Putin contra el globalismo, la guerra del homo egobiado, de Armando Añel (Neo Club Ediciones, 2022), resulta un libro muy oportuno en este momento definitorio, cuando el mundo se halla ante la situación más peligrosa que ha tenido que enfrentar después de la Segunda Guerra Mundial.
Del modo original, audaz y para nada complaciente al que acostumbra, el escritor y editor, radicado en Miami, desmenuza sin cortapisas lo que hay detrás de Vladímir Putin y su guerra, que no es solo contra Ucrania, sino contra todo Occidente y sus valores, algo que muchos se niegan a aceptar.
Así, mientras algunos todavía se desgastan discutiendo las intenciones del belicoso tirano ruso y si su proximidad es al fascismo o al comunismo, Añel va directo al grano y apunta a las conexiones y afinidades de Putin con el neopopulismo ultranacionalista, tanto de izquierda como de derecha, y cómo, con tratos turbios, dinero y propaganda, lo atizó en Europa y Norteamérica para minar y poner en crisis a las democracias liberales.
No en balde hay tantos demagogos, xenófobos y ultrapatrioteros en el mundo que todavía admiran a Putin, se derriten con sus alardes de tipo duro y se esfuerzan por creer en sus argumentos y su revisionismo de la historia para justificar sus acciones, incluso el genocidio que está cometiendo contra los ucranianos.
Hace unos años, Putin y sus anécdotas no desentonaban en un mundo donde había gobernantes tan pintorescos y extravagantes como Berlusconi, Maduro, Erdogan, Duterte, Boris Johnson y Donald Trump. Eso, por no hablar del sicópata Kim Jong-un. Así, no vimos venir el peligro que se nos encimaba con el inquilino del Kremlin.
Explica Añel en la introducción del libro: “Actualmente, tanto en Ucrania como en Estados Unidos, lo mismo en Europa que en América, el verdadero enfrentamiento ocurre entre el neopopulismo —o como me gusta llamarlo indistintamente, el supremierdismo populista o nacionalista— y el Occidente tradicionalmente defensor de los derechos humanos y las libertades básicas, al que dicho neopopulismo, con el objetivo de camuflar sus tendencias liberticidas, su agobio inmisericorde, insiste en llamar globalismo (puro neolenguaje), acusándolo de innumerables conspiraciones, todas perversas”.
Y aclara luego: “A primera vista el fenómeno puede parecer estrambótico, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta el factor antisistema que une a ambos extremos -al populismo de izquierda y al de derecha, reunidos en el lugar común supremierdista-, su rebelión contra las normas y el llamado establishment”.
A muchos les parecerá una exageración, pero luego de leer el ensayo de Añel, reflexionarán y empezarán a comprender cuánto daño ha hecho a Occidente, cuán vulnerable ha quedado ante el imperialismo ruso que capitanea Putin, luego del Brexit, de los desencuentros de Donald Trump con la OTAN, del ascenso de los partidos de ultraderecha en Europa Occidental y, sobre todo, de la extrema polarización del panorama político norteamericano de los últimos años, con episodios tan insólitos como el cuestionamiento del resultado de las últimas elecciones presidenciales y el asalto al Capitolio de Washington.
Putin, exoficial de la KGB, un hombre lleno de complejos que odia a Occidente y desprecia sus valores, ha empleado los últimos 25 años en madurar su ambicioso plan de reconstruir el imperio ruso. Y en ese plan expansionista, tan importante han sido las movidas militares (Chechenia, Abjasia, Georgia, Armenia, Siria y Ucrania) como la penetración en Occidente y el envenenamiento de las democracias mediante el dinero corruptor de los oligarcas rusos, la propaganda y desinformación de la televisora RT y los negocios que han hecho a Europa Occidental dependiente del petróleo y el gas ruso y, por tanto, vulnerable al chantaje del Kremlin.
Putin ha tomado de Hitler y de Stalin, aunque no hay muchas diferencias entre los manuales de los totalitarismos. A juzgar por sus pretextos y sus tácticas para sus guerras expansionistas, tomó más del primero. De sus años en la KGB, del comunismo, le queda poco. Si acaso, los métodos. Y les está sacando el máximo provecho. Más que todo, porque Occidente, vacilante, para evitar una conflagración nuclear, se ha dejado intimidar por sus amenazas. Pese a ello, la guerra de Putin contra Ucrania ha sacado a Occidente de su marasmo y lo ha unido frente a Rusia, aislándola e imponiéndole duras sanciones económicas. Y no hay dudas de que Occidente, pese a las afectaciones económicas por la guerra en Ucrania, está mejor y más saludable sin el veneno de los oligarcas moscovitas y de RT, y sin esperar por la cordura que Putin no parece dispuesto a mostrar.
Al final de su libro, en un Epílogo aforístico, Armando Añel se muestra optimista al sentenciar: “Sin quererlo, con su invasión a Ucrania, Putin ha cavado la tumba del supremierdismo nacionalista al menos por los próximos 20 años en casi todas partes”. Ojala no se equivoque y que así sea, por el bien de la humanidad.
Cortesía de Cubanet