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Orígenes y la muerte en José Lezama Lima

Tras tener la experiencia y madurez de tres revistas, Verbum, Espuela de Plata y Nadie Parecía, surgió la revista Orígenes, que significó la plenitud de José Lezama Lima. La revista mereció grandes elogios. Octavio Paz afirmó que era lo mejor que se hacía en el idioma y Vicente Aleixandre que era una revista donde había poetas que tenían mucho que enseñar a los poetas españoles.

Cada número que publicaba era un festín. Una maravilla oler los ejemplares frescos, dejarse envolver por el aroma a pan que tiene la tinta, a trigo fresco, a saludo de la mañana… Fue un disloque prodigioso. Un signo y una fe para el trabajo literario.

Fue un Renacimiento de las letras cubanas. Por supuesto, sin mecenas oficial. Vi reunidos en mi casa poetas, músicos y artesanos de la tipografía. Una vuelta a los talleres del espíritu. La revista nacía de lo cubano, pero plenamente universalizada. Orígenes centró quince de los mejores años de Lezama.

Amaba su Isla. Viajó poco y siempre insistía en que también Goethe y Proust habían viajado poco. La «imago» era su navío. «Soy un peregrino inmóvil» (J.L.L.). Pero aclaraba: «No es que no me guste viajar, es que he viajado poco». En cierta ocasión lo invitó la Unesco a París para un conversatorio sobre Gandhi, y me comentaba: «Me siento tan desolado, indolente y abúlico, que lo que en otros tiempos hubiera sido un motivo de gran alegría, ahora lo es de hondas preocupaciones. El sentirse solo, sin familia, sin respaldo, te va debilitando en tal forma que pierdes el entusiasmo y la decisión». No pudo asistir.

En un escrito aparecido un mes antes de su muerte en la Revista de Occidente, haciendo la crítica del poeta José Angel Valente, refiriéndose a la comunicación poética, dijo:

“Como detrás de cada palabra hay otra palabra que es la que logra la luz del silencio evidente… Como la palabra desaparece, se hunde en el silencio, se vuelca sobre la nada y reaparece de nuevo y ofrece conexiones en un mundo nuevo”.

Era un termómetro capaz de otear lo telúrico. Sobrenatural. En la conversación familiar siempre recalcaba que así como había llegado a la cultura como un ciervo herido, su alergia era capaz de irritar su sensibilidad al menor cambio de temperatura. De acuerdo con la claridad del día podía producir prosa o verso y hasta llegó a predecir si el poema sería largo o corto. Su penetración traspasaba los cristales y las rejas de la soledad de sus últimos años. Dicen que presintió su muerte. No estaba enfermo de gravedad, pero en unas cuantas horas murió de una tonta pulmonía.

En los últimos poemas que escribió, los que forman parte del volumen que dejara a su muerte recopilado y titulado Fragmentos a su imán, versifica como un predestinado. Trata el tema de lo que se espera y no llega. Hace un repaso de su juventud y declara el tokonoma, el vacío, la compañía insuperable. También trata el tema inverso, en la ‘Fabulilla de Dánae’, lo que llega sin ser esperado, atravesando los cerrojos. ¿Por qué no la muerte?


Fragmento de un texto escrito y leído por la hermana de José Lezama Lima en 1977, durante un homenaje al escritor en la Universidad Interamericana de Puerto Rico.


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