Home Sociopolítica Opinión La escalada del conocimiento, guerra avisada para Cuba

La escalada del conocimiento, guerra avisada para Cuba

Sanguinetty, Álvarez, Hayek. Montaje sobre video de Wenceslao Cruz

¿Podrían el mérito o el tiempo de lucha ceder luego a la condición temporal de un cargo público? ¿Podría Trayectoria, tras cumplir su mandato, ponerse a trabajar? ¿Despertaría Cuba con Julio César o con Washington? El primero, Galia en mano, se autoproclamó eterno. El segundo sirvió y se retiró. La transferencia pacífica de poder. ¿Cómo remover al régimen? Complicado pero posible. ¿Cómo evitar pasar de un caudillo a otro? Imprescindible, no sea que la larga espera termine en la orilla.

No se trata de cambiar la naturaleza, todo ser humano busca su interés personal y eso nos sacó de la cueva. El reto es acotar dónde empieza la libertad del otro, limitar al político para, mientras persigue su interés, no obstruya el interés del resto. La república liberal y sus restricciones son lo más cercano a lograr esta coincidencia.  No sea que lleguemos a elecciones (Democracia) pero nunca lleguemos a República, al imperio de la ley.

El salto en Occidente fue forzar al Estado, que era agencia para someter y extraer, a convertirse en agencia para proteger las libertades civiles,  la propiedad de cada uno. Un andamiaje de reglas y hábitos donde los instintos y las emociones quedan limitados. Ese salto fue posible por uno anterior en las ideas y su alcance gradual en las mayorías. “Primero el conocimiento y después la acción”, repetía Carlomagno mientras regaba escuelas por Europa. Nótese el aporte intelectual de Grecia a Roma, del Renacimiento a la Revolución Industrial, etc. Entonces, salvar a Cuba implica no solo un cambio de sistema sino introducir a tiempo en la cultura popular elementos básicos de historia, ciencias sociales y economía como si fuera un deporte. Y esto debe empezar por la oposición afuera, hoy con creciente eco en la Isla.  El cubano, en términos generales, no completó ese avance, más bien retrocedió.

Nos referimos a aspectos sencillos, sobre todo aquellos que desmontan mitos. Decía Hayek que si las mayorías hubiesen sabido algo de economía nunca habría habido socialismo. Por ejemplo: Adam Smith trajo la mano invisible, genial observación que explica el libre mercado aun hoy.  Pero se equivocó  al advertir el origen del valor. Tres economistas, que no se conocían entre sí, demostraron que el valor es subjetivo —según lo que prefiera cada cual. El valor no parte del obrero, sino del consumidor.  ¿Qué precio tiene para una persona en el trópico un abrigo de lana? ¿Importa el costo? ¿Si el costo determina el precio, por qué algunas empresas quiebran? Entonces, ¿qué sucedió?  Aunque la idea inicial había quedado fuera, Marx la retomó. No había internet, la gente no se interesa por estos asuntos, el marxismo estaba muerto pero las mayorías no lo sabían. Resultado: Tuvimos la Unión Soviética, un Mao y varios Castro.

Veamos algunos dicharachos que serían muy útiles:

1) Ni la salud ni la educación son derechos. Nada que implique la acción de otro es un derecho. A no ser que creas que puedes obligar a que te atiendan o te enseñen sin consultar la voluntad ajena. La necesidad no implica obligación. De alguna parte sale el pago, el acuerdo. Como comenta Axel Kaiser, (también Martin Krause), “educación gratis es un derecho a la plata de otro” (Existe una extensa literatura sobre el tema… ver: Murray Rothbard)

2) La enseñanza a todos los niveles, particularmente en ciencias sociales, necesita incluir alternativas, diferentes autores y escuelas de pensamiento. Aunque se enfatice en los consensos, debe primar el cuestionamiento y la libre elección. Cuba, después de 1959, mutiló carreras como Historia, Economía, Literatura y Psicología para reducirlas a la corriente conveniente. Ello devino en un presente con muy pocos elementos de análisis. La lista de ausentes es larga; en Psicología apenas mencionan a Freud. En Economía le regalan la nota a Marx.

3) No es lo mismo el capitalismo de Honduras (ejemplo), que el de Estados Unidos. En el primero hay arreglo entre elites, con mínima o nula entrada para los nuevos. Importa el apellido y el orden de llegada o la jerarquía. “Yo soy de los fundadores”. Hay garajes pero no Bill Gates. Predomina la oferta cerrada, la inflación, la mafia política. El segundo es un orden de libre acceso en lo político y en lo económico. Las leyes son impersonales. Lo mismo llega un actor de cine a la Casa Blanca que un desconocido progresa. Por eso es destino común del emigrante. La zanja está en las reglas del juego –instituciones, etc.—, un arreglo entre opuestos donde el que pierde un round no va preso y siempre hay tiempo para empezar de nuevo. (Ver: Por qué fallan las naciones. Acemoglu. También otros textos de D. North, etc.)

4) Las sociedades progresan si los individuos —en cooperación espontánea— tienen libertad para decidir, y son los que producen. Luego una pequeña parte de los ingresos se entrega al Estado para asuntos comunes. Cualquier otra variante fracasa. Demostrado.

5) El mundo libre corre bajo una suma positiva y no una suma cero como repite la izquierda. La ganancia de uno no necesariamente implica pérdida para otro. Incluso en el plano más sencillo, el salario, tu ganancia, existe porque trabajas para otro que también gana (ver: Douglas North, Hayek, Montaner, Vargas Llosa… así como la “teoría de juegos”)

6) La compra-venta, el intercambio, no implica igualdad de bienes sino una doble desigualdad. Si das $200 por una laptop, en ese momento valoras más la laptop que los $200, y al vendedor le ocurre lo contrario. En cada intercambio ocurre un beneficio para ambos. Quien provee la mesa con lo que los demás quieren es en el fondo un benefactor social. (Ver: Escuela Austriaca de Economía, Menger, Mises, Hayel, Salermo y otros autores recientes como Axel Kaiser, Gloria Álvarez, etc.). Por eso, en ausencia de coerción, el salario es una transacción voluntaria, de valoración cruzada. Por definición no existe la explotación. Uno necesita el dinero hoy y el otro puede esperar, tomar el riesgo.

7) No podemos confundir la verdad con la opinión de la mayoría. La opinión de la mayoría arruinó a Cuba. El éxito sería entonces lograr un cambio de opinión allí. Estados Unidos, Inglaterra y otros pocos, son repúblicas liberales, no simples democracias, precisamente para evitar que una mayoría masifique su ignorancia.

8) Lo importante no es de dónde sale la pobreza, que es la condición natural de todo ser humano. Lo importante es de dónde sale la riqueza, qué arreglo traduce el esfuerzo en resultado y el resultado en recursos. Por ello la obra de partida de la economía moderna se titula Una investigación sobre la riqueza de las naciones. La izquierda ha intentado siempre invertir esto.

9) En el lenguaje, los términos colectivos como pueblo, beneficio social, bien común, esfuerzo decisivo etc., son políticamente vacíos si el individuo no se presenta como un fin en sí mismo en lugar de como un  instrumento para los fines de otros (Kant). Esta narrativa es típica de ideologías seculares como el socialismo. Por cierto, la moral socialista no existe, la única moral posible y aceptada es la que respeta la voluntad ajena. Ver Ayn Rand, así como lo que  George Orwell  llama neo-lengua, utilizada por los regímenes totalitarios. “El Ministerio de la Verdad”, “todos somos iguales pero hay algunos más iguales que otros”, etc.

Regresemos a Cuba para concluir. ¿Con qué se cuenta hoy?

Se utilizan dos herramientas admirables: La protesta interna, apoyada desde afuera, y la denuncia, que tiene quebrado el vitral del régimen. Pero ambas podrían ser probables víctimas de círculos viciosos. Sigo creyendo que hace falta un tercer elemento, una articulación, y que esta podría ser el despegue inevitable del sector privado. Fondos producidos allí. (Ver economistas cubanos con sugerencias similares en los 1990’s). No hablamos de unos pocos con mucho, sino muchos insertados en el mercado informal. Los macetas siempre han sido aniquilados, no así la bolsa negra en general. Al decir del profesor Jorge A. Sanguinetty, el cubano económico siempre ha prevalecido sobre el cubano político.

El primero podría aliarse con la oposición interna y formar clusters espontáneos  sin necesitar una casa para reunirse, al menos de inicio. A diferencia de los 1990’s, esta vez el número de jugadores podría ser creciente, dispersarse en múltiples pares, y los recursos del régimen son en extremo escasos. Un desbalance aquí, el primero desde 1959, necesitaría una estrategia seria de arranque. Esta podría incluir la “compra” de oficiales, el viraje voluntario de algunos, la toma escalonada de una zona geográfica, etc. Son escenarios probables, sin precedentes.

En paralelo es necesario enlazar a la oposición. Organizarla. ¿Cómo? Unos pocos estatutos comunes –escritos– podrían unir líderes, grupos y actores internos que podrían a su vez sorprender y cambiar de bando. Estas máximas necesitan hacerse populares en la Isla, y ello debe ocurrir a tiempo. O sea, conformar un posible Bill of Rights cubano. Los documentos de la revolución americana partieron de borradores redactados antes. El Bill of Rights británico fue escrito por los nobles previo a la guerra civil y tuvo de predecesor La Carta Magna en el siglo XII.

Además, por algún lado hay que anotar y hacer llegar a todos que, aunque en democracia el Estado ejerce el monopolio de la violencia –policía y ejército–, éste no se subordina a ningún partido ni ideología, sino a la ley. Sería el primer objetivo si se remueve el régimen.  Y de nuevo, hay que dejar claro que los cargos públicos en la nueva Cuba son temporales, o sea, para cuidar mi derecho a mi plan de vida, al de cada cual. Para ello, el que ejecuta no legisla, y el que legisla no juzga (División de Poderes).  Creo que esa es la nación que queremos todos.


 

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