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‘Paradiso’ en la obra de José Lezama Lima

Según dijera el propio José Lezama Lima, Paradiso contenía los tres temas que más deben interesar al hombre: la madre, la amistad y la infinitud. Pero sobre todo, Paradiso es una historia de deseos. Es nuestra orfandad, agravada en el caso de mi hermano por la orfandad de aire.

Ya por aquel entonces los sofismas se hacían innecesarios. Los grandes críticos captaron el mensaje. Y yo diría sin petulancia que pocos textos literarios sirven mejor para ser estudiados como ejemplo a la luz de las nuevas corrientes de la crítica literaria, la semiótica y la lingüística. La pragmática ausente, el simulacro modal de una realización ausente, las premisas de Chomsky de competencia y actuación, parecen haber sido términos manejados en la técnica de mi hermano, adelantándose en muchos años a su época. Octavio Paz dijo al acusar recibo de Paradiso, entre otros elogios:

«Es el punto lento del vértigo que gira en torno a ese punto intocable que está entre la creación y la destrucción del lenguaje, ese punto que es el corazón, el núcleo del idioma… Una obra en que usted cumple, Lezama, con la promesa que le hicieron al español de América Sor Juana, Lugones y otros más. Paradiso ha transformado el mundo de los símbolos preexistentes, inventariando el pasado, alterando la historia y hasta la ortografía de la lengua española».

Los ojos de mi hermano se abrieron desmesuradamente y vieron lo que nadie podía ver. Una especie de hipermetropía literaria. Descubrió cómo haciendo girar su caleidoscopio esas imágenes se entrelazaban con infinitas posibilidades y podían ofrecer combinaciones ilimitadas. La clave estaba en saberlas traducir, en buscar el lenguaje capaz de expresarlas con exactitud. En forma didáctica me repetía: «Cada época crea sus clásicos… Hay que pegar en arte el pesimismo de Eliot. El arte podrá siempre soportar nuevas combinaciones y creaciones».

En una de sus últimas cartas me dice: «La realidad y la irrealidad están tan entrelazadas que apenas distingo lo sucedido, el suceso actual y las infinitas posibilidades del suceder». Los estudiosos de su obra deberán atenerse a sus propias palabras:

«Para mí la novela no es un problema de técnica, ni un problema de estructura, sino un problema de lenguaje, un problema de expresión… Es un concepto que se acerca más a los cronistas de Indias y se aleja de la novela realista».

En nuestra vida cotidiana era frecuente oírle decir que él era un mulo con orejeras que iba a su destino. Animal que le provocó uno de sus magistrales poemas:

Con qué seguro paso el mulo en el abismo.

Paso es el paso, cajas de aguas, fajado por Dios

el poderoso mulo duerme temblando. Con sus ojos sentados y acuosos

al fin el mulo árboles encaja en todo abismo.

Qué terquedad y seguridad en su empeño literario. Nada lo desviaba de su destino, nada lo hacía claudicar. Después del éxito de Paradiso, dijo: «Como soporté la indiferencia con total dignidad, ahora soporto la fama con total indiferencia. En eso me considero insensible a la diatriba y al elogio. No vivo en este mundo». Pero algún tiempo antes, no presintiendo aún el éxito de su obra, me había dicho:

“Creo que tendrán que pasar algunos años para que la novela sea captada en toda su esencia. Yo creo que, sencillamente, es algo muy importante que ha sucedido en la literatura cubana. Si tengo tiempo, le añadiré un primer piso para que todo quede aclarado”.

Y así quedó a su muerte Oppiano Licario, la segunda parte de Paradiso, donde los personajes centrales de la novela cierran su gestalt.


Fragmento de un texto escrito y leído por la hermana de José Lezama Lima en 1977, durante un homenaje al escritor en la Universidad Interamericana de Puerto Rico.


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