La escritora Sussette Cordero, autora de Arar la sombra (Neo Club Ediciones), responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el creador, en su obra y sus experiencias:
Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué la impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?
Sussete Cordero (SC): Si soy sincera, no puedo marcar un tiempo de inicio en la literatura. Fue demasiado temprano. En la casa donde vivía con mis abuelos y mi madre, había un closet que nunca nadie abría. Un día descubrí que estaba lleno de libros. Y como todo lo que te dicen, eso no se toca, pues aquello se convirtió en uno de mis caprichos. Vigilaba a mi abuela para esconderme dentro del closet. El olor a humedad era funesto. Mi casa era muy pequeña, incluso tenía filtraciones en el techo, habían un montón de hojas sueltas, libros muy viejos, algunos estaban totalmente rotos (recuerdo ahora la portada de Lil de los ojos color del tiempo, mohosa), el hueco era un verdadero cementerio, pero yo buscaba las páginas humedecidas en aquel reguero y continuaba la lectura aunque no entendiera nada. Eran todos libros para adultos, estaba El padrino, ¡imagínate! Pronto se me acabó la fiesta, porque me descubrieron, pero entonces mi abuelo, que me recogía todos los días al salir de la escuela primaria, comenzó a consentirme en este asunto.
Me llevaba cada tarde a la librería del pueblo, y todos los días me compraba un libro de cuentos diferente. Casi todos libros de muñequitos rusos. Los músicos de Bremen, El riachuelo, La liebre fanfarrona y Salgari. Llegaba a casa y me lo leía antes de la tarea escolar. Un día entré a la librería y fui pasando la vista, este lo tengo, este lo tengo, este lo tengo, y me di cuenta que solo me faltaba un diccionario de gramática española, que en ese entonces costaba 25 pesos cubanos (años ochenta en Cuba). Di mi berrinche, porque una niña como yo necesitaba ese diccionario. Fue la última vez que mi abuelo fue a recogerme a la escuela.
Creo que esos fueron mis inicios. Años más tarde, en la Escuela de Arte, descubrí a Salinger y a Kerouac y a Allen Ginsberg y mi universo giró. Parece una historia trillada, lo sé, pero es la mía, será que algunos elegimos lo simple y frecuente, a algunos no nos molesta ser iguales y vivimos nuestras experiencias con el mayor placer. Puedo decir que he vivido en la parte simple de la vida, y ahí también hay emoción.
Sería además imperdonable dejar de mencionar aquí el nombre a Amir Valle, si hoy puedo escribir, si me atreví a hacerlo, fue gracias a su empuje, a su misiva de «Sí puedes, tienes que hacerlo».
PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.
SC: Creo que un autor como yo no puede dejar de decirle al mundo quién es, o lo que siente. Aprendí que darse es la mejor manera de estar o no de acuerdo con el momento, con tu tiempo. Siento que al escribir, me libero. La gente tiene muchas formas de liberarse, de encontrar su propia libertad… la mía es escribir. A veces hasta con miedo, lo hago con todo respeto, en ello también van mis mentiras, mis anhelos, lo que no me atrevo ni siquiera a decir y por eso lo escribo. Me lo tomo muy en serio. Eso es lo fundamental en mi obra, me doy y no temo usar mis emociones. Y mientras me acosan las miserias humanas, yo escribo, y les construyo, como el poeta, una ciudad de andrajos.
PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que la hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.
SC: Esa es la pregunta más terrible que alguien podría hacerme. Yo soy un ser de multitudes. Mis influencias vienen desde distintos puntos del arte, amo la literatura pero también la fotografía, las artes plásticas (no puedo imaginar la vida sin la quietud y la paz en la obra de Tomás Sánchez), el arte es mi pasión. Tengo muy pocos límites, me arriesgo bastante. Pero intentaré hacer lo mejor posible.
Yo soy de una generación que tuvo casi por obligación que atravesar el boom latinoamericano, Cortázar, Rulfo, Borges, Carlos Fuentes, Carpentier, García Márquez. Ese tránsito que por ende me vislumbró. A los 25 años había leído mucho, muchísimo, tanto que dejaba de atender a las materias escolares y me entregaba por entero a la lectura, y por eso recibí muchísimas críticas, cosa que muy poco me ha importado siempre. Pero sin embargo mis primeras influencias literarias, las que me llevaron en verdad a decir, yo quiero hacer eso, quiero contar, quiero emocionar, vinieron de otra dirección. Salinger, Lezama, Virgilio, Cootzee, Baudelaire, Rimbaud (¡ah!, esos poetas malditos), Dulce María Loynaz, Octavio Paz, Carver, Cormac McCarthy (¿cómo olvidar el escenario de La carretera?), Sergio Pitol, Henry Michaux. Ya dije que sería muy difícil responder esta pregunta. Pero si tuviera que decir solo un título, uno solito, escribiría incluso con mayúscula el nombre Paradiso. Creo que ese es el punto más alto de la literatura, ahí está lo insólito, lo que nunca podrá ser alcanzado, la mayor exaltación de lo escritural. “EI color crema del mantel, sobre el que desteIIaba la perfección del esmalte blanco de la vajilla, con sus contornos de un verde quemado, conseguía el efecto tonal de una hoja reposada en la mitad del cuerno menguante lunar”, página 62: lo sé de memoria, a eso me refiero, al momento en que lo simple, lo que resulta normal o trivial, se convierte en maravilloso.
PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?
SC: ¡Claro que es literatura! «¡Es eso lo que hace soñar! ¡Es eso lo que hace mear a los perros con expresión soñadora a los pies de los árboles!«. Lo siento, no he podido evitar a Michaux en ese tremendo texto que es Cuando las motos vuelven al horizonte, uno de mis favoritos. Memorizar es algo a lo que acostumbro. Vicio de la escuela primaria donde me ponían a recitar cuanta poesía se perdiera.
Con respecto a que la literatura es esencial tengo una teoría. Cada vez hay menos personas que leen. Leer es un lujo, y eso tiene que ver con la escasez de interés por la buena literatura. Todo lo que es escaso, se convierte en un lujo. La paz, incluso, lo es.
Así que de cierta manera sentir que la información está por todos lados y que la tienes ahí esperando, y no saber aprovecharla, es también un signo de pobreza.
Sussette Cordero Sotero nació en Guanajay, Cuba, en 1982. Bibliotecaria. Poeta y narradora. Egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, ha trabajado como editora en la revista cultural Esquife. Ganadora del concurso Internacional de Poesía Editorial Lamás Médula, Argentina. Ha publicado los poemarios ‘Yo maté a Marilyn Monroe’ y ‘Arar la sombra’.