…Las imágenes dialécticas son constelaciones entre las cosas alienadas y la significación exacta, detenidas en el momento de la indiferencia de muerte y significación. Mientras que en la apariencia las cosas despiertan a lo más nuevo, la muerte transforma sus significaciones en lo más antiguo…
Walter Benjamin
Perico Almorranas -tal dijera Tino Casal- sobre el encumbrado, con pena post mortem, en el mismo año 1991, por su artística hermandad Luz rockera empujada a los brazos del cursi bolero enfático.
Suscribo el sugerente enfoque de Carlos Boyero levantando la voz. Se trata de un cine oportunista sin cuidado, resultado de una rotura que raya en lo insano, que no entiende a las mujeres y ni siquiera le interesan… en cambio ¿lo parece?
El circo mediático que armó del desencuentro con Carmen Maura le declara -vergonzoso-, algo que podría resolverse entre ¿amigos? -con amigos así no se requiere enemigos-. Otra versión de “La Sociedad del Espectáculo”, pero ni la de Vargas Llosa ni la de Guy Debord, sino de un maximalismo craso del papel cliché (ya ni couche). Ese es su verdadero film. Y cuidadín con hacerse público, el padrino mediático de corifeos y compinches sobre todo en las huestes zurdas controladoras de los medios, irán a por uno. Pero opinar es un responsable oficio de samurái, proponiendo atajos alternativos posibles hasta el encuentro repentino y factual con la verdad, “un constructo” que requiere testimonio y consenso, pero sobre todo, que hemos salido a buscar juntos -diría el poeta-. También para cortesanos de una “imagen pública”, salvaguarda engañabobos de ¿la idoneidad? contrasexual biopolítica plurinormativa (para expresarlo en términos de la incendiaria erudit@ Beatriz/Paul Preciado), disidente heteropatriarcal primero “queer”, luego ¿homo? “testo junkie”. Otr@ narco dependiente en manos de la tecnología, no de la biología. Vanguardia de lo suplementario que eclipsa lo fundamental. Y como la desorientación y la rotura se palia con exhibicionismo de la confusión general, la desintegración de los arquetipos, y/o la pérdida de cualquier sistema referencial cardinal. Enfocados a/hacia la nada, donde el tráfico de las ideas y las reivindicaciones políticas de barricada pretende ignorar o pasar por alto las diferencias biológicas, una línea editorial de la vida y la existencia cósmica universal insoslayables, a golpe de cara y peligrosa filosofía teratológica, rotura y “erotización del sufrimiento” que jerarquiza “el deseo” por encima de las sagradas e inviolables leyes cósmicas.
Del Zen ya se sabe: “El deseo empaña todo como el humo al fuego”. Desear es no tener, y arca/exhibicionismo de la carencia, aunque paradójicamente también implica “de-sidéreo”, contemplación de los celajes, en un no-ser, no realizar y no estar… sino proyectado al ¿desarrollo? desenvolvimiento del éter de ¿las ideas?, que sólo “ideas” son y así jamás pueden realizar nada, es decir, vías férreas y direcciones posibles, pero no reales, hasta que no les cruce el tren por encima. Fantasmagorías insostenibles y demasiado poco estables, bajo el influjo de los esteroides de una política (también cultural) demasiado oportunista, entiéndase “situacionista” al igual que la internacional roja de la sixties “gauche divine”. Que, además, luego aupados y envilecidos, subidos a la atalaya de la vanidad del supuesto ¿interés general?, la guillotina en la plaza pública de las redes, y la irresponsabilidad del “no tener nada que decir no es motivo para callarse”, crean beligerantes militancias, inmoderados estados de opinión, aparente condición vinculante, incluso terrorismo ideológico, plus incendian campanarios, demonizan el sentido común y arrastran a pueblos enteros.
Volviendo a Perucho, la música de sus films en general son ese pastiche, un pegotillo del todo vale que no respeta la sensibilidad del espectador medio, otro atravesado esperpento del cine de Españistán, colgado de la ceja del zurdo Patatero, y patriarca de una seudo “corrección política” (repleta de proselitismo y lugares comunes), exhibicionismo sólo de su deficiente interés por lo que “él cree” que está o no de moda, con/desde una superficialidad simulada/camuflada, que intenta jamás parecerlo, y presume internacionalmente de ¿cinema de autor? e independencia (colgado del dinero de la administración + su empresa (también) “El Deseo SA.” millonaria de limosna con escopeta -que no falte-, como cínica fórmula que desde Europa “la vieja”, ¿funciona? para la asimilación americana. El triunfo de la democratización del mal gusto, repleta de barnices para el consumo, la frivolidad llevada al estertor en la supuesta alta cultura y la inmensa vanidad, tintada de aparente reflexión moral que no deja más pozo que no sea la distracción. Otra muesca más en el cabecero de La España: Lolaylo, los perennes San Fermines bestiales -diría Orson Welles desde una mirada risiblemente exótica-, la Cabra del campanario, la mentira de las Urdes, el esperpento y la sensiblería a moco tendido. Genealogía “Pegamoide” de los ignorantes petardos niños bien de los 80 jugando a la marginalidad, hablando ahora de Warhol (otro bufón del arte contemporáneo), las tetas de Blanquita Sánchez -directora por muchos años del Círculo Artístico en los 90- (que en paz descanse) entre otras reivindicaciones contraculturales vueltas ostentación de las supuestas minorías desfavorecidas. Así lo contaba Carlitos Berlanga desde su altar de la memoria incorrecta del corazón de “la Movida”. Con séquito de Reinona incluido. Cuya sensibilidad de hormigonera convierte sus fantasías y problemas privados (el Edipo, la erotización del sufrimiento, el exhibicionismo homogenérico, el culebrón descarado y una seudo intelectualidad insostenible) en orgías visuales incoherentes para la risa esperpéntica -si Valle Inclán levantara la cabeza… Tal resulta su contribución a la “Marca España”, un collage general de incontinencias varias, sin ninguna moderación ni control facultativo verdaderamente riguroso.
Digamos que lo que yo voy a buscar a una obra de arte, Pedrito “el de Chueca y/o Castro” (nunca mejor dicho de la rojísima, aristocrática y europeisante de San Francisco a La Vana) no me lo da, y por el contrario me lo enloquece, decepciona, depaupera y aniquila… Pues cuando es ¿bueno?, procaz o deslenguado me recuerda “lo peor” de John Water y cuando es malo a un descafeinado Woody Allen pasado por el túrmix de la frivolidad seudofolklórico-modernilla del ¿pijo? ¿arrepentido? que juega a no serlo y sin la profundidad psicoanalítica del neoyorkino… donde “el todo” nunca es ni puede ser “todo” en sí, cualidad imposible, metafísica, y fuera de la escala humana, sea o no “sobre su madre” ni nada. “Lejanos tacones” hincados a la sensibilidad pervertida y orinada encima en el cuarto oscuro de una sucia sauna sólo para ¿caballeros?
Pues de El discreto encanto de la burguesía (L. Buñuel) o El sol del membrillo (V. Erice) a la fecha ha llovido mucho, y un arte con integridad intelectual en la era del reggaeton y lo influencer parece algo pasado y atorrante. Hemos cruzado la peligrosa línea del “to be or not to be” de Shakespeare al “chubidubidu” de Sinatra, para terminar en las nada ingenuas travesuras detectivescas del Gran Danés humanizado “Scooby-Doo” y su Mystery Machine resolviendo problemas con fantasmas. The Shock Doctrine síndrome (a lo Naomi Klein).
En definitiva: Liberté, Égalité & Beyoncé. Plus la foto con la new pop diva Dua Lipa que no falte. El tema es estar en el candelero sea como sea. Ya decía el poeta: “Los entusiastas apedrean a los originales”.
Triunfo letal de social “esteticien” y palos de ciegos al agua en la absorta era “Mocatriz”, con perdón de Carlitos Areces.