El escritor Rafael Vilches, autor de Ángeles desamparados, responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el autor, en su obra y sus experiencias:
Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?
Rafael Vilches (RV): Mi primer texto lo escribí en la primaria, un cuento, para una tarea que nos dejó el maestro, se la dicté a Dimitri López Téllez, mi compañero de mesa y mi mejor amigo entonces. Estábamos en 5to grado.
Dimitri era el mejor alumno de la escuela, excelente en las ciencias exactas, pero yo quizás le ganaba con la magia de engarzar las palabras. Él no había hecho la tarea, y al dictársela mejoré la narración. Al final la mía resultó ser una copia de la suya-mía, por lo que me llevé unos fuetazos, el maestro me acusó de haber cometido fraude, y me zurró con un gajo que le había pedido a Oscarito Ortiz que arrancara de uno de los árboles que crecían frente al aula, y mi amigo se quedó en silencio. Ahí supe con sangre en las canillas, que la escritura era una cuestión dolorosa.
Comencé a escribir poemas como un poseso cuando estudiaba décimo grado para convertirme en técnico medio en Riego y Drenaje; la escuela quedaba a unos metros de mi casa, pero entonces no sabía que existía eso que se llama poesía y mucho menos que quienes la escribían eran poetas. Tendría 15 años y no sabía cómo decirles a las chicas que me gustaban, que me moría por ellas.
Luego comencé a noviar con la maestra Marquiza Lago Pompa, quien comenzó a pasarme novelas francesas, rusas, norteamericanas e inglesas. Por ese tiempo leía mucho y escribía más de 10 poemas diarios, llenaba libretas escolares con mis inquietudes, mensajes de amor, con las heridas que me iban dejando las otras chicas, las de mi edad, de las que me enamoraba y no sabía cómo decirles mis sentimientos, mucho menos cómo detener la sangre que me causaban sus dolores, ni con las palabras se detenía aquella hemorragia. Aquellas ingenuas escrituras pasado los años comencé a romperlas, creo que ya en casa de mis padres no queda ninguno de aquellos cuadernos, en los que hacia ejercicios el escritor que luego iba a nacer en mí.
Le debo mucho a mi tía Hermila que, siendo aún niño, me leía los cuentos de la recopilación que hizo Hermino Almendros sobre los cuentos del también escritor español Alejandro Casonas, Flor de leyendas, y a las historias que me contaba mi madre y a los cuentos que me hacía mi padre, a las décimas que les oí cantar a mi abuelo Erade Proenza Almaguer y a mi tío Ismael Proenza Socarrás, en el Cero de Las 1009.
Hay tres escritores que no puedo dejar de mencionar porque me ayudaron cuando a partir de 1990 comencé a buscar mentores literarios. Son ellos el ya fallecido Carlos Galindo Lena, en Santa Clara; Antonio Borrego, en Las Tunas, y a la bayamesa Zoelia Frómeta, ahora por tierras aztecas.
PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.
RV: En mi libro de poesía Café amargo me descubrirán a mí, mi entorno, las cosas que me lastimaron mientras me hería la distancia de un ser amado, un libro escrito en las noches cuando mis hijos más pequeños dormían y yo les velaba el sueño.
También descubrirán las penurias y miserias humanas de la Cuba de estos tiempos.
En mi novela Ángeles desamparados, hay una denuncia a lo que ha sucedido en mi país después de 1959, en ella podrán descubrir lo que fue y sigue siendo, los campos de concentración donde internan a los niños y adolescentes de mi país, Las Becas, donde lejos de sus tutores, descubren el dolor, la violencia, el sexo, la mentira de un sistema socialista-comunista. Ambos libros publicados por Neo Club Ediciones en Miami.
PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que lo hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.
RV: Aparte de los autores ya mencionados, fue muy importante conocer a Guillermo Vidal, ser su amigo, autor de esa novela memorable: Matarile. Una vez le leí un cuento de una cuartilla y algo, y descubrió que allí, en esas líneas escritas deprisa, tenía el argumento para una novela. Hizo que le hablara del cuento mientras almorzábamos en Bayamo, luego sentados en un parque de aquella ciudad me leyó un fragmento de No se lo digas a nadie, novela del escritor peruano Jaime Bayly, libro que el Guille leía en ese momento; con ese incentivo y mi cuento, tiempo después escribí Ángeles desamparados. En ese momento me hubiese gustado dar con Lo peor, libro del escritor español Ray Loriga, pero llegó más tarde.
Fue importante leerme El vino del estío de Ray Bradbury.
Encontrarme con El Guardián en el trigal, de Salinger, fue una fiesta, en la que sufrí más que su personaje y salí dispuesto a seguir hundiéndome en la literatura.
Descubrir una mañana en la Biblioteca 1868 de Bayamo, junto al periodista, crítico, y poeta Carlos Manuel Pérez, en la oficina de la entonces directora de ese recinto, Rebeca Brull, La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, fue la condena a permanecer en este mundo de pobreza económica, donde la magia está en abrir cualquier libro para encontrar en él la libertad.
Tres autores que me estremecieron: Jorge Luis Borges al caer en mis manos el libro que preparó el intelectual cubano Roberto Fernández Retamar; dar con los poemas de Rafael Alcides fue un hallazgo, cambié una antología de la poesía de Roque Dalton, a Nerio Rodríguez, por el inquietante Agradecido como un perro, y Alcides me dio una patada de asombro en los sentidos. Leer los cuentos de Ángel Santiesteban, fue conocer al mejor narrador de los muchos que aún hoy viven en Cuba.
Pero por qué no mencionar a cuatro autores que son Best Seller en Cuba, sin que esto signifique que sus libros se vendan por miles, porque en verdad no se encuentran en las librerías; aun así, los lectores los buscan y son: Amir Valle, Leonardo Padura, Abilio Estévez y José Kozer.
Siempre hablamos de escritores, esto hace que dejemos siempre fuera de las cuerdas a las mujeres; pido que busquen los cuentos y novelas de Mariela Varona, Karla Suárez, Rebeca Murga y Ena Lucía Portela, para que constaten lo injusto que somos.
Y también somos injustos con los que escriben para niños y jóvenes. ¿Tres nombres?: Eduar Encina, Luis Carlos Suárez y Otilio Carbajal. Mildre Hernández, Mailén Domínguez y Mirna Figueredo; que suman seis.
Es muy difícil mencionar tres libros, y detenernos solo en tres autores.
Tres autores: Ayn Rand, Guillermo Cabrera Infante y Roberto Bolaño.
Tres libros: Celestino antes del alba, de Reinaldo Arenas; El tambor de hojalata, de Günter Grass; El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso.
PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?
RV: Sinceramente, no me importan para nada las nuevas teorías cuánticas, la esencia, la materia, la energía, no soy un científico, y todo está en la literatura, la información también.
La vida puede que sea más rica, triste, dolorosa, que la literatura, pero los libros nos dan otra dimensión de la vida, nos permiten un escape a lo irreal.
No escribo para escapar, lo hago para que los otros no olviden el oprobio del pasado y del presente. Lo hago porque los vencedores siempre son los que cuentan y rehacen la historia del país, a su antojo y conveniencia.
Si acaso les surge una mínima duda de que la vida no es literatura, entonces les sugiero que lean los libros de Elvira Lindo, Jenny Downham, Svenja Leiber, Marta Rivera de la Cruz, Sonia Díaz Corrales, Zoe Valdés y Joanne Kathleen Rowling, por solo citar a siete mujeres que escriben como quieren.
No me juzguen, pero cúlpenme.
Sí, yo soy feminista, ¿y qué?
Rafael Vilches Proenza (Vado del Yeso, Granma, 1965), es poeta, narrador, editor, periodista independiente. Licenciado en Artes Plásticas. Ha publicado, entre otros libros, los poemarios ‘Dura silueta, la luna’; ‘El único hombre’; ‘País de fondo’; ‘Trazado en el polvo’; ‘Tiro de gracia’ y ‘Café amargo’. Su obra ha sido editada en varios países y obtenido numerosos premios nacionales e internacionales. Es miembro del Club de Escritores Independientes de Cuba.