El niño Yosvany Villar aparece muerto en La Habana después de un año desaparecido. Tenía Yosvany 14 años de edad.
Las autoridades policiales del régimen cubano le prometieron a su mamá que investigarían. Promesa incumplida que, en una ocasión, justificaron por «falta de combustible».
Un año desaparecido, en un país donde el control policial y la chivatería por cada cien metros [los CDR] le atosigan la vida al cubano de a pie.
Un país donde hay más esbirros [policías] que sarna. Un país donde se importan más patrullas que ambulancias y carros de basura. Un país donde hay más cárceles que hospitales, universidades y casas de cultura. Un país donde dos militares custodian las tiendas en divisas pero no las calles de los barrios. Un país donde el feminicidio y el abuso sexual contra menores de edad no tiene cabida en un noticiero de televisión que protagonizan periodistas inmorales.
En Cuba está totalmente prohibido poner carteles de niños o personas desaparecidas [a excepción de perros y ancianos dementes].
La desaparición y asesinato de Yosvany es la verdadera realidad que acontece en Cuba. Y su responsable directo es el señor Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien solo se dedica a promulgar idioteces, mentiras y actitudes dignas de un perfecto cobarde.
Responsable directo del encarcelamiento de niños que tuvieron el coraje de gritarle en su cara: libertad.
Estos son los episodios que hay que compartir, y no la danza del ego, ni el circo de humillaciones que adorna la causa de Cuba en los últimos meses.
Se nace y se muere con honor. El honor no es algo que te puedan dar, ni que te puedan quitar. El honor se pierde por voluntad propia.
Y yo me conduzco y disparo por honor. Ese mismo honor que no pudo disfrutar Yosvany. El régimen de Cuba, y su asesino, le privaron de ello.
En paz descanses Yosvany, y que Olloddumare te dé el abrigo que te fue negado en este valle de hipocresías y mezquindades.