Escritor Freelance, periodista independiente, promotor cultural, desde hace varios años Jorge Enrique Rodríguez Camejo es uno de los reporteros más activos con que cuentan los medios no oficialistas, o simplemente libres, para informar sobre la realidad cubana. Corresponsal de ABC y Diario de Cuba, fue detenido el pasado mes de junio en La Habana y recluido en el centro de procesamiento penal conocido como Vivac, lo cual desató una poderosa campaña internacional de solidaridad que finalmente logró la liberación del periodista.
Jorge Enrique Rodríguez tuvo la gentileza de responder este cuestionario de Puente a la Vista:
Cuéntanos sobre tus inicios en el periodismo independiente. ¿Cómo fue que decidiste dar un paso tan peligroso en Cuba? ¿Cuál fue la gota que colmó la copa?
Al periodismo independiente llego casi de manera natural. Observando desde la distancia permitida por el tiempo transcurrido, considero que de alguna manera estaba predestinado.
Desde el año 2006, siendo presidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en La Habana, circulaba vía email lo que llamada “mis ejercicios de criterios”. Eran críticas a la política cultural cubana desde perspectivas incómodas, aunque alineadas a lo permisible. Tenía la habilidad, por mi experiencia como funcionario, de saber hasta dónde podía hacer uso de “mis cuotas de libertad”.
Una tarde de ese mismo año 2006 el escritor Andrés Mir, fundador y director de la revista digital Esquife, me invita a publicar esos mismos “ejercicios” en su espacio. Tres años después, Andrés se marcha a Rusia y deja la dirección de Esquife en mis manos. Un año después me otorgaron el premio nacional “Palma Digital 2010” en la categoría Publicaciones Digitales.
También tenía una columna en el sitio web de la AHS ‒Des(h)ojeando el calendario‒ donde reseñaba los libros de autores premiados en el concurso Calendario. En 2011 asumo también la dirección de la revista de rap Movimiento, que pertenecía a la Agencia Cubana de Rap subordinada al Instituto Cubano de la Música.
Pero en 2012 cancelan las ediciones de Movimiento, con la justificación de que no había presupuesto. Comienzan también los episodios de asedio contra Esquife desde el Ministerio de Cultura y Cubarte. Hasta que en 2014, mediante dos cartas abiertas ‒“Se jodió la perra” y “Obonekue”‒, rompo formalmente con las instituciones.
Dos meses después, en ese mismo año, me dan la bienvenida en Diario de Cuba hasta este minuto. Diario de Cuba, más que en un reducto, se convirtió en mi casa, mi familia y en un espacio de crecimiento constante.
Se habla mucho del avance del relativismo y la doble moral en Cuba. La Dra. Hilda Molina ha dicho que Fidel Castro “enfermó el tejido social de la sociedad cubana”. En los últimos 10 años, ¿crees que los cubanos han evolucionado hacia el poscastrismo o involucionado hacia el neocastrismo?
En los últimos diez años Cuba ha experimentado cambios vertiginosos. Eso es visible en el florecimiento cuantitativo ‒y cualitativo‒ de periodistas independientes; de artistas que, al asumir el sello “independiente”, expresan su ruptura formal no solo con las estructuras culturales de poder sino también con la estructura política del régimen. Es decir, contra el Partido Comunista y su retórica totalitaria.
Esta misma conclusión se aplica al activismo de la oposición. Tanto en la isla como en la diáspora se puede hablar de “un despertar” del cubano. Poéticamente hablando, me gusta utilizar esa imagen de: “el cubano está amaneciendo”.
Por supuesto que Fidel Castro “enfermó el tejido social de la sociedad cubana”. En disímiles ocasiones he afirmado que la inoculación comenzó bien temprano, cuando en 1961 determinó que, “dentro de la Revolución todo; contra la Revolución nada”. Sería ingenuo creer que aquella mordaza, legalizada en la biblioteca nacional José Martí como “Palabras a los intelectuales”, solo se refería a marcar las pautas de la política cultural. Con “Palabras a los intelectuales” se trazó el destino total de Cuba, dándose inicio al cultivo y cosecha de la doble moral cubana. Ese “pacto de silencio” [siempre he sido poeta] que atomizó a la sociedad civil.
En abril de 2016 publiqué dos textos en Diario de Cuba ‒“Artistas independientes en Cuba: la mentira tarifada desde 1961” y “Sociedad civil en Cuba: hacia el empoderamiento”‒ como parte de un dossier sobre sociedad civil.
En estos textos, y en los otros que integraron aquel dossier, se intentó explicar qué es y quiénes conforman la sociedad civil en Cuba, más allá del “florecimiento” del sector privado. Más allá de la puesta en escena de un régimen que persiste en la inamovilidad de un aparato jurídico que no avizora implementar –o al menos reordenar– leyes vinculantes que conduzcan a la autonomía de sus ciudadanos, los sindicatos laborales y las asociaciones civiles.
Los cubanos, en mi lectura personal, están en medio de un fuego cruzado entre la evolución hacia un poscastrismo y la involución hacia un neocastrismo.
Y considero, como consideré ayer, que solo mediante la eficacia de la prensa independiente cubana en acompañar y narrar el activismo de la oposición política y de las organizaciones independientes será posible una mayor visibilidad de la sociedad civil y los problemas de la Cuba de hoy. Una Cuba que, si bien dispersa, carga en la mochila de los cubanos de la Isla, y de la diáspora, necesidades y propósitos comunes.
Imagina que estamos en el año 2030. ¿Qué ha sido de Cuba?
En 2030 imagino una Cuba en pleno proceso de resiliencia. Me gustaría citar, en este caso, la pregunta que le hice a Daniel Zovatto (en 2017) y su respuesta, a la cual me suscribo totalmente:
¿Es posible esperar una democracia de calidad para Cuba?
“Lo que nos enseñan los procesos de transiciones hacia la democracia, en estos cuarenta o cuarentaicinco años desde la tercera ola democrática hasta la fecha, es que los procesos pueden ser apoyados desde afuera, estimulados desde afuera, pero claramente tienen que ser conducidos desde adentro […]. Si me preguntas qué yo veo al final: veo un proceso de democratización en Cuba […]. En los próximos diez o quince años no veo a una Cuba cerrada en una América Latina en democracia. Ahora bien, habrá que tener la disciplina, la resiliencia, para sostener este proceso. Y mientras más esté enraizado en actores internos más sostenible va a ser”.
Imagina que estamos en el año 2050. ¿Qué ha sido de Cuba?
Imagino a Cuba en 2050 con nuestros hijos y nietos disfrutando una democracia cabal. Como sujetos activos en las decisiones de la política, la economía, la cultura, la educación y la diplomacia.
Imagino a mi hijo, y a su descendencia, debatiendo sobre los destinos de una isla sin que ello suponga la represión, el hostigamiento, la cárcel y la muerte. Imagino una Cuba donde ser opositor al otro y a lo otro, no implique ser enemigo. Imagino una Cuba sin maniqueísmos, con las puertas siempre abiertas a la pluralidad.