Félix Luis Viera ha publicado recientemente, por la editorial miamense Neo Club Ediciones, la novela Un mariachi viejo, que, según consta en el subtítulo, es “una historia de amor”.
Y sí lo es. Es una novela de amor.
La historia conmueve.
Es la relación de un hombre con dos mujeres al mismo tiempo; mujeres que comparten —al menos una de ellas totalmente a sabiendas— al amoroso quien, por momentos, no parece estar seguro, tanto de su condición de amante, como de su actuación en otras facetas de la vida.
Él es un escritor cubano disidente del régimen existente en su país y avecindado en la Ciudad de México; en ocasiones resulta hipercrítico con el medio y aun llega a abjurar de sus raíces.
Cinthya es morena; Érika, güera. Ambas, exponentes de la belleza de la mujer mexicana. Cinthya prudente, pasiva, entregada; Érika —quien, poco antes de conocer al narrador protagonista ha experimentado un cambio en su orientación sexual— todo lo contrario: desenfadada, explosiva, agresiva en ocasiones.
Él, más que un donjuán, resulta un adicto a las mujeres, a las cuales disfruta y a la vez clasifica, sin dejar de exaltarlas continuamente como género: [A las mujeres] “Dios les otorgó los atributos —de cuerpo y espíritu— para que cuenten con el poder principal e infinito de la raza humana”.
La novela está contada mediante un espíritu leve, pero digamos que, por debajo de su aparente ligereza, corre una fuerte corriente subterránea.
Cuando leí la fecha al pie, me pregunté cómo fue posible que Félix Luis demorara más de cuatro años para dar por terminada una obra de solo 170 páginas —170 páginas que se van volando—, pero de inmediato comprendí que “escribir” los silencios, que juegan un papel determinante en la narración, sin duda exigió mucho tiempo y esfuerzo.
Un mariachi viejo resulta una novela trágica al fin y al cabo. El desenlace es conmovedor y sorpresivo.
El tema de la desoladora realidad cubana actual está velado pero presente y es parte de la tragedia del protagonista: la patria perdida e irrecuperable.
Como en sus novelas anteriores, en esta Félix Luis Viera hace gala de un lenguaje directo, si bien matizado con una poesía sobresaliente y marcado por otro de sus atributos: un ritmo vertiginoso.
Le auguro un buen destino a esta singular historia de amor.