El parte médico oficial aseguró que el cantante de reguetón Daniel Alejandro Muñoz (Dany) murió en Cuba, en la mañana del pasado 18 de julio, a causa de una afección cardiovascular aguda, pero Yomil Hidalgo, quien compartía escenarios y grabaciones, matizó el fallo con un video que circuló en las redes sociales donde asevera, entre lágrimas, que el deceso se produjo por negligencia médica.
Esto no anula lo que se plasmó en el acta de defunción, pero sí expone el desastroso estado de los servicios médicos, un fenómeno que no se circunscribe al hospital capitalino Calixto García donde tuvo lugar el hecho.
La red hospitalaria nacional se caracteriza por una pésima gestión que provoca un indeterminado número de muertes cada año. La falta de higiene, la indolencia de una parte de los galenos y el personal de enfermería y el estado ruinoso de las instalaciones, son hechos incontrastables.
Así que el punto de vista de Yomil no es una distorsión gratuita del episodio. Existen razones para sospechar que hubo un mal proceder desde que el artista llegó al hospital. De todas formas, se puso en marcha un proceso investigativo que debe servir para aclarar los verdaderos motivos del fatal desenlace.
Es iluso esperar una mejoría notable en este ámbito. Las cadenas de disfuncionalidades solo se acaban o se reducen con un intenso programa de inversiones, que ayuden a restaurar y equipar debidamente cada centro, pagarles salarios dignos a los trabajadores y optimizar las condiciones laborales, y eso no es factible por múltiples razones que van desde el férreo bloqueo interno liderado por los jerarcas del partido único hasta el reforzamiento del embargo desde que Donald Trump se convirtió en el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos.
Es obvio que sin una economía sólida no puedan brindarse servicios de salud que cubran las expectativas de los pacientes. El reconocimiento de Cuba como potencia médica es una barrabasada, un ultraje al sentido común.
De vuelta al tema de la publicitada tragedia, pienso que las pesquisas en curso, y un hipotético fallo a favor del punto de vista del entrañable amigo del occiso, ayudarían si acaso a una corto y relativo alivio del problema. El relajo va a proseguir con sus aciagas consecuencias sin que haya alborotos mediáticos y mucho menos órdenes para iniciar investigaciones policiales para determinar si hubo uno o varios deslices profesionales.
El Dany era una estrella del género que se ha impuesto en el mercado internacional de la música, al margen de los cuestionamientos y rechazos. No era uno de esos jóvenes que a duras penas sobreviven entre las ruedas dentadas del socialismo que les prometió la felicidad plena.
Es harto conocido que alcanzó, junto a Yomil, una relevancia que sobrepasó las fronteras nacionales.
Por otro lado, no faltaron los choques verbales entre algunos artistas que exigían un mayor protagonismo en defensa de una inmediata aclaración de los motivos del fallecimiento y otros que se cuidaban de traspasar la delgada línea de lo permisible en un escenario tan politizado como el cubano.
Meterse en líos con la policía política por emitir algún criterio es un asunto que se evita al máximo y no solo en el gremio artístico.
La mayoría de los cubanos se cuidan de no llegar a esos extremos. Esta vez, como era de esperar, hubo un derroche de moderación. Nada que perturbara la versión oficial de la muerte, tal y como lo hizo Yomil.
Al final, muchas condolencias a la familia, temas musicales de recordación y despedida y cero alusiones al cada vez más patético sistema de salud pública que pudo ser la causa de que el cantante esté bajo tierra.
Son muchos los que identifican a la doble moral como un mal necesario dentro de un entorno de miseria permanente, delaciones, miles de policías con uniforme o encubiertos y esperanzas con epitafio.
Ningún músico quiere perder los privilegios de entrar y salir del país, ofrecer conciertos y grabar sus temas sin las molestias de algún policía pisándole los talones o los humillantes efectos de un boicot permanente supervisado por un alto funcionario del Ministerio de Cultura.
La gran mayoría de los artistas han aprendido las reglas del juego. Se amoldan a las circunstancias o se van sin boleto de regreso.
Hay que hilar fino en los dominios de una dictadura. Un resbalón puede ser el paso previo a la muerte en vida.
Quizás sin darse cuenta Yomil se extralimitó con sus declaraciones. A lo mejor va y en algún momento pide disculpas. Todo es posible bajo la sombría cotidianidad del miedo y la sospecha.