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Quebrar el Estado, una propuesta para liberar a Cuba

¿Es posible liberar Cuba sin un alzamiento masivo? Probablemente sí. Los influencers, las redes sociales, el activismo cultural, etc., han detonado un cambio de opinión, tienen preocupada a la familia “real” y han puesto a correr a un bando de guayaberas. Pero, aunque la denuncia es masiva, no desborda. Hay temor, hay apatía y es entendible.

Por otra parte, si bien el apoyo internacional resulta clave, un plebiscito es difícil de materializar. Un estado autoritario no regala terreno. Allí el mando es escalonado, no fraccionado; no hay partes, no hay opuestos autorizados a diferencia de Chile o cuando surgió el parlamento en Inglaterra.

La mayoría en Cuba no tiene claro que el gobierno es el obstáculo, una autocracia extractiva por excelencia. Muchos, crecidos en una misma biblioteca y con Marx de economista, probablemente no marquen “Republica Liberal” en ninguna boleta. No es que no vean la realidad, es que esta ha sido distorsionada.

Se necesita un plan concreto, algo que el gobierno sepa pero que no pueda evitar. Veamos esta sugerencia: Hay que tender un puente entre la banca exterior y el cubano de a pie. Hay que dejar fuera al Estado. Si el dólar queda en la calle podría desatarse una ruptura entre la primera y la segunda línea del régimen.

Unos breves detalles antes de exponer la idea:

No olvidar que ninguna sociedad ha tenido progreso sostenido bajo instituciones extractivas, esto es: donde una “elite” colecta, filtra todo y luego distribuye según rango a cambio de permanencia. Ver el imperio romano, el imperio español, el colapso soviético. Ver Cuba, la misma receta desde 1959. Siempre se arruinan.

Por otro lado, ya no tienen padrinos; el club de Paris les pide la cabeza y quedan pocos empresarios por engañar. La cúpula, la primera línea, sigue acaparando en cuentas privadas por si hay que correr, dejando a “Los Caneles” con muy poco para sostener la demanda (apenas tienen para la Libreta). Ahora, con el turismo de vacaciones y las remesas disminuidas, no encuentran otra que abrir tiendas carnadas, digitalizar el dólar para manipularlo y dedicarse al parasitismo a tiempo completo. Que el exilio trabaje.

No olvidar que llevan tiempo haciendo bicicleta con el ciclo de pago. Ejemplo: importan a 8, venden al pueblo a 20, luego, desvían 15. (Cangrejos, yates, meriendas para la represión, etc.) Resultado: solo quedan 5 para volver a comprar. En unos pocos ciclos se sobregiran. Entonces no hay liquidez, no hay crédito, la renta de capital humano decrece, pero no sueltan; el sector privado sique en jaque. El poder no se negocia.

Quieren los dólares del exilio, se quitaron el disfraz, pero los quieren en tarjeta, o sea, en el banco de ellos. El agente secreto CUC está en las gavetas del pueblo, ese papel de tablero de monopolio ya no les sirve. Para recogerlo tendrían que invertir los dólares que hoy no tienen. Además, el funcionario tiene que procurar que ninguna idea roce la estructura de poder. Nada de mercado libre, que después quiere ser libre todo el mundo. 

Bueno, vamos directo:

¿Cómo el pueblo podría acceder a dólares en efectivo?

Concertado con el Departamento de Estado  –si es posible – se abrirían cajeros automáticos en la Oficina de Intereses. Estos cajeros estarían dentro, para evitar reclamo de injerencia, tal vez donde se hacían las entrevistas. También podría utilizarse la Base Naval de Guantánamo, o cualquier otra sede extranjera que el régimen no alcance. Verdad que podría suponer un cuello de botella, pero ello podría blindar la cola. Cualquier sugerencia aquí es válida.

En principio no se necesitarían tarjetas, solo un código personal, no sea que la aduana declare a la tarjeta instrumento imperialista. Cada cubano, con previo autorizo del norte, podría abrirse una cuenta en un banco norteamericano o de cualquier otro país sin tener que viajar, por medio de una copia digital de su pasaporte o carnet de identidad.

Los fondos de estas cuentas tendrían múltiples entradas, un depósito inicial de un amigo o pariente de afuera, una venta a otro, quien le haría una transferencia, o incluso un depósito directo allí en Cuba. Sí, exacto: ir y depositar.

Podrían impedirlo, es cierto, si son pocos es probable que los declaren mercenarios y Serrano comience el ataque mientras los represores limpian el área. Pero creemos que serían muchos, millones de dólares en remesas se envían a cientos de personas en Cuba. Otros se abrirían también sus cuentas ya sea por ayudas de amigos o para transacciones del mercado informal. “Mi herma, conéctate y revisa que te envié lo del TV”.

Las personas irían allí a depositar o recibir su dinero. Para impedirlo, el régimen tendría que elaborar muy bien su campaña. Es cierto que pueden cercar el área pero, ¿lo harían si es numeroso el personal? Imponer algo requiere mayorías. ¿Lo harían cuando les urge que el dólar entre?

Una pausa: ¿Que incentivo tendría un cubano en abrirse una cuenta en un banco afuera? Primero, proteger el dólar que recibe o realiza en el mercado informal, mejor en un Citibank que bajo el colchón. ¿No? Segundo, depositar allí no implicaría cargos, dicen que lo que entre a la banca de MLC pierde un 3%. Sumado a ello, ir al cajero sería para extraer el corriente, el del mes en curso, lo demás queda en cuenta y lo podrían revisar en internet. Ah, ¿y si quitan internet? Casi seguro que no, no pueden comprometer el ingreso por recargas. Tampoco se les ocurriría prohibir el efectivo, perderían todo el que entra por avión.

Ahora bien, en paralelo, de forma espontánea, crecería el mercado informal (mercado negro), que es informal porque ha sido relegado a ello siendo todo lo demás estatal, dominio de la cúpula. Es cierto que es imposible dejar de ir a las tiendas del Estado, pero según nuestro cálculo sería solo para un 20 % del gasto familiar. La familia cubana consume mínimo un 80% de la calle, del campesino. A pesar de que el Estado ahoga al timbiriche, el mercado informal es más asequible, es el mercado real de Cuba. Llegaría un momento en que al régimen solo se le compraría aceite y puré de tomate. A este nivel ya estarían cuesta abajo, vendiendo los yates.

Luego, si el mercado informal absorbe buena parte de los dólares, se mantendría drenada la banca del Estado y muy probable afecte también las cuentas privadas de la “nobleza”. Una primera línea con menos fondos, como se nota hoy, podría reducir e incluso eliminar privilegios materiales a la segunda línea del régimen, entiéndase jefes militares de menor peso, jefes de unidades de policía, funcionarios de Lada  –en piezas– e incluso jefes de grupos represores. Ello podría quebrar la fidelidad de mando, el cumplimiento de orientaciones, de este segundo nivel para con sus jefes.

Dado el caso tendrían dos opciones: una, duplicar la corrupción; esa es tentadora pero de alto riesgo. La otra, comenzar una ruptura. Una posible ruptura, mental al inicio, luego de inacción o rebeldía, podría minar el aparato estatal y producir un quiebre. Esta segunda línea podría atomizarse o agruparse y aparecerían los opuestos en la oficialidad cubana. De ser numerosos, se puede dar un punto de no retorno.

Nuestra hipótesis hace coincidir dicho quiebre con una nueva y empoderada clase empresarial, además con una mayoría consumiendo del mercado real, no del Estado (ver los espárragos). Ello sumado a que pronto la primera línea perderá sus “históricos” y casi seguro surgirá el caos entre apellidos, cargos y cuentas pendientes. Si todo se junta, sin plata, se pueden dar a la fuga o pactar con el empresariado. Escenarios probables. Al menos hasta que se pueda establecer un consejo de transacción, y luego un andamiaje legal impersonal, un sistema jurídico, constitucional, así como fondos para policía y ejército imparciales, subordinados a poderes divididos.

Todo a partir de que las mayorías estarían incentivadas poco a poco a crearse y a utilizar sus cuentas afuera, con la posibilidad de efectivo adentro. Esto es, cambiar el dinero de manos.

Por supuesto que toda hipótesis está sujeta a variantes. Esta incluye que otras ideas la superen. Al menos los dólares en las manos correctas aniquilarían la escasez, y tal vez luego regrese la diversidad, un cambio de biblioteca, de normas de conducirse, de perspectiva; estos serían colaterales excelentes. Un cambio de sistema, ideal.

La nueva Cuba necesita la destrucción creativa de Schumpeter, cualquier apertura a la creatividad individual allí dejaría fuera a ese gobierno. El acceso abierto –de Douglas North– ahora es nulo, el lucro es perseguido y el movimiento político es asignado, a dedo. Desde 1959 no hay facciones. Tampoco reglas, intercambio impersonal  –de Hayek–, ello es hoy casi inexistente; impera el conocido o el vínculo con el poder. Solo el mercado informal muestra transacciones sin que las partes se conozcan.

Por último, creo que la afectación cultural es remediable, siempre y cuando se establezcan instituciones inclusivas, pluralidad económica y política, y se aprenda a convivir entre opuestos, donde a veces prima ceder. El asunto es institucional, no cultural: ver las dos Coreas, o Botswana vs resto de Africa, o Nogales, Arizona, vs Nogales, Sinaloa. En todos estos pares existe la misma cultura pero un desempeño diferente. Muy probablemente la futura Cuba no sea la excepción.


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