.

Una inmoralidad que se burla, por citar un solo ejemplo, de aquella acción cívica que le costó la vida a Oswaldo Payá, y que todos conocemos como Proyecto Varela.

Toda dictadura es nociva en cualquier contexto, circunstancia o espacio cardinal. Pero la cubana es una dictadura que hace del descaro [sí familia, del descaro] su lógica de existencia.

El simple hecho de anunciar que veintiún correos electrónicos [no importa quiénes lo enviaron] forzaron la discusión de una ley parlamentaria o presidencial es, en sí misma, una actitud vil. Una actitud burlesca hasta la mezquindad.

Veintiún correos, señoras y señores. Ni siquiera puedo sacar la cuenta del porciento que representan veinte ciudadanos en una población de, se dijo antes, poco más de once millones de habitantes.

Estamos hablando que semejante atropello a la democracia la comete un régimen que, por sexta vez, ocupa un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas [ONU].

A este propio Consejo le dejo de tarea reflexionar a quiénes han dejado sentar en una mesa que siempre ha cojeado.