El 11 de julio de 2021 yo estaba en la costa bañándome. Algo que hago desde hace un tiempo para palear el estrés que implica ser artista y opositor político que lucha contra una dictadura sangrienta que lleva más de 60 años en el poder. Así que alguna que otra mañana me voy a la costa a bañarme. Pero esa mañana no fue como las demás, lo supe desde el momento en que mi novia me envió la directa de lo que estaba sucediendo en San Antonio de los Baños.
Cuba había despertado.
Cuando entré a la directa, y vi a medio pueblo manifestándose en la calle, ya sabía que había llegado el estallido social que tanto anhelamos. La verdad es que era imposible que no sucediera. Las señales estaban ahí, en nuestras narices.
Enseguida le escribí a mi novia que se preparara para el apagón, porque esa manifestación que se estaba dando en San Antonio de los Baños, se iba a esparcir muy rápido por toda la isla. Y así fue como sucedió. Dos horas después, media Cuba estaba en las calles pidiendo libertad, a gritos de “Abajo la dictadura”, “Díaz Canel, singao” y “Patria y Vida”.
La realidad es que el estallido social del 11 de julio del 2021, lo vengo pronosticando desde hace un tiempo ya. Sabía que iba a suceder, ya explicarlo no sé cómo hacerlo. Pero sabía que Cuba iba a explotar porque sentía la misma sensación que me entra cuando hago apuestas.
Es una sensación de seguridad que no puedo explicar, pero que mis amistades cercanas saben que es real, y por eso nunca apuestan contra mí. Bajo esa premisa, estando en un almuerzo en marzo del 2020, con varios intelectuales y opositores cubanos, les dije que Cuba estaba a punto de manifestarse y que esto no llegaba a diciembre. Todos se rieron de mí.
Me dieron por loco.
Pero yo no estoy loco, por eso apenas terminé de hablar con mi novia, recogí todo y me fui para la casa. Cuba era un hervidero y poco a poco iban llegando las imágenes de las manifestaciones que iban despertando. Hasta que tumbaron el internet y llegó la incertidumbre. Y no solo cortaron el internet, también cortaron el servicio de llamadas, de mensajería. El régimen quería a Cuba silenciada.
Mientras sucedía eso, yo sabía que a esa hora de la tarde Cuba, prácticamente completa, estaba en la calle pidiendo libertad. Exigiendo los derechos que alguna vez tuvimos y que el castrismo en su afán idealista nos arrebató.
Cuba nunca fue una nación cobarde. Siempre fuimos un país que generación tras generación salió a pelear por sus derechos.
Incluso después de que se instaurara el terror comunista en el 59, y se fusilaran miles de personas. Los cubanos y las cubanas nos las arreglamos para pelear, para hacerle frente a un régimen que le robó todos los sueños a este pueblo y lo sumió en la miseria y el horror.
A pesar de todo eso, yo seguí con la idea de que el pueblo cubano estaba por estallar. Por eso en un forum en el que participé en las vacaciones del 2020, también lo dejé claro. Que los cubanos y las cubanas estaban listos para tomar las calles.
La parte triste de esta historia sucedió ese mismo día 11 a las cuatro de la tarde, cuando el presidente (elegido con un dedo) Miguel Díaz Canel Bermúdez dijo en plena televisión: “La orden de combate está dada, la calle es de los revolucionarios”.
Escuchar eso fue directamente proporcional a llenarme de odio. Que si bien el odio es un sentimiento maligno, en mi caso es como un puente en el que yo me balanceo para sopesar cada una de las atrocidades que ha hecho el régimen contra mi persona.
Atrocidades que enumero para no olvidarlas, para no caer en la misericordia. Atrocidades que ha cometido el régimen cubano contra mí solo por pensar diferente, por defender la patria, por querer un país plural y democrático, por escribir poesía.
Atrocidades que el régimen cubano sigue cometiendo contra mi persona, porque me tienen regulado y no me dejan salir de país, violando todos los días mis derechos humanos.
Por eso mi odio es real y lo volqué ese día hacia Díaz Canel luego de llamar al país a una guerra civil.
Supe que venía lo peor.
Y es que no se podía esperar menos de un régimen totalitario que abarca cada aspecto del diario cubano. Un régimen que actúa como una máquina de guerra y devora a todo aquel que se le enfrente. Por suerte, como escribí antes, los cubanos y las cubanas siempre nos las hemos arreglado para hacerle frente a la dictadura.
Y no desde hace unos meses, sino desde hace unos cuatro años, cuando un grupo de artistas se unió en la campaña contra el Decreto 349. Me atrevo a asegurar que el 11J no tuvo su comienzo con el hashtag #SOSCuba, sino que empezó a gestarse cuando un grupo de artistas decidimos pelear contra un decreto ley abominable que cercenaba nuestra libertad creativa y la libertad de expresión en general.
Cada una de las acciones que hicimos, durante estos últimos años, cada golpe de creatividad, de irreverencia, de encarcelamientos, de arrestos, de interrogatorios, fue lo que nos trajo hasta aquí. Los hechos hablan por sí solos.
Por eso sabía que Cuba estaba a punto de estallar y en un interrogatorio que me hicieron en noviembre del 2020, durante el acuartelamiento del Movimiento San Isidro, se lo dejé claro “al compañero que me atiende”: “Cuba va a estallar. Cuba va a implosionar y va a ser muy feo. Van a morir personas y la culpa será de ustedes”.
Así se lo dije y una semana después estaba yo manifestándome frente a un cordón con más de 50 policías, gritándoles “Abajo la dictadura” en la calle 11 y 2, a una cuadra del Ministerio de Cultura.
Y eso solo fue el tráiler. Esas 500 personas el 27 de noviembre, manifestándose en el Vedado, fueron el preludio de las miles de personas que salieron a protestar el 11 de julio del 2021 por todo el país.
Manifestaciones que hubieran seguido su carácter pacífico de no ser por la orden criminal que dio Miguel Díaz Canel Bermúdez. Una orden que luego se convirtió en un baño de violencia y sangre dejando al menos un muerto y miles de detenidos, niños y niñas entre ellos.
Duele mucho ver las fotos y los vídeos de la represión ejercida por las fuerzas antimotines. Duele ver como atacaron sin piedad a una población indefensa, que lo único que hacía era pedir la libertad de un pueblo que ya se cansó. Un pueblo que ya no quiere más comunismo.
Un pueblo que está sufriendo el colapso sanitario y ve como el gobierno se escuda en justificaciones banales, y en reafirmaciones revolucionarias que no llevan a niguna parte, y que mucho menos van a rescatar a este país del fango. Porque este país es un estado fallido.
Quizás por cada una de esas cuestiones, yo estaba tan alterado los días previos del 11J. Quizás mi cuerpo estaba presintiendo que algo grande estaba por pasar.
Tanto fue así que mi madre me llegó a decir que yo estaba alterado porque sabía que las manifestaciones iban a ocurrir. Me hubiera gustado que tuviera razón, la verdad.
Porque si bien ya yo presentía que Cuba iba a tomar las calles, no sabía cuándo, ni qué día, ni bajo qué justificación. Eso sí, el día 29 de junio escribí esto en mi muro de Facebook:
¿Hasta cuándo es esto? ¿Hasta cuándo el régimen va a seguir con el alto índice de represión? Aunque nos metan presos a todos y todas, no van a poder sostener a esta Isla.
Porque el país no da más.
Le digo al régimen que no espere por los EEUU, que ellos no van a mover un dedo, y el Parlamento Europeo pronto va a poner fecha límite para hacer cumplir su resolución.
¿Y luego qué?
Régimen, entiendan que nadie nos va a salvar. Este es el momento que tienen para recapacitar. Cuba explota y será un gran baño de sangre, y la culpa será de ustedes.
Este es el momento para que cesen con la locura.
Ya tienen a todo el país exigiéndoles que liberen a los presos políticos, y luego les exigirán todo lo demás.
Régimen, paren la locura ya, la política no cabe en la azucarera, La Habana no cabe en Guanabacoa ni Cuba cabe en Villa Marista.
Reflexionen ahora, y dejen de empujar. Detengan el sinsentido este que tienen armado y preocúpense de verdad por los problemas urgentes.
Régimen, Cuba está muriendo, y es por culpa de ustedes.
La verdad siempre triunfa.
Bendiciones y buenos días.
Texto perteneciente al Dossier ‘El 11J en contexto’, del número 17 de Puente de Letras