Realismo socialista y muñequitos rusos

Fragmento del libro 1959: Cuba, el ser diverso y la isla imaginada, disponible en Amazon


 

Ningún pueblo se adapta nunca a lo que le prohíben, y el humor y la creación imaginativa, en todos sus sentidos, han sido (y aspiro a que aún lo sean) dos de los rasgos psico-sociológicos del cubano. Por ello, el isleñis cubichi nunca acopló con la rotunda y agresiva seriedad con que Fidel Castro y su régimen se tomaban la vida para crear una supuesta nueva sociedad.

De una manera asombrosa, a partir de los años sesenta se quiso imponer en Cuba buena parte de la cultura soviética, empezando por unas cintas y cartones, o «muñequitos» rusos, que resultaban netamente indigeribles, al menos para el temperamento de los cubanos, puesto que manejaban temas muy ajenos a nuestros gustos, de pacatas heroicidades, de planas interpretaciones y de insoportable realismo guerrerista.

El realismo socialista que se intentó implantar nunca llegó a cuajar en el ánimo de los cubanos. Los rusos en la Isla solo sirvieron como material para bromas y chanzas. De hecho, se les puso el sobrenombre de “bolos”, una manera de identificarlos como personas toscas y sin gracia; pienso que, hasta cierto punto, como gente sin mucha chispa, es decir, sin mucha agilidad mental. Claro que se trataba de una apreciación estereotipada, no vamos a creer que fuera así literalmente.

Lo que en realidad ocurría venía a ser una manera de reacción social en contra de unos extranjeros que habían introducido en el país una cultura extraña, totalmente diferente, con los que no nos podíamos compenetrar y que no solo veíamos como bárbaros invasores, sino que en verdad lo eran.


 

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Manuel Gayol Mecías
Escritor, investigador literario y periodista cubano, ganó el Premio Nacional de Cuento del Concurso Luis Felipe Rodríguez de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en 1992, y en el año 2004 el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano de Nueva York. Ha publicado, entre otros libros, “Retablo de la fábula” (poesía), “Valoración múltiple sobre Andrés Bello” (investigación), “El jaguar es un sueño de ámbar” (cuentos), “Marja y el ojo del Hacedor” (novela) y “La noche del Gran Godo” (cuentos). Reside en California.