Los fuertes vientos que soplan sobre la cocina cubana no podrán apagar los fogones revolucionarios del país, según aseguró la chef Nitza Diaz-Canel Villapoll durante el corte de cinta que dejó inaugurado el restaurant aborigen “El taparrabo azul”, enclavado en el cacicazgo de Bollo Manso, en el macizo montañoso Sierra Cristal, de la provincia Holguín.
Asesorada por Manuel Santiago Sobrino, ministro de Alimentación en Cuba, licenciado en “Tripología vacuno-porcina” y master en la ciencia del caminao de gallinas decrépitas con alto nivel proteico en el país, la destacada chef asegura estarán garantizadas en cada cacicazgo de la isla diversas ofertas nutritivas que, acompañadas por croquetas lácteas, hamburguesas de chícharo y casabe y pinol, harán las delicias de los aborígenes cubanos.
De acuerdo con la Díaz-Canel, la inauguración en Baracoa, Guantánamo, de polígonos comunitarios de alimentos como la Chocobananina, harina de yuca, gofios, mermeladas endulzadas con miel de abeja y guarapo, y otros 25 subproductos, dará la soberanía “alimentaria” a los pobladores de Duaba, Badajó, Mandinga y Guariba, como muestra del triunfal regreso revolucionario a la coa, el burén y el casabe de su etapa precolombina.
Asimismo, la experta reveló que se montan otros polígonos alimentarios en las riberas de los ríos Bayamo, Buey, Yara y Salado, Granma, para abastecer los almacenes de una red de restaurantes y cafeterías que bajo el nombre de La calabaza del héroe y La Tripa de Manuel mantendrán bien nutridos a los comensales, reunidos a la sombra de un marabuzal en flor.
También existen alentadores rumores de que en el cacicazgo Indio al suelo, en la Sierra del Rosario pinareña, el descubrimiento de la “croqueta láctea” es un paso adelante para su inserción como sede de estos polígonos alimentarios con tantas perspectivas que harán quebrar por la calidad y presentación de sus ofertas a los restaurantes de París y Nueva York.
Como una muestra exclusiva del apoyo y la complicidad estatal con tales ofertas alimenticias, se aprobó un Programa Especial sobre recetas culinarias autóctonas del país que, aparte de nutrirnos, reafirmarán nuestra identidad con el tocororo, la bandera, el cocodrilo y el mandril, en una especie de ajiaco patriótico que nos permitirá dormir bien.
Este programa, que al igual que los demás saldrá con una frecuencia semanal por las pantallas del Telecentro provincial de Granma, CNC (Crisol de la Nacionalidad Cubana), será conducido por la chef Nitza Díaz-Canel Villapoll, esta vez bajo la asesoría de Abel Mondongo Prieto, el único, el irrepetible, el todoterreno, el eterno melenas: El Tentempié.
El programa de cocina para aborígenes orientales, y los del resto del país que no puedan adquirir alimentos o asistir a restaurantes que hacen sus ofertas sólo en Moneda Libremente Convertible (MLC), dará la oportunidad de acceder a lo que más vale y brilla en la gastronomía internacional, aunque confeccionada con productos autóctonos de la isla.
“Ideas del surco y la olla”, nombre del programa televisivo y de una sección del Semanario
La Damajagua, en Granma, abren sus puertas a los seguidores que desde ya se chuparán los dedos de placer, se soplarán la nariz por el escozor del humo del fogón, se lanzarán al río comidos por la picazón en la piel y se adentrarán felices en el interior del marabuzal, para dejar constancia de que, como la revolución en la cocina cubana, no habrá otra igual.
Sin más, los dejo con el inaugural atracón de los aborígenes más “comunistas” del país:
Cocina aborigen al minuto
(Por Nitza Díaz-Canel Villapol)
Letripandé cochinóu pinolú (Tripas de cerdo rellenas con pinol)
Se toman dos metros de tripas –o caviar cubano– de los 2000 km tendidos a lo largo de la isla desde el Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí. Se lavan con limón, como base de todo, y se ponen a secar al sol. Cuando la tripa esté seca, se le añade el pinol por una punta y se pone a coser a baño de María por dos horas. Eliminada la peste y hervida la tripa, se lanza por el gajo de un árbol o, en su defecto, se tira de ambos lados hasta quedar estirada como cuerda de violín. Se le añade sal y se pone a freír, en pequeños fragmentos, con aceite de palmiche. Bien tostaditos los pedazos de tripa, se le da a probar a la suegra o a cualquier miembro del Comité Central del Partido. De quedar vivos, se puede ofertar a la población este plato de la cocina francocubana para el primer mundo que bajo el nombre de Letripandé cochinou pinolú (Tripas de cerdo rellenas con pinol) dará de qué hablar entre los comensales cubanos y dejará de qué oler detrás de los monumentos a los héroes, bajo las escaleras, en los parques y en cualquier marabuzal. Bon Apetite, aborígenes, Bon Apetite.
Eso se los deseo yo, Nefasto “El gourmet”.