Un mariachi viejo (fragmento)

Los escritores Jorge Olivera y Félix Luis Viera en el Festival Vista

De la novela homónima en proceso de edición


Fue dura mi batalla para conseguir que se sintiera completamente tomada por las masturbaciones que le destinara. Sería en la sexta o séptima jornada cuando comenzó a asimilarlas en realidad, me anunció. Había insistido en que no llegaba siquiera al umbral del placer. Las causas: se había dado cuenta de que no resultaban iguales la mano del hombre —la mía— y de la mujer. Se desplazaban, palmeaban, sobaban de distinto modo; los dedos hurgaban de manera diferente; las yemas frotaban como con intensidades diversas. “Ni siquiera, novio, te lo puedo asegurar, la mano más ruda, machuna, hombruna de una mujer, trabaja como la tuya, ni siquiera…”. Yo andaba ya bastante avinagrado: “Se trata de tu subjetivo, Érika, la diferencia se halla en tu mente, no en las manos de hombres y mujeres, la diferencia está en tu mente, Érika, en tu mente…”. Levantó la voz: “¡Ah, chingaos, te digo lo que siento! ¡Te digo lo que exactamente siento, chingaos!”, rabiosa; las descargas azules de sus ojos iluminaron en alguna medida el atardecer. Tres o cuatro minutos de silencio de ambas partes y ya en calma agregó, con un dejo de ternura, de susurro: “Dame fuerzas, dame fuerzas, por favor”.

Ya la noche cerraba casi por completo y por la callejuela hacia la Casa del Lago un grupo de escritores sonaba una conversación cruzada de todos para todos. A cuarenta metros se podría detectar que eran escritores: amén del léxico, las referencias que lo indicaban: en alta voz deslustraban a sus víctimas ausentes. “El poeta…, es un tarado”. “El novelista…, viene a ser una vergüenza nacional”. “El ensayista…, no es más que un baboso que piensa y escribe horrible”. Nos agarramos las manos. Puse las ventanas de mi nariz en su boca semiabierta; así, recorrí su anchura, despacio, repasando sobre todo el labio inferior. Ella abrió más la boca. Y emitió su aliento repetidamente, centrando mi nariz. Inhalé lo que me llegaba desde su boca, y aun desde su esófago.


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Félix Luis Viera
(El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros. En su país natal recibió el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Nacional de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que ya había recibido, en 1983, por su libro de cuentos En el nombre del hijo. En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio y el premio Pluma de Oro de Publicaciones Entre Líneas. Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba. Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros. En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable. Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son. Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.