Escritor de extraordinaria capacidad para asumir y defender su pensamiento, aunque por ello tenga que vivir en el anonimato de su casa. Poseedor de un discurso estremecedor, y a la vez único, es capaz de resistir las tentaciones y/o rechazos de territorios aledaños. A base de lecturas y horas frente a la computadora, construye un escudo de palabras bajo las que sobrevive con humildad y orgullo.
Conversar con José Alberto Velázquez (Las Parras, 1978) es recorrer cientos de años, cientos de libros, millones de vidas. Ser su amigo me ofrece el privilegio de platicar con absoluta libertad. Ha publicado varios libros, entre los que sobresalen La burbuja heroica (Poesía, Ediciones Orto, 2012), Gestos brutales (Cuento, Ed. Sanlope, 2015) y Ghetto (Poesía, Neo Club Ediciones, Miami, 2016). En una ocasión me dijo: “No pueden con nosotros porque son perezosos”.
Frank Castell- La resistencia, esa capacidad de atravesar campos cada vez más sólidos y contaminados, le ofrece a tu obra una visión diferente al discurso contemporáneo que se promueve en Cuba. ¿Por qué?
José Alberto Velázquez- En mi caso resistir es una cómoda obligación. Lo otro sería el suicidio, mondo y lirondo. Como tengo hijos que supuestamente me aman y un residuo de fe en un Dios que probablemente existe, entonces la segunda opción queda descartada, me tomo un buen café (de contrabando, of course), y sigo adelante como el guajiro pertinaz que soy. Poseo la temeridad de los desahuciados, solo comparable, en este orden, a la potencia de las malas madres y la bomba de hidrógeno. Si a esto le sumas estar casado con la mujer que quiero estar casado, pensar y hablar como se me da la real gana, y un milloncejo de tomos leídos a lo largo de treinta veranos, tienes lo que soy. Otros ingredientes: una intuición crítica real, gran capacidad de trabajo (en peligro de extinción) y, lo más importante de todo, ser uno de los pocos cubanos que conozco al que le importa un pito viajar al extranjero.
FC- ¿Cómo ves la literatura cubana actual?
JAV- ¿Cómo ves la pelota cubana actual, el transporte cubano actual, la programación televisiva actual?
En Cuba hay MUCHOS escritores, y muy buenos, qué duda cabe, pero, aunque escriben bien o, como en mi caso, son vagamente originales, no consiguen, no conseguimos, hacer literatura. Entonces: los escritores, yo también. Y la literatura, yo tampoco. Padura, con sus temas-gancho y sus tramas escolares y las soluciones pueriles a sus tramas escolares, está sobrevalorado a falta de algo mejor. Pedro Juan Gutiérrez SÍ es Bukowski pasado por guarapo, quien los leyó, lo sabe. Daniel Chavarría a ratos resulta ameno, pero ya. Debemos hurgar en el exilio y soñar con el futuro para recuperar la fe. De este lado del Atlántico hay desconcierto sociológico, necesidad de reconocimiento, chovinismo inútil que deviene mesianismo fútil (cubano, cubanía, cubanidad); un afán de botar la bola sin esforzarnos, y eso nos destruye. Yo no puedo decirte (el que lea, entienda): “Frank Castell, te autorizo a que digas lo que quieras de mí, pero todo lo que digas debe ser bueno, si no, te parto por el eje”. ¿En qué quedamos? Ya la obesidad, el tamaño de mi cabeza, mi sentido del humor, el humo realmente apestoso de mi tabaco, etc, serán temas tabúes que, una vez más, de mencionarse, el enemigo lo aprovechará para quitarnos la patineta. ¡Si no tenemos patineta! Entonces nace la distorsión, el proceso mutante, la aberración. Siempre recuerdo El progreso del peregrino, de Bunyan. Dos personas agarran dos caminos distintos. Parece que van a la par, que avanzan, pero uno de ellos tomó el atajo. Cuando llegan a las puertas de la Ciudad Celestial le dicen al del atajo: “Vuelva al principio”. La literatura cubana debe volver al principio, ser menos astuta y más valiente; menos valiente y más profunda. En el mejor de los casos, tendrá que renunciar a la obligación de suplir la ausencia total de periodismo que padecemos. La cultura de una nación no se puede manejar desde una oficina.
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