Mientras la televisión cubana promueve una campaña de odio contra el Movimiento San Isidro calificándonos de terroristas y aliados a personas o grupos que ni conocemos, es el gobierno quien realmente incita a la violencia y quien viola las leyes cubanas y los pactos firmados con la ONU.
El miedo inhibe el discernimiento. Pero podemos analizar, gracias al ejemplo que nos han dado las personas que han puesto su cuerpo en nombre de una libertad colectiva.
En la televisión muestran a Luis Manuel Otero Alcantara como un delincuente común que según ellos no es artista por no ser egresado de las escuelas cubanas. Sin su autorización ponen fotos de él, sacándolas del contexto original y sin darle el derecho a réplica. Igual con la foto donde varios del grupo aparecemos junto a Luis Almagro. Eso es difamación, y las leyes cubanas lo contemplan como delito. A los periodistas independientes nos amenazan con procesarnos por «usurpación de capacidad legal» si no hemos estudiado periodismo. (Quisiera acotar que yo trabajé como guionista en la radio sin haber estudiado en ninguna universidad cubana).
A quienes sí son egresados de periodismo y colaboran con medios independientes, les dicen que «ya no son periodistas».
Desalojaron de un domicilio particular a personas que se reunieron a leer poesía como protesta por la encarcelación de un rapero tras un juicio sumario. Usaron la violencia y el pretexto del Covid, agentes de la Seguridad del Estado vestidos con batas de médico. Eso es usurpación de capacidad legal. Secuestran, acosan, difaman.
Hoy, el Ministerio de Cultura debe dar respuesta a las demandas planteadas el 27 de noviembre pasado y han sitiado el ministerio para que los demandantes no puedan llegar. Pretenden dividirlos, y enfrentarlos, con amenazas o con promesas. Los quieren engañar, como hicieron con el grupo de animalistas que protestamos frente a Zoonosis hace un año.
Cuba se está sacudiendo de un largo letargo que nos ha robado un país y los sueños de varias generaciones.
Es el momento de discernir la verdad para no repetir el «asesinato moral», como calificó la filósofa Hannah Arendt a la actitud de renunciar a valorar por nosotros mismos qué está bien y qué está mal.
La mentira puede correr por décadas.
La verdad la alcanza en un segundo.