El pasado abril se cumplieron 40 años del masivo éxodo de ciudadanos cubanos, huyendo literalmente por el puerto del Mariel hacia el “enemigo del norte”, que representó un gigantesco puente marítimo de un pueblo que escapaba del ya entonces fracasado modelo estalinista, copiado burdamente por el castrismo desde los años 60.
Los cubanos que entonces huyeron en ese post-revolucionario 1980 ya no eran batistianos, ni siquiera latifundistas o burgueses. Mucho menos, comerciantes o propietarios, pues ya todos habían sido eliminados… En realidad, por el Mariel salió el pueblo llano y pobre (trabajadores, funcionarios, estudiantes…), porque para esa fecha ya en Cuba no quedaba ningún vestigio del capitalismo prerrevolucionario (que fue erradicado entre 1960 y 1968). Tampoco había “cuentapropista” ni “emprendedores”, todo el pueblo cubano trabajaba para el Estado opresor y, sencillamente, esta descomunal huída a través del Estrecho de la Florida fue una gran espantada popular (unos 125.000 cubanos) que buscaban el camino de la libertad y el progreso que se les negaba en su patria.
En esa trayectoria de días (una verdadera odisea) salieron decenas de escritores, pintores y artistas cubanos. La lista de autores cubanos que salieron en esa inmensa huída ha crecido por su obra intelectual posterior y hoy son reconocidos en sus respectivos campos de creación, conformando orgullosamente la extraordinaria generación del Mariel.
No obstante, debemos recalcar, con cierta rotundidad, que estos compatriotas jamás fueron emigrantes, sino cientos de miles de nuevos exiliados políticos que se sumaron a un largo exilio histórico que ya contaba con varios millones… Vale recordar que las autoridades norteamericanas consideraron a esos ciudadanos cubanos como solicitantes de asilo y no los catalogaron como refugiados económicos.
Solo la lista de creadores e intelectuales cubanos que lograron escapar en esa travesía es una muestra más de la gran pérdida de apoyo popular que ya afrontaba el régimen del 59 tras los sucesos de la embajada del Perú y su consiguiente éxodo marítimo.
Reinaldo Arenas en Betania
Como nuestra casa editora se fundó siete años después de estos hechos históricos, en 1987, no fue hasta esos años finales de los 80 y principios de los 90 que publicamos a algunos autores de ese valorado grupo exiliado, como la poesía completa del icono de esa generación, el narrador y poeta cubano Reinaldo Arenas (Holguín, 1943 – Nueva York, 1990). Poemarios, como: Voluntad de vivir manifestándose (1989) y Leprosorio. Trilogía poética (1990). Y poemarios de Roberto Valero (1990) y Rafael Bordao (1988). Además, de Arenas publicamos otros dos libros: Conversación con Reinaldo Arenas (1990) del profesor cubano Francisco Soto y el libro de documentos Plebiscito a Fidel Castro (1990) con el reconocido pintor cubano Jorge Camacho como coautor. La edición de este libro fue un proyecto personal de Arenas, el cual desarrolló con sumo ahínco en sus últimos meses de vida.
Ejemplares impresos de estos cuatro libros mencionados los recibió su autor en su apartamento de Nueva York (antes de su suicidio) y me consta –como editor– que se involucró en su difusión y promoción dentro de las posibilidades de ese momento final de su vida, como su participación en la presentación del poemario Voluntad de vivir manifestándose en la famosa Tertulia Literaria Hispanoamericana que dirigía el ya fallecido poeta español Rafael Montesinos. Acto celebrado en noviembre de 1989 en el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid.
Como simpática anécdota de esa velada madrileña, donde asistió casi toda la nutrida colonia de intelectuales cubanos exiliados, encabezados por Gastón Baquero (sentado en primera línea), recordaré que en medio de la lectura se fue la luz y Reinaldo Arenas, que leía con su cadencia usual, soltó, como horrorizado: “¡Dios mío, por un momento pensé que todavía estaba en Cuba!”. Y siguió declamando sus poemas –de memoria, sin luz–, lo que motivó que tan pronto se acabó el apagón un sonoro aplauso del público le apremiara a que continuara leyendo a pesar de la adversidad de la oscuridad.
Además de estas obras de Reinaldo Arenas en Betania, hay que señalar la selección de su poesía para la antología Poetas cubanos en Nueva York (1988), con prólogo del profesor cubano José Olivio Jiménez (con los poemas “Aportes”, Sinfonía”, “Premio”, “Cuando le dijeron”, “Un cuento”, Esas espléndidas diosas” y “Voluntad de vivir manifestándose”), y también poemas suyos en Al pie de la memoria. Antología de poetas cubanos en el exilio, 1959-2002 (2003), con prólogo-poema del poeta cubano Manuel Díaz Martínez (con los poemas: “Aportes”, “Voluntas de vivir manifestándose”; “Cuando le dijeron”. “Mar”, “El otoño me regala una hoja” y “Autoepitafio”); ambos libros de Felipe Lázaro.
Referente al libro de poesía Voluntad de vivir manifestándose, este se divide en cuatro partes: Esa sinfonía que milagrosamente escuchas, Sonetos desde el infierno, Mi amante el mar y El otoño me regala una hoja. En cuanto a Leprosorio. Trilogía poética, tiene tres divisiones: El Central (Fundación), Morir en junio y con la boca afuera (Ciudad) y Leprosorio (Éxodo). Como se lee, Reinaldo Arenas sumó a esta segunda entrega betaniana su primer poemario publicado con anterioridad en España: El Central (Barcelona: Seix Barral, 1981). O sea, que estos dos poemarios citados reunían toda la producción poética de Arenas, hasta la edición de Inferno. Poesía completa (Barcelona: Lumen 2001) y su segunda edición (Argentina, 2018) con prólogo del escritor cubano Juan Abreu.
En este sentido, de Arenas se podría decir que es un poeta tardío, pues publicó su primer libro de poesía –el citado El Central (1981)– a sus 38 años, pero con toda certeza podemos afirmar que ya escribía poesía desde su llegada a La Habana a principios de los años 60, aunque no la publicase ni pudiese publicarla por la represión imperante. Como se sabe, él publica su primer libro con 24 años, su reconocida novela Celestino… en 1967 (único libro de Arenas publicado en la Cuba castrista), pues su segunda novela El mundo alucinante (1969) ya la tiene que publicar en el extranjero, y con su exilio de 1980 publica (en cascada) toda su magnífica obra: innumerables novelas y libros de cuentos, ensayos y teatro… que suman una extensa bibliografía y lo convierten en una de las voces literarias más representativas del siglo XX cubano. Sin embargo, como autor cubano (él siendo cubanísimo, guajiro confeso) tuvo que publicar la mayoría de su obra literaria en el destierro hasta su temprana muerte a los 47 años en el exilio neoyorkino (1990), cuando hizo pública su estremecedora carta de despedida, donde culpaba al dictador Fidel Castro de su tragedia personal y la de todo su pueblo…
30º Aniversario de su muerte en el exilio
Al cumplirse otro aniversario del fallecimiento de Reinaldo Arenas (un 7 de diciembre, como la muerte de Maceo) hay que destacar que su trayectoria literaria ya ha trascendido a su muerte con una obra espléndidamente lúcida y rebelde, atrevida y contestataria, profundamente cubana, de una constante oposición al régimen del 59. Su genuina literatura siempre ha sido disidente y su narrativa, poemas, ensayos y teatro han desafiado a todo poder represor. Pero, sobre todo, su vida y sus obras son irrefutables testigos y veraces testimonios que condenan al Estado totalitario castrista que lo machacó sin piedad y lo trituró en vida, tanto en la Isla como en el exilio.
Tres poemas de Reinaldo Arenas:
Aportes
Carlos Marx
no tuvo nunca sin saberlo una grabadora
estratégicamente colocada en su sitio más íntimo.
Nadie lo espió desde la acera de enfrente
mientras a sus anchas garrapateaba pliegos y más pliegos.
Pudo incluso darse el lujo de maquinar
pausadamente
contra el sistema imperante.
Carlos Marx
no conoció la retractación obligatoria,
no tuvo por qué sospechar que su mejor amigo
podría ser un policía,
ni, mucho menos, tuvo que convertirse en policía.
La precosa para la cola que nos da derecho a seguir en la cola
donde finalmente lo que había eran repuestos para presillas
(“¡Y ya se acabaron, compañero!”)
le fue también desconocida.
Que yo sepa
no sufrió un código que lo obligase a pelarse al rape
o a extirpar su antihigiénica barba.
Su época no lo conminó a esconder sus manuscritos
de la mirada de Engels.
(Por otra parte, la amistad de estos dos hombres
Nunca fue “preocupación moral” para el Estado).
Si alguna vez llevó una mujer a su habitación
no tuvo que guardar sus escritos bajo la colchoneta
y, por cautela política,
hacerle, mientras la acariciaba, la apología al Zar de Rusia
o al Imperio Austrohúngaro
Carlos Marx
escribió lo que pensó.
Pudo entrar y salir de su país,
Soñó, meditó, habló, tramó, trabajó y luchó
contra el partido o la fuerza oficial imperante en su época.
Todo eso que Carlos Marx pudo hacer pertenece ya a nuestra prehistoria.
Sus aportes a la época contemporánea han sido inmensos.
La Habana, junio de 1969.
Voluntad de vivir manifestándose
Ahora me comen.
Ahora siento cómo suben y me tiran de las uñas.
Oigo sus roer llegarme hasta los testículos.
Tierra, me echan tierra
Y piedra
Que me cubre.
Me aplastan y vituperan
Repitiendo no sé qué aberrante resolución que me atañe.
Me han sepultado.
Han danzado sobre mí.
Han apisonado bien el suelo.
Se han ido, se han ido dejándome bien muerto y enterrado.
Este es mi momento.
Prisión del Morro, La Habana, 1975.
Mar
Ya no tenemos el mar,
Pero tenemos voz para inventarlo.
No tenemos el mar,
Pero tenemos mares que no podremos olvidar:
El mar encrespado de la cólera,
el mar viscoso del destierro,
el fúlgido mar de la soledad,
el mar de la traición y el desamparo.
No tenemos el mar,
pero tenemos mares.
Mares repletos de excrementos,
mares de gomas de automóviles
donde empecinadamente deriva un esqueleto
(las falanges aún aferradas a la cámara
y el fragor de la metralla en el oleaje).
No tenemos mar,
pero tenemos mares.
Mares de inescrupulosos traficantes,
mares de esbirros disfrazados de bañistas
y profesores que comercian con el crimen,
mares de playas convertidas en trincheras,
mares de cuerpos baleados
que aún retumban en nuestra memoria salpicándola.
No tenemos mar,
pero tenemos náufragos,
tenemos uñas, tenemos dedos cercenados,
alguna oreja y un ojo que el ahíto tiburón no quiso aprovechar.
Tenemos uñas,
siempre tendremos uñas
y las aguas hirvientes de las furias,
y esas aguas, las pestilentes, la agresivas aguas,
se alzarán victoriosas con sus víctimas
hasta formar un solo mar de horror,
un mar unánime,
un mar sin tiempo y sin orillas sobre el abultado vientre del verdugo
Todos los poemas pertenecen al poemario Voluntad de vivir manifestándose (Betania, 1989).
Bibliografía de Reinaldo Arenas (actualizada, 2020):
Poesía: El Central (1981), Voluntad de vivir manifestándose (1989), Leprosorio. Trilogía poética (1990) e Inferno. Poesía completa (2001 y 2018).
Narrativa: Celestino antes del alba (1967), El mundo alucinante (1968 y 1969), Con los ojos cerrados (1972), El palacio de las blanquísimas mofetas (1980), La vieja Rosa (1980), Termina el desfile (1981), Cantando en el pozo (1982), es otra edición de Celestino antes del alba, Otra vez el mar (1982), Arturo, la estrella más brillante (1984), La loma del Ángel (1987), El portero (1989), Viaje a La Habana (1990), El color del verano y El asalto (1991), Antes que anochezca (1991), Adiós a mamá (1993), entre otras.
Ensayo: Necesidad de libertad (1986), Un plebiscito a Fidel Castro (1990) con Jorge Camacho como coautor, Conversación con Reinaldo Arenas (1990) de Francisco Soto.
Teatro: Persecución (1986).
Revista: Mariel (1983-1985).
Libros de Reinaldo Arenas en Betania (disponibles):
* Voluntad de vivir manifestándose (1989).
128 pp. Colección Betania de Poesía ISBN: 84-86662-09-5. PV: 15.00 euros.
* Leprosorio. Trilogía poética (1990).
144 pp. Colección Betania de Poesía. ISBN: 8486662-67-2. PV: 15.00 euros.
* Un plebiscito a Fidel Castro (1990) con Jorge Camacho (coautor).
152 pp. Colección Documentos. ISBN: 84-86662-68-0. PV: 15.00 euros.
* Conversación con Reinaldo Arenas (1990) de Francisco Soto
72 pp. Colección Palabra Viva. ISBN: 84-86662-57-5. PV: 10.00 euros.