En días en que los premios literarios están perdiendo a zancadas el relativo prestigio que alguna vez tuvieron como guía de acceso al buen libro o al descubrimiento de nuevos talentos, resulta edificante observar los quehaceres de Puente a la Vista, perteneciente a la Fundación Vista Larga, un proyecto miamense con limitados recursos materiales, pero con sobrados ánimos y amor a la literatura cubana, muy en especial a la que se concibe libremente, sin pies forzados de carácter ideológico o de cualquier otra naturaleza.
Ahora acaban de ser homenajeados en Miami los dos últimos ganadores del Premio Nacional de Literatura Independiente de Cuba Gastón Baquero –Ángel Cuadra y Rafael Almanza–, organizado por esta institución, el Instituto la Rosa Blanca y el Club de Escritores Independientes de Cuba, y patrocinado esta vez por Rafael Marrero & Company y Miguel López Jr. Es sólo uno de los afortunados eventos literarios y culturales que prepara cada año Puente a la Vista, pero obviamente no se trata de uno más.
Ante todo, este premio constituye una noble alternativa frente al Premio Nacional de Literatura de Cuba, que anualmente otorga el Ministerio de Cultura en la Isla y que tanto nos ha hecho reír (por no llorar), pues empezó por repartir los galardones entre sus más fieles escritores-funcionarios-comisarios, la mayoría de los cuales no es leído ni en su propia casa -sin contar que no han escrito nada nuevo en decenios-; y después, ante el peligro de extinción que se cierne sobre esta inane fauna, le han estado echando garra al primero que aparezca, siempre que la sumisión al régimen sobrepase los méritos literarios.
No es que la mejor literatura cubana haya tenido mucho que ver con la historia de los premios nacionales u otros premios, lo mismo antes que hoy, pero justo esa realidad representa uno de los aspectos por los que se hace notar el Gastón Baquero. Pues el hecho de que su otorgamiento no esté sujeto a coyundas políticas, réditos editoriales u otros compromisos comerciales, sino nada más que a la decisión de un jurado cuyo único deber es distinguir el valor literario, garantiza resultados verosímiles, que podrían no ser infalibles pero siempre obrarán mucho más atenidos a lo que debe ser. Eso sin contar la generosa labor cultural y altruista que realizan sus organizadores al procurar visibilidad para figuras de la literatura nacional que viven desperdigadas por diferentes partes del mundo, o superviven en Cuba, condenadas al ostracismo y a la falta de reconocimiento.
“La más admirable lección que las culturas nos imparten es hacernos saber que ellas no necesitan ser protegidas por burócratas, ni comisarios, ni confinadas dentro de barrotes, ni aisladas por aduanas, para mantenerse vivas y lozanas”. Es algo que nos advierte con razón Vargas Llosa. Y en ello parece radicar también uno de los presupuestos de Puente a la Vista, cuyos representantes son artistas que se muestran ajenos a la burocracia, el proteccionismo barato o la piñita sectorial, y que no pierden oportunidades para airear su renuencia ante los compromisos, componendas y complicidades que tanto abundan en el mundillo literario y artístico, igual que en todos los demás.
¿Es el Gastón Baquero un premio perfecto o idóneo? No. Es honrado, lo que resulta mucho más humano que la perfección. Además, es de reciente creación y, como tal, se encuentra sujeto y abierto a mejoras, algunas de las cuales me temo que dependan más de las circunstancias que de la propia iniciativa o el deseo o la voluntad de sus organizadores.
Por ejemplo, según mi criterio personal, no es beneficioso para los objetivos de este premio que deba ser entregado invariablemente a dos escritores en cada ocasión, uno que resida en la Isla y otro en el exterior. No necesitaría ni deseo llover sobre mojado con la retórica de siempre, aquello de que la literatura cubana es una sola donde quiera que se escriba, etc… Estoy seguro de que los organizadores del Gastón Baquero lo saben muy bien. Y creo entender el motivo que les impele a compartir el premio. Como no podría ser menos, resulta también obvio que este motivo se localiza en la devastación que la tiranía castrista ha ocasionado a la literatura y en general a la nacionalidad cubana.
Hoy parece ser francamente superior el número de buenos escritores cubanos que residen en el extranjero, respecto a los de la Isla. Hablo de escritores con obras más o menos extensas, publicadas y reconocidas. Ya que no hay manera de conocer con exactitud cuánto talento literario yace oculto en Cuba, marginado, reprimido, sepultado en el anonimato, con peligro quizá en muchos casos de que no lleguemos a conocerlos nunca.
Es de temer que si el Gastón Baquero resolviera entregar estrictamente un premio cada vez, la balanza se inclinaría con demasiada frecuencia hacia los escritores residentes en el exterior. Ello no solamente puede resultar sensible a las malas interpretaciones, sino que igual estaría agudizando la desventajosa situación de los escritores residentes en la Isla.
¿Qué hacer entonces? De momento al menos, no se me ocurre una respuesta que me satisfaga. No queda sino confiar que en caso de que exista la solución justa y lúcida, será hallada por los organizadores del Premio Nacional de Literatura Independiente de Cuba.