En uno de los momentos históricos más profundos y significativos que ha vivido ese inmenso sanatorio que flota en la desembocadura del Mar Caribe, los internos del manicomio gritaron por primera vez «¡Libertad!», «¡Abajo el comunismo!», «¡No más tiranía!», gritos angustiosos que resonaron en todo el mundo. Era el 11 de julio de 2021. Aparentemente, para asombro de los guardianes de la institución, se produjo una grieta en la pared que rodea la escotilla, donde se suponía que la población con el cerebro programado estaba feliz y tranquila.
A través de esa apretada abertura se escapó el alma y la vista de cientos de miles de seres humanos, gritando por libertad y una forma básica de dignidad humana, para consternación del Alcaide Supremo y sus subsiguientes subordinados. Estos, que hasta ese momento tenían el control total de los reclusos, eran todos miembros de dos generaciones de piratas que decidieron quedarse en el lugar, una presencia mucho más prolongada que la habitual escala depredadora. Estas criaturas grotescas, malévolas, crueles, camaleónicas, totalitarias, a veces carismáticas y a veces vulgares, se habían unido en una sola voz que dejaba de lado, brutalmente, cualquier forma de máscara para proclamar con cinismo que los internos que se rebelaban eran simplemente cucarachas que debían ser aplastadas de inmediato, algunos mediante el asesinato o la paliza atroz y el resto mediante un nuevo y continuado encarcelamiento.
La isla-cárcel-asilo sigue flotando. El turismo fluye ininterrumpidamente. ¿Qué verán estos nuevos visitantes? ¿Son diferentes de las miríadas anteriores que vinieron y se fueron sin ni siquiera insinuar que estaban visitando una gigantesca prisión? ¿Hay alguien que vea o escuche además de los familiares de los enfermos, además de los seres con conciencia social o además de los que aún contemplan el cristianismo, la belleza y la gracia de la libertad? ¿Acaso el grito de los presos se va a transformar en una monstruosa cámara de eco para placer de todos los que aún aplauden a los carceleros? ¿Acaso 10 millones de personas son una cantidad significativa de carne humana que debe ser tomada en consideración más allá de unos días de posturas internacionales? ¿Puede alguno de los carceleros tener siquiera un parpadeo de conciencia a medianoche? ¿Se va a ir alguna de las grandes sanguijuelas de la escena?
La isla de asilo es Cuba, poblada por un grupo de seres humanos hermosos, cariñosos, joviales, creativos y trabajadores que desde 1492 hasta el presente sólo han disfrutado de 57 años de libertad como República. Los que están en las calles gritando «Libertad» son cubanos en una macabra casa de corrección, esperando que un milagro cambie su destino. ¿Alguna esperanza?