El escritor Manuel Gayol Mecías, autor de La noche del gran Godo (Neo Club Ediciones) y otros libros, responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el creador, en su obra y sus experiencias:
Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?
Manuel Gayol Mecías (MGM): Realmente yo empecé tarde en la literatura. Cuando niño fui un lector de comics. Recuerdo que eran historias imbuidas por la más rancia concepción americana del héroe (confieso que hoy en día las películas de Marvel y, en general de los comics, me gustan). A esta altura de mi vida (71 años) no me da pudor decir que el origen de mis lecturas fuese ese. Hace mucho tiempo que me quité el prejuicio contra lo americano y la sutileza conspiranoica de la penetración ideológica que nos trataron de inculcar los más icónicos intelectuales de la izquierda, incluso escritores a los que siempre he admirado.
Mis lecturas, ya en la adolescencia, se fueron complejizando mucho más, con autores y temas literarios, filosóficos, históricos y científicos, específicamente en la literatura con el género de ciencia-ficción. No voy a decir que tengo o tuve autores preferidos. Para mí, por lo general, la preferencia es toda buena literatura. Todo libro bien escrito tiene siempre algo que decirme y hay algo que admirar en él.
En fin, esta fue mi entrada por la lectura en el mundo de la literatura. Pero, en realidad, lo que me llevó a ella fue un sentimiento de creación que tuve cuando estudiaba el bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de Holguín. Allí tuve una profesora de gramática y literatura de la que solo recuerdo su nombre, Fernandina, muy culta y de grandes deseos de enseñar. Una vez me revisó un trabajo de una prueba; creo era algo así como una composición literaria para ver cómo la misma literatura nos podía interesar y si desde una perspectiva literaria éramos capaces de plasmar el tema que nos dio, que en verdad ahora no recuerdo; pero de lo que sí me acuerdo es que ella me elogió el trabajo y me pidió que siguiera interesándome por la literatura… Recuerdo que ya estaba yo estudiando la carrera de Literatura Hispanoamericana allá en La Habana, cuando me enteré de que ella se iba para Estados Unidos, y estaba en el hotel Capri. La noche antes de que se marchara la fui a ver y me encontré con una bella anciana que seguía comportándose como la misma profesora que me sembró la idea de estudiar letras. La despedí y le di las gracias por haber sido ella quien me estimulara y descubriera en mí el deseo de crear. Nunca más la volví a ver, pero fue un encuentro hermoso, radiante, feliz, como un segundo descubrimiento, de que la literatura, fundamentalmente, era humanidad: era asimismo la belleza de agradecer.
Mis primeros textos fueron dos que salieron publicados en el mismo año de 1989, cuando yo cumplía diez años de trabajo en el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas. De los dos libros, uno vino a ser la Valoración múltiple sobre Andrés Bello (una investigación de compilación crítica) que había estado trabajando durante tres años sobre el sabio venezolano; una figura, si se quiere ver, olvidada tanto por la dinámica contemporánea de la literatura latinoamericana como por las diferentes disciplinas en que ese extraordinario hombre de letras, quien fue tanto chileno como venezolano, se destacó. Después de esos tres años de investigación sobre esa figura, tuve que luchar durante unos años más para que la Casa de las Américas, su consejo de dirección, decidiera al fin su publicación, puesto que al parecer Bello ya no interesaba políticamente. Pero insistí tanto que por fin se hizo su publicación y se presentó en la institución cubana ante la asistencia de un buen número de escritores venezolanos.
El otro libro fue mi primer poemario publicado por la Editorial Letras Cubanas también en 1989, titulado Retablo de la fábula. Es un poemario acerca de mi familia (la primera parte es una conversación con mi madre sobre mis demás seres queridos; y la segunda parte es una conversación con mi esposa Gladys sobre el amor, sobre nuestra hija y sobre la vida). Es un cuaderno de poemas muy querido.
PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.
MGM: Aspiro a que mis libros se lean con el sentido del asombro (quizás sea un tanto pedante en esto, pero quiero ser honesto). Algo así como que mis libros hablen de filosofía sin ser filósofo, de ciencia sin ser científico, de narrativa con visos de poética y de poesía con cierta carga de metafísica, de intuición y de fenomenología. Intento que el lector sienta que se encuentra ante algo nuevo; frente a un tema explosivo, abarcador, variado y al mismo tiempo unificado. Es como quisiera cualquier buen investigador de física relativista o cuántica: lograr unificar todas las leyes del universo; en lo que a mí respecta sería lograr escribir un universo de hechos y personajes literarios pero unificado como en una sola gran novela, y que esta aspiración balsaciana, de Comedia humana, fuera captada e identificada por el lector.
Quisiera que mis libros descubrieran nuevas posibilidades de proyectar valores inteligentes, pasiones y coincidencias éticas. Que los lectores conozcan, a través de mis libros, un mundo diferente donde las cosas se viren al revés y el lector pueda sentir la profundidad de un beso con una exquisitez inaudita; un acto de amor en el cual el hombre penetre totalmente el universo de la mujer, descubra sus intimidades entregándole las de él y busque hacer de la posesión su propia entrega. Busco poder darle al lector los temas más difíciles y escabrosos, incluso científicos y filosóficos, con un discurrir narrativo intuitivo y metafísico, pero buscando siempre la manera (y este es el gran reto) de llegarle al ojo inverosímil que tiene cada persona dentro de sí y hacerle sentir y vibrar más que entender. Pretendo que el lector sienta lo que yo escribo.
PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que lo hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.
MGM: Ante todo pido disculpas, porque no puedo hablar solamente de tres escritores debido a que son varios los que me han fascinado siempre y en realidad no puedo decir que tenga uno u otro como preferido. Empezaré por Jorge Luis Borges (con sus libros: El Aleph, Historia universal de la infamia, El hacedor, Inquisiciones, Historia de la eternidad, entre muchos más). Este influyó en mi visión literaria. Me ha hecho imaginar la filosofía y la ciencia como un misterio vibrante; la belleza en la prosa, límpida, serena y muy humana, como si las letras salieran de los mismos dedos porque deben llevar el registro de las huellas como plena identificación personal a la hora de escribir. Este escritor y pensador siempre me fascinó. Borges es para mí uno de los grandes pilares de la literatura y el pensamiento latinoamericano, al igual que Octavio Paz, de quien soy admirador no solo por sus ideas y conceptos, sino además por esa prosa también límpida, precisa y enriquecedora, llena de metáforas y deslumbramientos verbales.
Otro de los escritores de influjo y pujanza para mí ha sido Felisberto Hernández (Nadie encendía las lámparas, Por los tiempos de Clemente Collins, El caballo perdido, El cocodrilo y Las hortensias, entre otros libros más, un genial escritor uruguayo, quien también fue pianista de películas del cine mudo; un narrador inconfundible pero que, a la vez, se ha dicho, no se parece a nadie).
José Lezama Lima: su poesía, ensayos y, por supuesto, Paradiso, constituyó para mí la revelación de una nueva dimensión; algo que rompía con el orden de la sencillez y el barroco carpenteriano para hacerme sentir como una gran espiral de imágenes en la que los valores, costumbres, aspectos, entre tantas cosas, ideas y sentires de lo cubano (siempre en movimiento) se mezclan fuertemente con valores, mitos, leyendas y arquetipos universales. Creo que esto es a lo que aspiraba Lezama: a lo universal en lo cubano. Y a su manera, bellamente coloquial, Eliseo Diego y, por supuesto, otros autores pertenecientes al grupo Orígenes. Es importante para mi narrativa el hecho de que he tocado a Guillermo Cabrera Infante, en su deslumbramiento por La Habana, en su enorme regodeo y rebuscamiento por el lenguaje; a Virgilio Piñera y su La isla en peso, además de La carne de René; y, de alguna manera, me impresionó mucho el libro Fuera del juego de Heberto Padilla.
En verdad, siempre leí: unas épocas más, otras menos. Hasta que llegué al boom de la narrativa latinoamericana (fenómeno que creo ha sido único en la literatura universal y que, al parecer, no va a repetirse). Autores como Julio Cortázar (con sus cuentos y su gran novela Rayuela); Juan Rulfo (su novela Pedro Páramo y sus cuentos El llano en llamas); Carlos Fuentes (La vida de Artemio Cruz, La región más transparente y, fundamentalmente, con Aura, esa exquisita novela corta que embriaga con su erótica sensualidad); Alejo Carpentier (con todas sus obras, pero principalmente con las novelas Los pasos perdidos y El siglo de las luces); García Márquez (claro, con un discurso narrativo increíblemente pegajoso, hechizante, en cada uno de sus cuentos y novelas, incluso en algunos de sus libros de reportaje).
PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?
MGM: Bueno sí, la vida es literatura y viceversa, porque la literatura también es una dimensión creadora de vida, de vida imaginaria, que es asimismo muy real. La Realidad, como yo la veo, es tanto corpórea (visible, presente, lógica) como imaginaria (invisible, sensible, presente y ausente, subjetiva y ficticia).
Pero aún creo que hay más. La vida y la conciencia —según el biólogo Robert Lanza— son los creadores de la materia. Pero yo reordenaría un tanto ese orden; es decir, para mí, la conciencia y después la vida son los creadores de la materia. Todo esto, como ya sabemos, viene sabiéndose por el desarrollo que está teniendo la ciencia y la tecnología en estos tiempos, gracias principalmente a la física relativista y a la cuántica.
Y si decimos que la conciencia es el fundamento primero de todo (podríamos pensar entonces en una Conciencia para infinitos universos paralelos, lo que daría lugar al Unimultiverso). Y en esa Conciencia, como en las individuales del homo sapiens, la literatura es un universo en un espacio-tiempo creativo, donde los mundos de la novela, de los poemarios, los cuentos, los ensayos y la crítica, entre otros géneros, constituyen un sinnúmero de otros submundos, digamos, formados por imágenes, metáforas, atmósferas espaciales, personajes y tramas que se funden a través de enlaces ocultos. Si se habla de “universos y mundos paralelos”, es también factible decir que hay “novelas, poemarios, relatos, críticas y ensayos paralelos”. Cabrera Infante hablaría de “vidas para leerlas”.
Al parecer, en los estudios que se han realizados sobre agujeros negros (black hole), todo lo que estos entes del universo atraen, hablando de materia y energía, se le ha empezado a considerar como “información”. Es como si viviéramos en un inmenso e indescriptible programa (software) computacional y de todas las percepciones de que se nutre y que, a la vez, genera nuestra conciencia la característica más real, a ciencia profundis, es la “información”, puesto que se supone que hay un gran y asimismo indescriptible centro (Matrix) que lo recepciona todo, lo procesa, lo remodela y lo devuelve en algoritmos de respuestas (que muy bien podría tratarse de entregas mediante los llamados agujeros blancos o white hole.
Si todo esto forma parte de la literatura de ciencia-ficción, de hecho, forma parte de la vida, por ser vida y ser literatura (información, imaginación) y por estar dentro de la vida y dentro de la literatura. Desde una perspectiva cuántica, la literatura puede ser vida y viceversa.
Manuel Gayol Mecías, escritor, investigador literario y periodista cubano, ganó el Premio Nacional de Cuento del Concurso Luis Felipe Rodríguez de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en 1992, y en el año 2004 el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano de Nueva York. Ha publicado, entre otros libros, “Retablo de la fábula” (poesía), “Valoración múltiple sobre Andrés Bello” (investigación), “El jaguar es un sueño de ámbar” (cuentos), “Marja y el ojo del Hacedor” (novela) y “La noche del Gran Godo” (cuentos). Reside en California.