En el mundo siempre habrá personas que te van a amar por lo que eres y/o haces
y otras que te van a odiar por la misma razón.
En mis comentarios no soy polite. Si así fuese estaría del lado del opresor. ¡Tremendo documento! Cuán importantes y necesarios son los testimonios de este calibre, con los testigos de cargo al final del film, contando de primera voz los infinitos delitos aún impunes, de lesa humanidad, que continúan ocurriendo.
Una obra conmovedora no apta para estómagos débiles.
Vocación de una estética a pesar de hurgar la herida abierta, consecuente ejercicio de la decencia y el ethos.
Porque da igual lo que piense la “sesuda entelequia crítica” sobre ciertos estándares comerciales al uso. Esta obra no es eso. Expresión antitética si se intenta comparar o sentir equivalente al cine de mercado y Blockbuster. La misma manía que aprovechan los zurdos para desprestigiar sin conseguirlo “la melancolía maldita” de Cioran, la “insoportable levedad” en Kundera, la “contrariedad con la esperanza” de Armando Valladares o el terror de Solzhenitsyn.
Por citar tan solo un ejemplo de este último: Archipiélago de Gulag es una obra parida bajo una infame presión, de pequeñas notitas escritas sobre papel de fumar que sacaba clandestinamente de las cárceles y en el más estricto secreto, a tenor de perder la vida (y no cómodamente viajando o sentado en su casa, como lo hicieran Hemingway o Garcia Márquez fumándose los cohibas que les regalaba el “Coma Andante”), cuyo manuscrito guardado meticulosamente llegó a Occidente de manera absolutamente peligrosa, para asombro y estertor de la izquierda divina que continua callada frente al oprobio caníbal de Holodomor del 1931-32 entre otras atrocidades peores que incluso el N.Y Times ninguneó y se negó publicar. Pues al final todo se sabe. Precisamente por eso y muy a pesar de todo, fue la bomba editorial que fue. Todo ello reviste a priori su currículo persecutivo bajo un estrés y unos inconvenientes de producción que forman parte también de la obra, como argumento no escrito, pero implícito, que resulta injusto soslayar. Un heroísmo heredado de semejante drama de realización, no puede analizarse desde el frío y amurallado dictamen de homologación que las dictaduras del mercado, la frivolidad, la sobreinformación, la imagología, la historización irresponsable, la llamada crítica “especializada” y las tecnologías, hoy en día imponen.
He insistido muchas veces en que necesitamos una cierta ecología del arte y la creación consciente, donde ciertas obras más performantes no discriminen a otras que pasan por excluidas e infratecnificadas.
Celebro el responsable, sensible, legítimamente interesado y consciente Capital del exilio, capaz de hacer posible producciones como estas, (y confío las que vendrán) ejemplo y exhortación si se quiere en la toma de consciencia colectiva del esfuerzo en mayúsculas de Leopoldo Fernández Pujals en primera línea, plus todos aquellos colaboradores que trajeron de todo: Tecnología, prestaron locaciones, transporte, incluso los que alcanzaron un café, una cena, un abrazo, ánimo, solidaridad o lo que fuese, pues todo ello, fue importantísimo e hizo muchísima falta, para que esta producción fuese posible. Todos inscritos hoy en la gloriosa página de gratitud vivida en piel y esfuerzo sin parangón de sus arcas a la historia.
Plantadas es un documento necesario. Una parte de la historia que la mayoría de la gente desconoce, (incluso vergonzosamente en el exilio) y que merece y debe conocer.
No se puede seguir ignorando tanto dolor, tan solo porque el aparato de propaganda castrista ¿pudo más?, pues supo antes que nada controlar la televisión, los medios de prensa (que mintieron y lo siguen haciendo al servicio del régimen comunista), el cine (creando el ICAIC, Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica), desde la urgencia misma a principios de 1959, tan solo 83 días después del triunfo de la «Revolución”. Arrogándose la capacidad de reescribirlo todo, rehacer toda la historia, manipular, destruir y resematizar cada ámbito con su desgraciada “ingeniería social”, como le dio la gana.
Ahí esta la infame falacia El hombre de Maisinicú, apelando a una sensiblería cruel que secuestra y hace cómplice al espectador que encumbra de héroe a un chivato, un delator, o Girón (sobre la invasión de Bahía de Cochinos), que como siempre cuenta la historia solo del lado de “los vencedores” y nunca de los vencidos -salvando las distancias y muy lejos en estética-, imitatio en funciones de la Leni Riefenstahl al servicio de Goebbels y su aparato de propaganda del nacionalsocialismo alemán, que también era obrero y de izquierdas. Los comunistas tenían esa lección muy bien aprendida.
Pero hay otras historias y estas finalmente salen a la luz, tal como Azúcar amarga del recientemente fallecido León Ichaso -in memoriam-; o Insomnio de Ricardo Vega, sobre el desesperanzador cuento de Virgilio Piñera que vivió los rigores atroces de aquellas “¿palabras? (más bien blasfemias) a los «intelectuales”, verdades como puños contadas con honorable honestidad.
Hablo de la versión de ¿los vencidos? que no se resignan al lugar que a veces la injusta historia oficial lega, y poco a poco irán saliendo, porque en realidad perder una batalla no es haber perdido la guerra, si nunca aceptamos ni dimos por hecho semejante status.
La tierra es saqueada, envenenada, minada, bombardeada, vilipendiada y maltrecha pero siempre, siempre ofrece sus flores como respuesta. Reverdecida enredadera de la naturaleza que avanza preclara.
Y me resulta curioso su hallazgo en el modo de contarlo, el talento con que Lilo Vilaplana describe cada escena, de manera fragmentaria, con una sintaxis cinematográfica compleja, de adelante hacia atrás en todo momento, sin perder un ápice de atención (tensión) en el conflicto, la dramaturgia y lo que cuenta.
Hablo de un arte al servicio de nuestra necesaria denuncia; además del valor histórico documental, herencia de una memoria patria sin exageraciones, ni ampulosidades, ni efectistas procesos de sobreproducción.
Obra austera, clara, sobria, diáfana, concisa, sin aditivos ni edulcorantes… cáustica y sin anestesia -hablando mal y pronto-, que sugiero imposible de comprender desde una zona snob de medias tintas o el tradicional “relativismo” intelectual impertinente (en cambio hay que vivirla, sentirla, haberla sido y ponernos del otro lado) sobre la dirección actoral y otras nimiedades (así lo entiendo) que excluyo del análisis, priorizando el imperativo categórico, la urgencia, la fuerza mayor. Poco importa la congestionada y escasísima producción frente a la enorme iniciativa personal, talento y sinceridad narrativa (tal es el tema). Obra que entiendo necesaria de cinema independiente, medicina para zurdos y progres en permanente disonancia cognitiva y shock postraumático, de años creyéndose “el cuento” del supuesto ¿paraíso? y “la buena pipa” (hablando en buen cubano). Que incluso por lo delicado del tema, se hace inevitable una “relativa” ¿ficción? en la necesaria síntesis (intento) de comprimir lo más posible tal cantidad de casos terribles a solo unos cuantos personajes en el debido metraje, conservando/respetando la impresionante luz documental, de una integridad historiográfica sin concesiones.
Consciencia de testigo. Testimonio. Dar/doy Fe.
Auguro estamos ante un obra vinculante de corresponsabilidad histórica colectiva que envejecerá bien, ambas películas de época que hoy creo/confío duren en el tiempo; invariablemente vistas como desgarradora declaración de una verdad contrastada y unos principios sin fisuras.
Alerta spoiler:
El final de Plantados, lo resuelve de manera magistral, pues salva el dilema moral de las víctimas, los hijos y este hombre mismo que sufrió algo tan monstruoso, evitándole lo que sería el más evidente desenlace apasionado de la justicia por su mano (pues de ninguna manera puede reducirse semejante complejidad psicológica real puesta en contexto al marco simplificador temporal, tan estrecho, que la linealidad y la lógica formal aristotélica permiten al celuloide), sin dejar impune al desgraciado esbirro.
¡Prohibido olvidar!
Recuerdo aquella impiadosa frase, válida en cualquier caso si de ninguna manera puede haber redención con hechos tan duros, desproporcionados y de semejante calaña: “Cuando un tirano (un torturador o un esbirro) se suicida, no paga sus culpas pero algo es algo”.
Felicidades al compatriota Lilo Vilaplana, a su hijo y su equipo, orgullo de cubanos conscientes, beligerantes y responsables.
Desde Europa se echa de menos estar allí en la trinchera, saldado en la belleza y la desobediencia, acompañando a los históricos hermanos de armas, en primera línea de fuego. “¡A desalambrar, a desalambrar!”, pero no de un solo lado sino de ambos y todos o ninguno. Tal anuncia el precursor de las pretéritas vanguardias: “El arte será convulso o no será”. Pero sobre todo a la altura de nuestro tiempo. Porque cuando hablan de desarmar a alguien, siempre se trata del enemigo y nunca de sí mismos. Reconozcamos que a cierto nivel en ninguna sociedad en realidad hay ley y todo parece el salvaje oeste, pero estas modernas gerontocráticas tiranías han de acabar, aunque algunos prefieran seguir mirando para otro lado.
Hace un tiempo releía al erudito y estudioso Antonio Escohotado -también in memoriam, al maestro que partió y vivió en tenaz y constante oficio de bushido:
“En los países comunistas el medio ambiente quedó impunemente arrasado y con total irresponsabilidad, pero el ecologismo es de izquierdas. En 80 años de comunismo real, no ha habido una sola mujer relevante en sus gobiernos, pero el feminismo es de izquierdas. En el siglo XX el comunismo causó más guerras, más muertes y más desgracias que nadie y que ningún otro sistema, pero el movimiento pacifista es de izquierdas. Los comunistas condenan y exterminan a los homosexuales, pero el movimiento gay es de izquierdas, en contubernio con Irán y los palestinos, donde los cuelgan en una grúa”.
Escribo sin vehemencia pero conmovido por la película, que me toca hondo.
Durísima, sin dejar de ser arte y una obra correctamente realizada, con una enorme integridad poética. Comprometido extractor de la historia de los que prefirieron morir con honor, frente a aquella victoria pírrica, barbárica y degradante del inviable comunismo asesino.
Como cubano y como ser humano consciente, digo ¡gracias! por ello.
La verdad a la luz de las ideas y los hechos como sagrado deber. Comprende moralista E. M. Cioran al “aciago demiurgo”: -La inteligencia tiene el deber (el desafío, la perenne fuerza y la voluntad) de encontrar su desesperación correcta, su ferocidad apolínea- (la variación del paréntesis es mía). Responsables en la denuncia (exhorta el filósofo J. Baudrillard) del “Power Inferno”. Valor de contar lo inenarrable y además hacerlo con comprometida integridad, honor y contrastada veracidad. Exorcizando tan necesaria y saludablemente nuestra dañada sociedad civil, que recién comienza a enterrar rediviva (valga la paradoja) con honores sus propios y oscuros fantasmas, sus ninguneados muertos, transformados definitivamente en luz y resiliencia. Por acabar con las innumerables “tumbas sin sosiego”.
Acompañando el dolor a la salida, en lo posible cerrando la puerta a heridas nuevas.
Porque siendo muy, muy generosos y en la menos terrible de las perspectivas, un comunista es en realidad -quiero pensar- alguien desinformado, o lo que es más probable, muy mala persona, carne al diván del psicoanálisis.
Al respecto sugiere la brillante teórica ruso-norteamericana Ayn Rand:
“No considere a los colectivistas, idealistas sinceros pero engañados. La propuesta de esclavizar a algunos hombres por el bien de otros, no es un ideal, sino una brutalidad. La brutalidad no es idealista, no importa cuál sea su propósito. Nunca diga que el deseo de hacer el bien por la fuerza es un buen motivo. Ni la impetuosidad ni la estupidez son buenos motivos”.
La gente herida (y nuestro pueblo lo sabe muy bien) vive condicionada, pues sabe mejor que nadie que puede sobrevivir.
Todo ello es parte de nuestra más desgraciada historia reciente que aún no sana:
Pues “…No hay nada tan terrible como ser vencido por gente despreciable…”, fea, ordinaria, populista y soez. Lo que Milán Kundera perfectamente definió como el “kitsch totalitario”.
El viaje más largo que hacemos en nuestras vidas es el que haces de la cabeza al corazón. Un corazón fisiológicamente repleto de células neurales que piensa. Eso lleva tiempo y una profunda transformación radical consciente.
Siempre insisto: “Timón de mi cabeza, ven a mi corazón”.
Solo entonces comprendes que: No existe Fe, ni Amor, ni Paz ni Tranquilidad verdadera cuando todo está bien, sino solo la que somos capaces de crear, generar y mantener cuando pasan cosas terribles. Si no tienes Fe, ni Amor, ni Paz, ni Tranquilidad en medio de la tempestad es que no la has tenido (ni sido) nunca. El odio, el resentimiento, la angustia y los feos sentimientos se mantienen agazapados bajo el manto anodino de una vida sin problemas, solo hasta que salta el más mínimo inconveniente, cae (de nuevo) la máscara, rasgas el velo y miras de frente tu propio infierno, todo aquello que has de trabajar y que todavía no has transformado. Pues el estrés y el dolor son el momento preciso, donde en realidad haz de dejar entrar amor, belleza y fortaleza, manteniendo una integridad que cierra filas en ell@, es decir: Sufrimiento en marcha, has de habitar con honor y coraje el corazón de la barbarie más tremenda. Como promete el poeta trascendiendo la propia cobardía: “Porque el soplo del pánico purifica”.
Somos el eco de un tiempo donde no puedes quitarte un pelo de la cara sin que afecte a millones de personas. Un nexo inexplicable de corazones sincronizados.
Alguien tira una piedra al estanque y detrás nos llegan las ondas. Alguien besa la luna y nuestras mejillas se ruborizan.
“La sociedad exige que el hombre sea bueno, pero a cambio el hombre quiere ser feliz, y lo uno conspira contra lo otro; pero en general en la naturaleza cuando un hombre es feliz casi siempre resulta bueno”. Oscar Wilde (en plena era victoriana) no fue preso por su elección sexual sino por proselitismo. Por intentar convertir su fantasía privada en exorcismo exhibicionista y público de una verdad colectiva.
La grandeza de cada sociedad y cada hombre se descubre en la forma en que trata a sus enemigos.
El juego está amañado y no premia al que respeta las reglas. O te subes al ring o te mueres en la esquina. Estoicos versus Epicúreos. ¿“Apocalípticos o Integrados”?
Cada cual sabe de qué lado del siniestro espejo está. Ni la “obsidiana” ni la “linterna mágica” son apolíticos (Si iluminas las cosas por fuerza cambian y el espejo es la inversión de la Realitas). Hay polaridad en todo ello sin hemiplejía.
Cuando un gobierno proclama que el arte no se mete en política, solo se refiere a las obras que no defienden sus intereses. Ahí tenemos al panfleto del Guernica como bandera de ¿la modernidad? contra la barbarie, pero lo que aún nadie comprende es que al margen de cualquier daño colateral de una guerra infernal, al menos hoy no se habla ruso hasta en Marruecos.
Jamás se puede hablar de ¿igualdad? solo por la fuerza que cualquiera tiene para apretar el gatillo, porque si el coraje falta, el mal continúa multiplicándose. No hay paradoja ni relativísmos frente al perro rabioso.
Si un líder no lleva a su pueblo donde merece, debe y quiere ir, y prefiere mentir, entonces se convierte en político…
Cuando no se quiere ser responsable, ni aprender a pensar u obrar por uno mismo, aúpas/clamas/anhelas tiranos y caudillos.
He llorado cuando precisaba reír.
He reído cuando debería llorar.
¿Por qué callan tanto los que más deberían gritar?
¿Por qué tanto abandono se disfraza de leal compañía?
¿Por qué tanta gente rota y enferma parece en realidad tan entera y sana?
¿Por qué Aquiles defendió con su talón el honor del amigo?
Gritos y devastación -dijo- aquel que combatió el caos con el caos y suelta “los perros de la guerra”.
¡Al traste los devoradores de mundos!
Ya no me compra el maniqueo, tradicional y perfumado ademán ¿buenista?, siempre guardando las formas y lo políticamente ¿correcto? del manierismo progre occidental, que olvida evitar la innecesaria peste psíquica y la sesgada apatía en medio de tanta crueldad.
Este film nos habla de los heroicos procesos de resistencia continua de una violencia sagrada, que evita el parásito continuado de una crueldad que ya no puede sostenerse ni prolongarse más en el tiempo… ni cuerpo que aguante, tanto da el cántaro en la fuente.
Pues la guerra se puede hacer con todos, la paz solo entre personas de honor.
La diplomacia y la corrección política no sirven de nada cuando ya se ha prendido la mecha.
La lista de muertos es gigantesca y sigue aumentando, ahora mismo, en este mismo segundo, en todas las cárceles cubanas.
La cobardía es la madre de la crueldad. El cobarde muere mil veces, el valiente solo una.
Una vida de gloria bien vale este dolor.
Bendiciones, larga vida y fecunda carrera -y lo digo con orgullo- para mi querido y talentoso amigo Lilo Vilaplana.
¡Honrar honra!