Entristece, de veras, que una treintena de personas denigre y difame a una niña de 13 años de edad, quien fue víctima de una violación grupal en Cuba.
Si una turba de adultos [los familiares de los seis violadores] no aceptan la aberración que estos individuos cometieron a sabiendas, entonces habría que detenerse en varias interrogantes:
¿Qué sociedad es aquella donde una niña, que apenas una semana antes de ser agredida sexualmente había cumplido 13 años, es calificada con los peores epítetos como si fuese ella la responsable de semejante iniquidad?
¿Para cuál futuro los opositores, activistas pro Derechos Humanos, periodistas y artistas independientes, arriesgan diariamente la libertad y la vida?
¿Hasta cuáles desviaciones morales se ha llegado, donde una madre [Cleida García] y su hija son llamadas prostitutas por la simple razón de denunciar que también en Cuba están ocurriendo violaciones grupales contra menores de edad [en este caso]?
Llena de mucha rabia contemplar cómo las autoridades de justicia y policiales prefieren ocultar la ocurrencia de este tipo de hechos acallando, hostigando y reprimiendo las voces que denuncian la involuntad política contra la creciente ocurrencia de abusos sexuales a menores, feminicidios y actos de violencia de género.
Todo ser humano tiene el derecho de defender a sus familiares; pero existen delitos y actitudes que no pueden ser defendidas ni justificadas bajo ningún concepto.
La pedofilia y la pederastía difícilmente pueden ser aceptadas en comunión social. No tienen espacio en sociedad alguna.
Sin embargo, cuando fui interrogado por la policía política [por asumir la cobertura del juicio contra los seis violadores], me cuestionaron el hecho de defender los derechos de una niña [a ser niña] y los derechos de una madre [a ser madre].
Ese interrogatorio me recordó al policía de Santiago de Cuba cuando le preguntó al violador de una niña «por qué elegiste a la más chiquita de las hermanas y no a la más grandecita».
Tanto los familiares difamadores y calumniadores, como la policía política, están más dispuestos a la tolerancia de los abusos sexuales a menores, y a la represión contra quienes nos oponemos y denunciamos.
Es el legado de la continuidad de esta exRevolución.