Si algo es distintivo del Partido Comunista, único partido político legal en Cuba, es su pésima lectura sobre el conjunto de la Historia toda. Su otra distinción, quizá aquella que más factura le ha cobrado en sus últimos treinta años, es creer en gobernanzas infinitas.
Con ambas percepciones coinciden dos jóvenes, ambos estudiantes universitarios y miembros de la Unión de Jóvenes Comunistas, que se manifestaron en la inédita oleada de protestas iniciada el domingo 11 de julio de 2021 en San Antonio de los Baños y que, en apenas tres horas, se extendería a lo largo de la isla.
Distante de aquellas otras generaciones de cubanos ‒atrapados en la vorágine de la llamada “épica revolucionaria”‒, la generación de Yoan Carlos Cordoví y Susana Patricia Díaz no es rehén de ese compromiso taimado que impuso la exRevolución desde el mismo primero de enero de 1959, ratificado luego por el propio dictador Fidel Castro en junio de 1961, cuando estrecharía aún más los márgenes de libertades con la sentencia que todavía rige la gobernanza en Cuba: “dentro de la Revolución todo; contra la Revolución ningún derecho”.
Una generación que ni siquiera comprende, a cabalidad, los componentes trágicos que trasvasan la cartografía del exilio cubano. Una generación que no tiene como referentes simbólicos eventos como la Operación Peter Pan; la Crisis de los Misiles; la guerra en Angola; el crimen de Barbados; Causa 1, o el rescate del niño Elián.
“La primera vez que vi un horizonte en mi vida fue el 11J. Significó, para mí, un quiebre en la desesperanza y un retorno de la fe a la posibilidad de un cambio real en mi país”, relata Susana Patricia, y acto seguido asegura que dedicarse a la poesía “es lo único que me ofrece un remanso de sosiego” en medio de la sobrevida a que están obligados a transitar los cubanos en la isla.
“Ni siquiera tuve el más mínimo conflicto entre ser miembro de la UJC y salir a la calle aquel domingo para manifestar que quiero ʻpatria y vidaʼ, que quiero libertad. Pero fundamentalmente, que no quiero más continuidad de un sistema socialista que solo ofrece a los jóvenes promesas, y represión si no quieres malvivir con esas promesas, desde esas promesas y para esas promesas”, añade Susana Patricia.
Su militancia en la UJC, cuando se le pregunta, representa más un trámite ‒o asignatura‒ que una convicción o certeza. No sabe cuáles sentimientos bulleron en sus padres cuando en su juventud militaron en esta organización gubernamental, pero tiene la convicción de que fueron sentimientos y sensaciones muy distintas a las de su generación.
“Hoy, ser miembro de la UJC es como ser parte del juego de los seis grados de separación, pero el Gobierno no está listo para esa conversación y prefiere seguir creyendo en la utopía de que los jóvenes somos la continuidad de su revolución. Ni siquiera admiten que un número muy significativo de los jóvenes que salieron a las calles, o que compartieron contenidos sobre el 11J, eran miembros de la UJC”.
Aunque no estuvo entre los centenares de jóvenes y adolescentes que sufrieron golpizas y cárcel como respuesta por ejercer sus derechos a la protesta pacífica, Yoan Carlos tiene “cicatrices” que representaron un cisma entre el reclamo a las libertades civiles que puedes hacer “dentro de la revolución” y el mismo reclamo, pero “desde las calles”.
“Salí el 11J a manifestar las mismas demandas que manifiesto en las asambleas de base de la FEU [Federación de Estudiantes Universitarios] y la UJC, ni más ni menos. Sin embargo, las respuestas no fueron las mismas: nos golpearon, nos arrestaron, nos presentaron como ʻmalandrinesʼ, ʻconfundidosʼ y traidores en todos los medios de prensa del Estado. Cómo puedo seguir sosteniendo una política de gobierno que comanda un proyecto social hipócrita, que alaba mi sinceridad a puertas cerradas mientras me lapida y calumnia en los parques. Una política de gobierno que no escucha a la sociedad civil”, apunta Yoan Carlos refiriéndose a la reciente encuesta realizada por el proyecto independiente CubaData.
Según esta encuesta independiente, realizada para personas entre 18 y 75 años de edad, más del setenta por ciento de los cubanos en la isla no confía, o confía muy poco, en el régimen de Cuba. Más del setentaicinco por ciento desconfía de las gestiones del Partido Comunista (PCC) y en iguales cifras repudia las acciones de la Policía Nacional (PNR).
Este mismo sondeo reflejó que casi el setenta por ciento de los cubanos no tiene absoluta confianza en el actual dictador en la isla, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
“Mis padres sufrieron, en sus respectivos centros de trabajo, un llamado de atención, casi un acto de repudio, por mi presencia en las manifestaciones pacíficas exigiendo lo que once millones de cubanos queremos y sabemos. Mis padres sufrieron las amenazas de ser procesados bajo el Decreto-Ley 35/2021 del Consejo de Estado por tener un hijo joven estudiante que traicionó los estatutos de la UJC, es decir, los estatutos de la revolución”.
El Decreto-Ley 35, de carácter sumamente dictatorial en todos los sentidos y entronizado luego del 11J, fue calificado por la sociedad civil de impopular y de representar otra vuelta de rosca a la mordaza que ejerce el régimen de La Habana contra las libertades y derechos a la expresión, opinión y prensa.
“Precisamente mis padres me apoyaron, sin medir consecuencias ni represalias, no solo porque denigraron y difamaron a su hijo, sino porque el propio Decreto 35 también les coarta a ellos sus voces y sus derechos a defender a ese hijo”.
Similar fue la experiencia familiar para Susana Patricia en referencia a la aplicación de un Decreto-Ley “inadmisible, antisocial y profundamente tiránico”. Lejos de cismarse, la familia de Susana Patricia le alentaron, “siempre pacíficamente”, a ejercer su derecho a manifestarse tanto en sus redes sociales como en el escenario público.
“Mis padres saben muy bien que el Decreto 35 es una mordaza para todo cubano, sin importar sus filiaciones ideológicas, raza u orientación sexual. La mala noticia para el gobierno de Díaz-Canel es que, contrario a dividir a la familia, esta ley aunó más a la familia trabajadora cubana, que luego del 11J comprobó con sus ojos que la revolución llevará al cadalso incluso a quienes por décadas le ofrecieron lealtad ciega”.
Texto perteneciente al Dossier ‘El 11J en contexto’, del número 17 de Puente de Letras