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Joaquín Gálvez

El poeta Joaquín Gálvez, autor de Hábitat, responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el escritor, en su obra y sus experiencias:

Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

Joaquín Gálvez (JG): Mis primeros intentos literarios datan de cuando era un adolescente de 14 años. Tuve en mi hogar la buena influencia de mi abuela materna, que con apenas un 4to  grado de escolaridad era una gran lectora, por lo que  ejerció una gran influencia en mi interés y amor por la literatura. Recuerdo que mi primer intento literario fue una novela, pero muy pronto descubrí en la poesía mi forma natural de expresarme literariamente. Luego, a partir de los 19 años, cuando ya había adquirido una mayor madurez como lector, es que comienzo a escribir poesía con el rigor del oficio.

Joaquín Gálvez

PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

JG: Creo que la ensayista Lourdes Tomás lo menciona certeramente en el prólogo de mi libro Retrato desde la cuerda floja:  «Ese autor cifra una temática que abarca los aspectos esenciales del arduo oficio de ser humano. La soledad que padecemos e intentamos mitigar con el amor;  el tiempo que nos transforma; la muerte que nos acecha; la necesidad de justificar nuestra existencia; la prodigiosa ceguera de ver la poesía o percibir la belleza, son algunos de los temas». Puedo añadir que en mis poemarios está implícita mi experiencia cubana de una orilla a la otra,  es decir, del insilio insular al exilio foráneo.

PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que lo hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

JG: Es muy difícil escoger solo tres, porque son múltiples  las influencias de libros y autores; pero, a pesar de la injusticia de la exclusión, me ceñiré a esa cantidad. Libros: El libro del eclesiastés (Biblia), Crimen y castigo y Poemas humanos de César Vallejo. Autores: Rimbaud, Kafka y Borges.

PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

 

JG: La vida es muy diversa y tiene muchos matices, como el universo mismo, para categorizarla con una definición. Esta pregunta me trae a colación  «Otro poema de los dones», de Borges, que evoca y exalta esa gama de dones que  le da razón de ser a nuestra existencia en lo inextricable de este universo. Toda la información que contiene el universo se puede leer como una novela, escuchar como una sinfonía y ver como un cuadro de pintura, etc. Pero esa belleza que el  hombre ha creado a partir del universo se debe a sus virtudes, tanto por su intelecto como por su sensibilidad; creo que ahí se encuentra la clave de la vida; la forma en que podemos crecer y evolucionar como seres humanos en torno a la enseñanza que nos brinda el universo.

Joaquín Gálvez (La Habana, 1965). Poeta, ensayista, periodista, animador cultural. Se licenció en Humanidades en la Universidad Barry y obtuvo una Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad del Sur de la Florida. Ha publicado los poemarios ‘Alguien canta en la resaca’, ‘El viaje de los elegidos’, ‘Trilogía del paria’, ‘Hábitat’ y ‘Retrato desde la cuerda floja’. Reside en los Estados Unidos desde 1989.

Francis Sánchez

Francis Sánchez

 

Francis Sánchez, autor de Llamadme Libertad, responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el escritor, en su obra y sus experiencias:

Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

Francis Sánchez (FS): Soy de un pequeño poblado, Ceballos, entre las ciudades de Ciego y Morón, en la antigua línea de fortificaciones de La Trocha Militar. No teníamos por allí muchas opciones culturales, pero dentro de mi humilde hogar existía un librero muy bien surtido, gracias a que mi padre era un gran lector. Él había acumulado además una colección de discos y era muy conocedor del séptimo arte. Mi padre había sido el último propietario de la sala cinematográfica del pueblo, el Nery, que pagó a plazos con sus ahorros de muchos años trabajando como obrero agrícola y mecánico, para convertirse en un animador cultural de aquella zona, haciendo incluso una especie de “cine móvil”, pues llevaba la gran pantalla a lugares lejanos. Pero, un día, el mismísimo Alfredo Guevara le intervino el cine a mi padre, y, con sus alas cortadas, como es de suponer, toda la vitalidad y toda la cultura que mi padre trataba de expandir se concentró sólo dentro de nuestra casa, allí yo lo veía sobrellevar la frustración hundiéndose en sus discos y sus libros. Heredé el gusto por esa salida de las miserias humanas que puede ser la lectura y la cultura en general.

Comencé a escribir de niño, cuando tenía unos diez años. Recuerdo que hice una supuesta “novela”, muy a tono con la propaganda de la época que bloqueaba la mente de cualquier criatura, sobre una guerrilla de soviéticos que se oponían a la ocupación nazi. ¡Qué cosa era aquello! Mis primeros poemas los publiqué con unos 12 años, en periódicos locales y en el semanario nacional Pionero, versos rimados, como unas décimas elegiacas por la muerte del narrador Onelio Jorge Cardoso. En 1985 una asesora literaria del municipio Ciego de Ávila se fajó para que le creyeran que mis poemas eran míos y hacerme una publicación, lo logró y me publicaron un plegable con unos cuantos poemas. Esos son más o menos mis inicios literarios. Cuando me becaron a la fuerza en una ESBEC (Escuela Secundaria Básica de Estudios en el Campo), porque no existía otra opción, se acabó el paraíso de mi infancia viviendo en mi pueblo, de manera casi silvestre, y comenzó un verdadero infierno. De ahí en adelante, la literatura fue para mí otra cosa, tuve que redescubrirla, desesperadamente, a veces como una pequeña tabla de salvación.

Francis Sánchez

PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

FS: En mis libros, creo que los autores conocerán cierto lugar curioso que existe en el mundo y adonde quizás no se pueda entrar por ninguna otra puerta: ese sitio soy yo, o son mis yoes. No es un paisaje muy plano en ningún sentido, eso me parece. No es solo un paisaje externo, hecho de experiencias públicas, ni es una habitación penumbrosa donde solo acumule cacharros íntimos. Si lo visualizo ahora, de forma ideal, de acuerdo con mis pulsiones, reparo en que hay una mezcla de espacio exterior y túneles interiores, algo parecido quizás a ciertas imágenes de películas de Tarkovski, donde llueve y sale el sol en habitaciones llenas de silencio. Me abro y al mismo tiempo capto, me traiciono y reinvento de un libro a otro. El sentimiento de la libertad, su búsqueda sensible, creo que me define. El mundo onírico ocupa un lugar central en mi vida, la mayoría de mis relatos se basan en la actividad de mis sueños.

PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que lo hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

FS: Si respondiera esta pregunta solo desde el presente, diría los que considero más cercanos ahora mismo. Pero, a lo largo de la vida, uno muere y nace muchas veces, y en eso ayudan los autores y los libros de cabecera. Haciendo un repaso quizás parcial de mis “inspiraciones literarias”, lo que a veces fue un estímulo o una sospecha extraordinaria, voy a mencionar a esta traílla de locos: Dante, Pessoa y Borges.

PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

FS: No estoy muy informado precisamente sobre las teorías cuánticas en particular. Pero creo en el poder insuperable de la intuición. Mi vida, y creo que la de mi generación, creciendo en una isla secuestrada por una política infinitamente maniqueista, ha sido una constante necesidad de superación de los límites de la realidad, intentando “alimentarme” por mí mismo, informarme, construirme mis propios ejes imaginarios. Esta “insubordinación solitaria” no quisiera que frenase nunca, porque, además, lo he disfrutado con todo el masoquismo literario posible. He vivido y vivo con esa convicción, de que mi realidad es mi literatura, y que mi ser está hecho de palabras, imágenes, apariencias y ruidos. La información a que nos referimos, la esencial, no creo que se encapsule ni se transmita mejor, o sea, de manera más completa, que en un lenguaje de naturaleza poética donde podemos descubrir ambas caras de una moneda al mismo tiempo, donde cada verdad consiste en una conjunción de sus asertos y refutaciones. Uno “se escribe”, pero, seguramente, el texto de la vida o del cosmos es el que nos escribe en última instancia. Sor Juana se vanagloriaba de poder burlar la prohibición de leer ciertos libros, leyendo en las páginas de la vida cotidiana. Queremos lanzar nuestro grito bárbaro desde los tejados del mundo, como decía Whitman, para introducir un párrafo personal en el drama de la expresión de la humanidad, pero quizás no haga falta más que haber estado aquí, y haber vivido, como decía Eliseo Diego, sabiendo que no tenemos todo el tiempo. Estamos condenados a que todo nos toque y a formar parte de un texto infinito. Al final, con perdón de Quevedo, tendríamos que decir: “texto seré, más texto enamorado”.

Francis Sánchez (Ciego de Ávila, 1970), escritor y editor, pertenece al grupo de intelectuales avileños católicos que en 1997 fundó la revista Imago. Entre otros libros, ha publicado ‘Cadena perfecta’ (cuento), ‘Nuez sobre nuez’ (poesía), ‘Un pez sobre la roca’ (poesía), ‘Caja negra’ (poesía) y ‘Extraño niño que dormía sobre un lobo’ (poesía). Es miembro fundador de la Unión Católica de Prensa de Cuba desde 1998. Premio Dulce María Loynaz 2016. Junto a Ileana Álvarez González, edita desde Cuba la revista digital independiente Árbol Invertido.

Yoaxis Marcheco

La periodista y activista Yoaxis Marcheco, autora de Isla interior  y Armado hasta en el nombre y el apellido, responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar en su obra y sus experiencias:

Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué la impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

Yoaxis Marcheco (YM): Para mí la literatura consistía solo en leer lo escrito por otros. Desde pequeña siempre tuve curiosidad por las letras, leer libros es como incursionar en la mente de otras personas, en sus experiencias y visión subjetiva de la vida, así que siempre he sido una lectora voraz. Escribir nunca fue una de mis metas, creo que ha sido la vida misma quien me ha obligado a hacerlo, la necesidad de comunicar nuestra situación dentro de Cuba, de explicar nuestra realidad a quien quisiera leerla y a la vez levantar un grito de auxilio; creo que es eso precisamente lo que me motivó a escribir, hablar de Cuba y la vida dentro de ella vista por mis ojos, sacar de dentro de mí esa Isla interior y mostrarla a otros, esperando ser socorrida y entendida por quienes me lean.

PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

YM: A través de mi libro mis lectores descubrirán la Cuba que viví después de asumir mi decisión de enfrentar al castrismo desde el interior de sus arterias. Sentirán el estrés que experimenté cuando salí del closet político e hice públicas mis ideas críticas, me declaré abiertamente opositora al regimen y comencé la batalla; una vez que eso empezó ya no pude descansar más, todo giró alrededor de esa decisión y entonces comenzó la cacería de brujas por parte de los represores, pero paradójicamente comenzó también la historia más emocionante de mi vida como cubana, el sentimiento inigualable de sentirme libre y dueña de mí misma.

PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que la hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

YM: Son muchos los escritores y obras que han impactado mi vida, pero si debo mencionar solo a tres de ellos te diría que el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, el estudio de su compendio de Etica cambió mi cosmovisión desde muchos puntos de vista, comencé a experimentar con mayor profundidad el perdón y la misericordia hacia mí misma y hacia el prójimo. ‘Cumbres borrascosas’ de Emily Bronte, la primera novela que leí siendo una niña de once años y que he releído una y otra vez durante toda mi vida, tal vez porque la pasión de sus personajes coincide con la pasión con la que tomo las cosas, los ideales, las metas que me propongo, incluso el amor. Y la Biblia, mi libro de libros por excelencia, nada se compara a toda la sabiduría y la paz espiritual  que recibo cuando leo la Biblia.

PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

YM: Estupenda pregunta, y fíjate que creo que la vida sí es pura literatura, desde mi cosmovisión el surgimiento de todo lo que existe comenzó precisamente a través del poder de la Palabra. La Biblia dice en el Evangelio de Juan capítulo 1 verso 1: «En el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios» y más adelante en el verso 4 dice que en El estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. Por otra parte te puedo decir que nada tiene más poder que la palabra, de ella pueden salir grandes bendiciones como también grandes maldiciones, la boca de los seres humanos puede proferir palabras para el bien y también lamentablemente para el mal, la palabra puede solucionar grandes conflictos o crearlos. Lo que sí creo con mucha convicción es que Dios es el mayor de todos los literatos, la vida misma es la más grandiosa obra literaria que alguien haya podido escribir.

Yoaxis Marcheco Suárez (Holguín, 1973). Licenciada en Ciencias de la Información en 1998 en la Universidad de La Habana. Master en Estudios Teológicos en la Facultad de Estudios Teológicos de Miami, hoy Laurel University. Ha publicado artículos en las revistas independientes cubanas Nacán y Convivencia y en el portal digital La Rosa Blanca. Misionera y profesora del Seminario Teológico Bautista de Santa Clara. En 2015 Neo Club Ediciones publicó su libro ‘Isla interior’. Es activista desde su cuenta en Twitter @yoaxism

Festival Vista, sexta edición en Miami

VISTA, Festival del Arte y la Literatura en Miami, celebrará los días 15 y 16 de este mes de julio su sexta edición con un programa que incluye presentaciones de libros, performances, paneles de debate y una rueda de prensa durante la cual Jorge Olivera Castillo, Premio Nacional de Literatura Independiente ‘Gastón Baquero’ 2014, dará a conocer a los ganadores en Cuba y el exilio del premio de poesía ‘Dulce María Loynaz’ 2017.

Durante las jornadas del 15 y el 16 (a partir de las 3:00 p.m. y hasta las 10:00 p.m.), a celebrarse en la sede del Miami Hispanic Cultural Art Center (111 SW 5ta AVE. Miami, FL 33130) que preside Pedro Pablo Peña, presentarán sus libros autores locales y de visita en la ciudad, como Ileana Álvarez, Francis Sánchez (Premio Dulce María Loynaz 2016), Pedro Armando Junco, Nicolás Abreu Felippe, Joaquín Gálvez, Juan Felipe Benemelis, Julio Benítez, Rubí Arana, Irma Sánchez y Mario Félix Lleonart.

El panel ‘La bestia travestida: Marxismo cultural y medios de comunicación en el siglo XXI’, con los analistas Carlos Sánchez Berzaín, Luis Leonel León y Armando de Armas, inaugurará el festival. ‘Sin medias tintas: Una conversación con María Elena Cruz Varela’, contará con la autora de El ángel agotado, Premio Nacional de Literatura Independiente ‘Gastón Baquero’ 2016. Los performers Luis Eligio de Omni y Kizzy María intervendrán con el show experimental ‘Mákina total’ (cuerpo instalado, narración audiovisual paralela, poesía actuada, cívica, política, sonora, visual, poesía de amor). Cerrando el sábado, el panel ‘Leyendas del exilio: La televisión al rescate de la Historia’, girará en torno a la serie homónima dirigida por el realizador Lilo Vilaplana.

El domingo, el panel ‘Revistas independientes’, a cargo de los editores Daniel Pedreira, Mario Félix Lleonart y Baltasar Santiago Martín, reunirá las publicaciones Herencia, Nota del cielo y Caritate. ‘Poetas y narradores en Miami: Una lectura plural’, contará con los escritores Alberto Lauro, Félix Anesio, Alexis Rosendo Fernández, Thelma Delgado, Ernesto Olivera y Jorge Olivera. Finalmente, el panel de discusión ‘Facebook y la era de la posverdad’, conducido por la periodista Karen Caballero, reunirá a los especialistas y animadores Midiala Rosales, Danilo Maldonado (El Sexto), Ana Olema, José Ovi Jiménez, Alcides Herrera, Rolando Nápoles y Roberto San Martín.

Además, participarán en esta edición de verano de Vista, entre otros presentadores e invitados especiales, Lincoln Diaz-Balart, Yoaxis Marcheco, María Werlau, Denis Fortún, Rebeca Ulloa, Liliam Moro, Manuel Vázquez Portal, Legna Rodríguez, Marcell Felipe, José Quintana, Franky de Varona y Daisy Kramer.

Entrada libre, brindis y parqueo gratuito.

Desde el año 2014, el Festival Vista de Miami da a conocer el trabajo de escritores, editores y artistas, fundamentalmente independientes, en interacción con colegas de otras ciudades y países. El festival aspira a ofrecer un espacio de continuidad e intercambio a individuos, editoriales y organizaciones cuya labor cultural constituya un aporte comunitario y merezca apoyo y reconocimiento. En Cuba el Festival Vista, en formato itinerante, ha celebrado ya varias ediciones al margen de las instituciones estatales, en colaboración con grupos y creadores de la sociedad civil.

Diseño de programas, cortesía DRC Art Studio:

 

‘Cubano confesante’, el libro del blog

 

El libro ‘Cubano confesante’ reúne la mayoría de los apuntes y crónicas del blog homónimo del pastor Mario Félix Lleonart Barroso, quien no solo es uno de los opositores al totalitarismo más dinámicos y lúcidos con que cuenta la sociedad civil cubana, sino un hombre de una calidad humana excepcional.

En tiempos en que la fe se debate entre la espada y la pared –la espada de la barbarie, la pared del descreimiento–, este diario de la lucha por la democracia en Cuba, de los avatares de un pueblo arrinconado y subyugado, constituye un clamor de esperanza que nos acerca, por añadidura, a la trayectoria vital de quien también es un pastor ejemplar: Uno que tuvo la generosidad no solo de guiar a sus ovejas, sino de enfrentar directamente a la rabiosa jauría que las desangra.

Así, este libro-diario está estructurado por fechas. Cada parte corresponde a un año. Comienza en 2010, cuando Lleonart colocó su primer post en el blog ‘Cubano confesante’, y cierra en 2016. En sus páginas vibra el futuro y se debate Cuba: estamos ante la ardiente cronología de una epopeya contemporánea.

En la muerte de Rogelio Fabio Hurtado

El escritor independiente Rogelio Fabio Hurtado

 

De sus 71 años, casi 50 los dedicó Rogelio Fabio Hurtado al oficio poético y unos pocos menos al periodismo. Este miércoles falleció en La Habana a consecuencia de complicaciones pulmonares.

Fue editor de la revista católica Espacios hasta que en enero de 2005, tras ocho años de existencia, fue cerrada por decisión personal del Cardenal Jaime Ortega y cesó de colaborar en las publicaciones de la Arquidiócesis.

Artículos de Rogelio Fabio Hurtado han aparecido en las revistas Unión, Gaceta de la UNEAC, Linden Lane, Palabra Nueva, Vitral, Encuentro, Consenso, Catálogo de Letras y en Diario de Cuba. Fue miembro del consejo de redacción de Primavera Digital. La revista Puente de Letras le dedicará su Dossier de este número de verano.

El escritor y periodista independiente Rogelio Fabio Hurtado

Estos versos suyos de 1996 caracterizan su postura ética: “El poeta/ como el personaje de una fábula Zen/ colgado de cabeza en el abismo/ saboreando una cereza/ desconcierta a los tigres”.

La siguiente entrevista se la hice en el año 2007:

P: Rogelio Fabio Hurtado pudo ser pelotero, militar, ajedrecista. ¿Cuál es la historia de tu vocación poética?

RFH: Cronológicamente, en el principio fueron las controversias radiales de puntos guajiros, que mi familia materna, de origen isleño, escuchaba con fervor. Después, las poesías de los libros escolares, Dulce María Borrero, Pedro Santacilia, de quien incluso recité su poema dedicado a Ignacio Agramonte en un programa infantil de televisión.. Por supuesto, los versos sencillos de Martí, de imperecedera memoria y, gracias al esfuerzo de excelentes profesores como la Dra. Asteria Caso, en el Varona y el Dr. Llanes en el Instituto de la Víbora, disfruté de Heredia y de Antonio Machado. Ya después de los 15 años, por mi propia cuenta, Gustavo Adolfo Bécquer, un poco de Darío y Nervo, y un libro casi perfectamente olvidado del poeta cubano Rafael Alcides dedicado a celebrar su pasión por una gitana. Esto, ya habiendo dejado detrás la vocación beisbolera y tratando de ser militar. Entonces di con el peruano César Vallejo y su humanísima tristeza.

P: ¿Cuándo comenzaste a escribir poesía?

RFH: Comencé a proponerme la posibilidad de ser escritor, no poeta, pues me sentía del todo incapaz de rimar y de medir versos. Muy pronto, el popular semanario Lunes de Revolución me enseñó que la poesía podía también escribirse sin estos requisitos formales. En esa década del 60, el oficio de escritor recibió mucho reconocimiento social, unido al hecho de que era una actividad a la que podía uno dedicarse por la libre, sin necesidad siquiera de estudiar ni de ser autorizado. Entonces, cancelada ya la intentona militar, me consagré por entero a leer y a escribir. Encontré amigos con el mismo interés, Carlos Luís Morales del Castillo Toirac, Israel Horta, Ismael Lorenzo, Ciro Bianchi Ross, Bernardo Trujillo, Pablo Pozo. No cesábamos de descubrir escritores: desde Knut Hamsen hasta Paul Eluard. La Habana de entonces contaba con varias bibliotecas circulantes muy bien abastecidas: la Nacional, la del Ministerio de Haciendas, la José Antonio Echevarría de la Casa de las Américas, donde leíamos la inspiradora revista El Corno Emplumado, que publicaban en México Margaret Randall y Sergio Mondragón. En su sección de correspondencia vi por primera vez impresas mis palabras y mi nombre.

También hubo amigas, María Amelia Olivera, Zita Mugía Santí, Irene López Kuchilán, Mariela Fajardo y Lourdes Martínez, con quien me casé, cuyo padre, Alberto Martínez Herrera, era escritor y gran amigo del poeta Heberto Padilla, a quien conocí precisamente en los días de 1968, cuando su libro Fuera del juego era el centro de la polémica cultural del país. Alberto le hizo llegar algunos de mis versos, Padilla los juzgó favorablemente y eso me hizo desistir temporalmente de la prosa. Armé un cuaderno titulado Pasajero Viviente y lo presenté en el concurso David de 1969, cuyo Jurado estuvo integrado por Nicolás Guillén, Luís Marré y Raúl Luís. Resultó premiado Raúl Rivero con Papel de hombre, pero se confeccionó con el resto de los cuadernos una antología, y tuvieron a bien incluir uno de mis breves poemas, donde le rendí homenaje a Casal y a Lezama. Esto ocurrió en 1969 y, desgraciadamente, fue durante muchos años, el único de mis textos publicado en Cuba. Ni siquiera cuando la nueva generación celebró el centenario de Casal mereció reedición aquel poemita. Pero entonces, celebré aquella publicación como el principio de todo.

En el número de la Gaceta de Cuba que debió salir en abril de 1971 y que fue pulperizado a tenor con los acuerdos del mal llamado Congreso de Educación y Cultura, aparecían dos poemas también breves, que aún continúan inéditos. A partir de esa fecha, renuncié por mí mismo a participar en concursos oficiales, pues estaba en total desacuerdo con aquella política cultural que silenciaba a los escritores de más talento y favorecía a personas de segunda o tercera categoría. Pero nunca dejé de escribir ni de participar en tertulias informales y libres con gentes tan libres y maravillosas como Emilio López Alonso el Dingo, Eddy Campa, Benjamín Ferrera, José Soroa, Esteban Luís Cárdenas, Nicolás Lara, Benigno Dou, Julio García Pirosmani, Flavio Garciandía, Arturo Cuenca, Eugenio Blanco Ludovico, Jessie Ríos, Jorge Domingo, Ramón Díaz-Marzo y Alejandro Lorenzo, tanto en el parque de la Funeraria Rivero como en el Té del Capri o en la azotea sobre el Parque Manila, donde vivía el gran amigo escritor Juan Miguel Espino García con su novia Angela Adams Williams. Así, poco más o menos, he vivido hasta hoy, intentando siempre escribir el poema.

P: ¿Sigue siendo coloquialista tu poesía?

RFH: Siempre he preferido el término conversacional, pues coloquialista me sugiere el tono intimista, más limitado en su alcance temático. Creo que mis textos han ido ganando en extensión y tornándose más narrativos, incluso teatrales; por ejemplo, casi todos mis poemas aún inéditos se acercan o sobrepasan las diez cuartillas, y eso creo que rebasa las lindes del coloquialismo. En todo caso, siempre es más objetivo el criterio del crítico.

P: ¿Eres consciente del peso de la nostalgia en sus versos?

RFH: Creo que sí. Esta característica me ha sido ya ocasionalmente cuestionada, puesto que me aleja del presente, de la inmediatez, pero no puedo evitarla. Si lo intento, entonces no me resulta. Mi poesía será nostálgica o no será.

P: ¿Te consideras un producto de la década de los 60?

RFH: Por supuesto que sí, además estoy orgulloso de haber cumplido 20 años casi al centro de aquella década, prodigiosa no sólo por su música, sino sobre todo por su espíritu creativo e inconforme. Aún no se ha repetido ninguna parecida desde entonces. Hubo una ola de cambios que revolucionaron todas las actividades humanas. En política, en el deporte, en el arte y la literatura, en la religión. La renovación se hizo sentir dondequiera y la juventud luchó por el poder en todos los campos, con furor y fervor. Para nuestra literatura, es la década en la que se publican El Siglo de las Luces, Paradiso, Tres tristes tigres, Fuera del juego y El mundo alucinante, obras fundamentales todas.

P: A inicios de los 70, el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal incluyó poemas tuyos en su libro “En Cuba” y en una antología de poetas cubanos. ¿Cómo valoras hoy ese gesto y la figura del poeta, sacerdote, ex guerrillero y ex ministro sandinista?

RFH: Haber podido conocer en La Habana al maestro Ernesto Cardenal en el verano de 1970 es, junto a la amistad con Alberto Martínez y Heberto Padilla, uno de los hechos que confirmaron mi vocación poética. Cardenal era una persona que impresionaba por su sencillez en el trato. A los pocos minutos de conocerlo, te daba la impresión de que eras tú quien le estaba haciendo el honor de comunicarte con él, una persona muy cordial y muy inteligente, atentísimo a cuanto uno le decía, sin pizca de vanidad ni de autosuficiencia, defectos ambos tan recurrentes entre nosotros, tanto entre escritores como entre monseñores. Lo conocí durante la visita que los miembros del Jurado del Premio Casa de las Américas de 1970 realizaron al Puerto Pesquero de La Habana, donde me desempeñaba como profesor de Español en la filial de la Facultad Obrera. Luego conversamos en dos ocasiones en el lobby del Hotel Nacional. Cuando apareció su libro Ernesto Cardenal en Cuba, que incluye parte de sus conversaciones conmigo y dos de mis mejores poemas de entonces, hubo un cierto desasosiego en muchas de las personas que conversaron con él, pero, por lo que a mí respecta, no puso nada que yo no le hubiese dicho. Al momento de despedirnos, me dijo que le solicitaría a Retamar que publicase aquellos poemas basados en mis vivencias como soldado en la Revista Casa. Cuando le expresé mi escepticismo al respecto, diciéndole que no serían del agrado del MINFAR, me preguntó qué tenía que ver el MINFAR con la poesía y le contesté que, en Cuba, sí tenía que ver. El tiempo me dio desgraciadamente la razón. No sólo Retamar jamás publicó mis textos sino que el propio libro, pese a estar dedicado a Fidel y al pueblo de Cuba, no ha sido ni siquiera reseñado jamás en la prensa cultural oficial. Años más tarde, su Antología de poesía cubana revolucionaria publicada en Ciudad México en 1976, donde también fui incluido, mereció similar ostracismo.

Volví a encontrarme con el poeta alrededor de 1978, involucrado ya en la lucha contra Somoza. Durante sus años como ministro nunca pude acceder a él y sólo a fines de los 90 volví a verlo, cuando ofreció una lectura en la Feria del Libro en la Fortaleza de La Cabaña y me obsequió con el primer tomo de sus Memorias, titulado Una vida perdida. Mi admiración y mi respeto por él, como un maestro poético y espiritual, empequeñecen cualquier diferencia respecto a sus criterios políticos.

P: ¿Eres partidario de alguna ética poética?

RFH: Como vástago de la década del 60, soy fiel a los postulados éticos del compromiso, siempre que este compromiso sea con ideales, por utópicos que parezcan, y no con personas o políticas. Creo que el escritor está destinado a pensar y, sobre todo, a decir lo que el resto decide callar. Rechazo tanto el oportunismo de izquierda como el de derecha. Un amigo hace muchos años gustaba de vincularme con Unamuno, aplicándome uno de los títulos del gran vasco: Contra esto y aquello. Como he escrito en uno de los poemas de mi primer libro, publicado por el amigo poeta, escritor y editor, Carlos Díaz Barrios, El poeta entre dos tigres (Colección La Torre de Papel, Coral Gables,1996) me encanta parecer blanco entre los rojos y rojo entre los blancos. La desventaja de permanecer inédito tantos años acaso me ha consentido, como compensación, el relativo lujo de permanecer independiente a los dictados de los pensamientos políticamente correctos que nos circundan y acechan. Me siento muy afín a la religiosidad, específicamente católica, pero no excluyo la sentencia de William Blake: Todo poeta pertenece, aunque lo ignore, al partido del Diablo.

P: ¿Qué queda hoy en el poeta contestatario Rogelio Fabio Hurtado de aquel joven militar acampado en la orilla izquierda del río Canímar allá por 1964?

RFH: Cuando al levantarme me miro al superficial espejo, te diría que permanece, cambiante y vivo, soy a la vez otro y el mismo. Mi escritura sigue nutriéndose de aquellas vivencias, cuyo sentido exacto no alcanza su definición mejor hasta la misma muerte cerebral, que ojalá tarde. El pasado se ilumina con la lucidez del presente, que se ahonda con el trasfondo del pasado. No reniego de ninguna etapa, si bien deploro algunos pecados sobre todo de omisión. Muy en especial, le agradezco a mi experiencia militar haber escrito textos que siguen resistiendo la prueba de la lectura en alta voz, casi a 40 años de haber sido creados. Para concluir con otra de mis citas favoritas, esta de Octavio Paz: “Si hemos perdido todas las batallas, hemos ganado dos o tres poemas.

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Una contraproducente política de acercamiento cultural

 

José Gabriel Barrenechea

Hace unos meses el filme “Santa y Andrés”, que anteriormente había sido censurado en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano habanero, fue excluido de la competencia en la 18ª edición del Havana Film Festival de Nueva York. La razón por la que se adoptó esa medida, según la directora del evento, Carole Rosenberg, estaba en la necesidad de tender puentes, no romperlos: o sea, de no provocar las iras del régimen castrista, con lo que no se ganaría más que provocar la ruptura de los lazos culturales que con mil trabajos la institución referida ha tendido en los últimos años.

Lo cierto es que de esa manera, lo cual ha quedado demostrado en más de 30 años de acercamientos amparados por semejante lógica, no se logra más que hacerle el juego a la dictadura y su inteligente política de control sobre la intelectualidad cubana, nunca tender verdaderos lazos culturales con el pueblo. Al segregar a los intelectuales contestatarios o abiertamente opositores para no perder el contacto con los que permanecen bien acomodados en el redil estatal, no se consigue más que estimular en la intelectualidad cubana esa actitud acomodaticia a la vez que se desincentiva la asunción de una independiente (una actitud independiente no implica necesariamente que quien la sostiene se oponga al régimen: es éste, con su total intolerancia a todo lo que escapa a su control, quien iguala ambas actitudes).

En principio, esta política de excluir a los intelectuales incómodos para no molestar al régimen castrista se sostiene sobre dos creencias. Una, la neocolonial de cierta izquierda occidental, según la cual la Nación Cubana es incapaz de producir por sí misma nada más que formas culturales primitivas –sea música popular, artes plásticas muy dadas a lo sensual, cine de las ruinas o “literatura” folklórica– y nunca un diverso, profundo pensamiento filosófico o político. Para estos izquierdosos señores, cualquier pensamiento que en Cuba vaya más allá de esa clara racionalización del autoritarismo paternalista, que es en definitiva el llamado “Enfoque Sur” de la señora Talía Fung, será siempre un interesado trasplante a nuestro país dictado por los intereses de los centros de poder mundial, nunca un producto autóctono y por tanto legítimo.

No parecen tener en cuenta los mencionados neocolonizadores de izquierda que cuando alguno de esos centros de poder mundial no era todavía más que un pantano inmundo en medio de bosques interminables, poblado por rústicos y muy prosaicos políticos (tras cuya asunción a la suprema magistratura la casa de gobierno solía quedar hecha una pocilga), ya en esta Isla el padre Varela había anticipado con su filosofía electiva en esencia todo el pensamiento de Paul Feyerabend, o que una generación antes, capitaneados por Don Francisco de Arango y Parreño, los ilustrados propietarios habaneros habían creado el sueño de la primera nación que en puridad nació por completo bajo el imperativo de las ideas liberales: La de nosotros, los cubanos, porque la norteamericana en no poca medida surge de los intereses coloniales por restringir el acceso al mercado americano.

La otra creencia sobre la que se justifica esa política de exclusión de la minoría contestataria y disidente, ciertamente menos ofensiva a nuestro orgullo nacional que la de más arriba, es la consabida de que al mantener los puentes abiertos a cualquier precio poco a poco se conseguirá hacer mover a los muchos más que, por ahora, permanecen apretujados en el redil gubernamental. En esta vertiente, la política señalada se basa en un supuesto erróneo. El de pensar a la intelectualidad cubana en los mismos términos, imbuida en similares circunstancias que las de cualquier otra contemporánea: En esencia en la idea de que la circunstancia en que vive el intelectual cubano le permite anteponer sus principios éticos a la más burda necesidad de mantenerse vivo: a sí mismo y a los suyos.

La Nación Cubana, de por sí muy poco poblada como para convertirse ella misma en un mercado cultural rentable, no tiene al presente la capacidad de alimentar a un sector intelectual de ciertas dimensiones, aun modestas, por la pobreza extrema a que ha sido conducido el país. Una intelectualidad solo puede vivir en la Cuba del Raulato de dos fuentes principales de recursos: En primer lugar de lo que el Estado post-totalitario castrista, que controla a la Nación Cubana como su finca particular, quiera asignarle como grupo de lo que esquilma para sus necesidades de sobrevivencia. Sobre todo lo que quiera asignarle por el prestigio que obtiene a los ojos de los observadores foráneos gracias a esa supuesta activa vida cultural, pero muy condicionada por él, que fomenta su “desinteresado” mecenazgo.

En segundo lugar, el intelectual cubano puede vivir de su personal participación en la vida cultural de más allá de las fronteras nacionales.

En este escenario, si esa segunda posibilidad es puesta de una u otra manera bajo el control indirecto de los comisarios político-culturales habaneros, es evidente que solo quien esté dispuesto a marcharse a vivir al desierto, alimentándose de bayas, insectos y agua de los charcos, asumirá una actitud en realidad independiente ante el régimen castrista.

Pero además, esta política de mantener los puentes abiertos cueste lo que cueste choca con la muy bien armada a lo largo de los años que, como réplica a aquella, sigue hacia los intelectuales el régimen castrista.

Aunque no caben los absolutismos en este tema, es necesario destacar que una parte considerable de la intelectualidad cubana oficial, o sea, no enfrentada por el régimen (para éste o se está con él o contra él, no hay posiciones intermedias posibles), es una creación suya. Personas que han alcanzado a enseñar en una universidad, o a publicar en alguna de las innúmeras editoriales que pululan en un país en que contraproducentemente solo existen dos diarios nacionales de ocho páginas, y que saben muy bien que tales logros “personales” se los deben al régimen. Pero no, aclaramos, porque la pobreza económica de sus orígenes les hubiera impedido alcanzar esos logros en otras circunstancias político-sociales de la Nación, sino porque su medianía natural les habría imposibilitado llegar a semejantes estatus en unas condiciones en que hubieran tenido que competir por alcanzarlos con los naturalmente dotados para ello. Ya que la realidad es que, sin el apoyo de un Estado con interés en copar el ambiente intelectual de elementos conscientes de su deuda de gratitud con ese mismo Estado, muchos de nuestros intelectuales nunca habrían podido agenciarse ese título (en las condiciones de la Cuba actual ser intelectual funciona de la misma manera que un título de la baja nobleza cercana al poder, o sea, cortesana).

Ejemplos se sobran. Aparte de que es esta la explicación última de que en Cuba tan pocos marxistas hayan pasado más allá del Manifiesto Comunista, o literatos del primer capítulo de El Quijote, solo recordaré aquí uno de los más antiguos: El de aquellos muchachitos universitarios a quienes Fidel Castro, en medio de una movilización militar, decidió convertir en el nuevo Claustro de Filosofía de la Universidad de La Habana. Es quizás el recuerdo agradecido hacia quien, en medio de una conversación en que como siempre Fidel Castro no dejó hablar a nadie más, los sacó a dedo de un gris destino de ingenieros, funcionarios o profesores de poca monta para convertirlos en los ideólogos de una Revolución iconoclasta, lo que le impide a personajes como Fernando Martínez Heredia o Aurelio Alonso adoptar una posición honesta ante el sistema político cubano actual. Que de manera evidente ni es heredero del pensamiento de Marx ni tampoco puede llamarse nacionalista por el daño profundo que le causa a la Nación.

Si algo ha comprendido muy bien el régimen castrista, tan interesado en mantener bastante colmada una vitrina de floreciente vida cultural hacia las avenidas foráneas, es la facilidad con que se alcanza a convertir en intelectual a cualquier papanatas. En general, dentro de los marcos de un discurso oficial muy estrecho, avocados “a la defensa de la Nación frente al Imperio”, empeñados “en la lucha por la autodeterminación de los pueblos y la liberación de los oprimidos”, y claro está, enzarzados “en la lucha contra la banalización cultural” –todo ello memorizado de carretilla y bien sazonado con los gestos, aspavientos y carantoñas que desde infantes aprendemos en los actos revolucionarios de la escuela (Abel Prieto al parecer nunca faltó a uno)–, no se necesita mucho para pasar por intelectual ante cualquier ojo u oído foráneo. Basta con cierta cultura promedio y algunas habilidades sociales que nunca nos faltan a los cubanos. Pueblo que, por estar situado en una de las encrucijadas de los caminos mundiales, nos habituamos desde chiquitos al trato social cosmopolita, y por herencia andaluza a la picaresca, con lo que también somos capaces de engatusar al más pinto. Y es que incluso lo mucho que tal “intelectual” ignore de su Zeitgeist será justificado por su interlocutor foráneo como el resultado de la cultura diferente, enfocada en más cardinales asuntos, de un pueblo más próximo a los valores más esenciales: Que para reubicar al Buen Salvaje en esta Isla utópica, en esta Ciudad del Sol poblada de mulatas complacientes y parientes solícitos, los intelectuales occidentales se pintan solos.

El régimen, por tanto, siempre tendrá la capacidad de ocupar las plazas de quienes sean expulsados de la UNEAC, o sean segregados de los espacios oficiales, porque además dispone de un amplio ejército de reserva del cual sacar reemplazos entre los no pocos aspirantes al mencionado título de nobleza inferior: el estatus de intelectual. Con lo que siempre habrá, ante gentes como la señora Carole Rosenberg, un numeroso conjunto de intelectuales a los que no se deberá renunciar en la labor de tender puentes, solo por mantener en cambio los contactos con los siempre minoritarios contestatarios o disidentes, y así la de nunca acabar.

Y es que el castrismo no nació ayer. De hecho, por estos días se cumplen 56 años de su primer encontronazo de envergadura con los intelectuales; y de tantos palos en algún momento tenía que comenzar a aprender (¡el otro día encontré a un seguroso exultante de orgullo por haberse leído la entrada de Erich Fromm en la Wikipedia!, sin embargo, lastimeramente el pensamiento humanista del filósofo y psicólogo alemán no había logrado hacerse un lugar en aquella limitada y obtusa mente).

Es necesario aclarar que si la política de mantener los puentes abiertos se justifica en el caso del comercio o de las relaciones institucionales, ya que a quienes participan de parte del régimen en esos intercambios esa apertura siempre termina por abrirles los ojos –al hacerlos entender que una evolución positiva de esas relaciones resulta ineludible para el propio mejoramiento de sus personales condiciones de vida en un futuro inmediato–, no ocurre lo mismo con las relaciones culturales: La intelectualidad cubana oficialista sabe muy bien que nunca vivirá mejor que bajo las condiciones actuales.

Bajo el régimen castrista, la intelectualidad oficial tiene de entrada asegurado el monopolio del mercado cultural cubano gracias al aislamiento que a la nación impone el estado post-totalitario. Semejante monopolio le asegura sobre todo los considerables subsidios del Estado castrista, que en realidad sirven para pagar una obra sin mercado entre los consumidores cubanos presentes. Porque, para hablar con propiedad, los subsidios no solo tienen como objetivo convalidar la pobreza del mercado cultural en cuestión, sino sobre todo la necesaria no coincidencia entre la jerarquía de los temas que más preocupan al cubano presente y la de los tratados por nuestros intelectuales. No coincidencia imprescindible para la estabilidad de un Estado totalitario que pierde poco a poco su poder de control social, pero que por otro lado tampoco desea deshacerse del prestigio y la legitimidad que ante los observadores foráneos le reporta el mantener a su sombra a una amplia capa intelectual.

Si se releen con cuidado muchas de las intervenciones en el pasado Congreso de la UNEAC, y por sobre todo las discusiones en la base que antecedieron al mismo, se comprobará que es en esta dirección de conservar el monopolio sobre el mercado cultural cubano, y el consecuente aseguramiento del subsidio oficial, que se mueve el interés de la inmensa mayoría de los intelectuales oficialistas. En este sentido, no hay nada de altruismo detrás del interés por el Estado del gusto de las grandes mayorías cubanas, sino simple cálculo egoísta.

Pero además, si no el monopolio bajo el régimen castrista y su contra política de chantaje, sobre la base del minado o no de los puentes, la intelectualidad oficial alcanza a disfrutar de las preferentes posibilidades que brinda la ya mencionada política foránea de acercamiento, que por el contrario pretende a toda costa no permitir que se dinamiten aquellos. De este modo, un sector de la intelectualidad oficial llega a tener un acceso preferencial a otros mercados culturales que le permiten a muchos, que en condiciones normales nunca conseguirían ni tan siquiera señalarse en los mismos, obtener de cuando en cuando cuotas mínimas de participación en ellos; e incluso y sobre todo beneficiarse del subsidio foráneo, gubernamental o no, que aunque despreciable visto desde afuera, permite en una Cuba empobrecida vivir muy por encima de la media.

De hecho, para aprovecharse de esas preferencias, ayudas y subsidios, ya el intelectual cubano ha desarrollado toda una serie de habilidades camaleónicas que le permiten mantenerse dentro de la oficialidad y sus no despreciables recursos sin tener que renunciar a lo que pueda pescar en el afuera cultural de la Nación Cubana (incluso en Miami).

Hay así, al presente, todo un partido intelectual de la “defensa de la cultura nacional”, asaz ambivalente, por no decir ambiguo, en que lo único que en verdad se defienden son las fuentes de subsistencia, entre ellas los frecuentes viajes al exterior o los “regalitos” y “ayuditas” de intelectuales amigos exiliados.

Un pensamiento al parecer copiado del de mantener abiertos los puentes a cualquier costo, en que el intelectual, supuestamente crítico, acepta callar en los espacios públicos con tal de que no se le separe de ellos, para así evitar que otros peores que él, de mentalidad más retrógrada, lleguen a ocuparlos en su forzada ausencia. Un camino que, no obstante, convierte en indistinguible al intelectual verdadero de la criatura gubernamental, y por el que no solo se termina por callar ante las peores aberraciones del régimen sino que, cuando éste constriñe, también se acaba por entregarle la firma en apoyo a exclusiones, recogidas de libros e incluso fusilamientos.


 

Nilo Julián González Preval

Nilo Julián González Preval

 

Nilo Julián González Preval, autor del poemario Toca al corazón que late, responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el autor, en su obra y sus experiencias:

Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

Nilo Julián González (NJG): Nací en un solar de la Habana Vieja y mi padre, que es un gran lector, calzaba mi cuna con libros viejos para que las aguas albañales no la mojaran. Cuando nos mudamos para Alamar –y esto va a parecer raro dicho de este modo– yo dormía en el cuarto que mi padre había dedicado a su biblioteca.

Yo aprendí a leer en la talabartería donde trabajaba mi madre en la calle Habana. Ella se brindaba para hacer las guardias obreras durante los largos meses de las vacaciones escolares –era mejor estar ahí que rodeado por la hediondez del solar–, y en ese tiempo mi madre me fue leyendo todos y cada uno de los libros que mi padre traía sobre la Segunda Guerra Mundial.

Ya en 1984 todo estaba definido. Armando Couso, el pintor Roberto Molina Ríos y el poeta Juan Carlos Flores eran mis amigos y yo era el bobo del barrio que cada cinco minutos preguntaba cualquier locura. El peso absoluto de los libros de Milan Kundera en contra de la levedad del ser y el socialismo, Los desnudos y los muertos de Mailer, la ciencia ficción rusa y ese cuento que se llama Stalker o la máquina de los deseos, el único sitio en que tan bien se está con Eliseo diciendo: «guárdenme los espejos, que la muerte presume». O Se permuta esta casa, de Lázara Castellanos, y, al final de muchos otros libros, dos que se nombran La quinta nave de los locos y Bajo la luz ultramarina, de Carver, una compilación de sus textos poéticos.

Mi primer libro escrito de punta a cabo se llama Estación de combate. Quedó escrito a mano y perdido en Cuba. Quizás nunca pueda recuperarlo. Ese libro estaba revisado por el poeta cubano Juan Carlos Flores y quizás tenía algo. Él siempre me dijo que debía recuperarlo y como buen poeta nunca me ocupe de eso… Mi segundo libro terminado, estaba dedicado a la locura de algunos amigos, locura clínica, consciente, del alma y el soma. Era un libro largo y con un nombre tonto, Eleonor. Ese fue el inicio. Dos libros de poesía. No los extraño y si no preguntan nunca pienso en ellos.

Nilo Julián González Preval

PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

NJG: Quienes lean mis libros deben de encontrar dos cosas. Yo escribo como un bobo para que la gente sospeche y se preocupe por algunas cosas de la vida que de un modo misterioso parecen muy complicadas y en realidad no lo son. En mis libros también los lectores encontrarán algo que llamo «mentiras verdaderas»… es como un camino transversal para llegar a la verdad. Yo sí escribo, publico y leo en público porque me quiero comunicar con el mundo, con la sociedad, con los que me rodean, con mis amigos más íntimos. Yo quiero comunicarme con todos.

PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que lo hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

NJG: Juan Carlos Flores, quien, mientras cavaba un túnel por donde escapar, criaba pájaros escritos en cada ala, con mucha fe, fuerza y un amor inmenso por la vida.

Milan Kundera con esa maestría para reírse y olvidar, buscando el camino a la inmortalidad y todo con la levedad de una broma.

Raymond Carver sosteniendo una guinda detrás del cristal de la luz ultramarina, mientras miraba a lo lejos la catedral humana de todas las desgracias y todos nosotros mirando desde el horizonte cómo las aguas se juntan bajo el cielo nevado.

PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

NJG: Sí. La vida, tal cual la conocemos desde nuestros mínimos sentidos, se basa en las palabras. Sin ellas el universo entero dejaría de existir tal cual lo conocemos, y eso sería una pena y una gran tristeza. El hombre no puede existir sin las palabras, sin su energía y sus múltiples significados. ¡Qué pena tan grande! El agua es fría o caliente, cuando más es tibia, es decir, las palabras en general describen formas, suerte que de vez en vez encuentras un maestro, un Ulises, un Pedro atravesando el páramo para salir al llano en llamas donde los hombres encuentran un Comala, un lugar, un silencio.

PD. Mientras no conozcamos la verdadera función de la mente y la conciencia en relación al universo material, vamos a estar atados a la historia que cada cierto tiempo reescribimos en un inútil intento de darle sentido a nuestras vidas en sociedad y, de un modo u otro, encontrar un lugar donde ubicar el latir del alma.

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Sin pretensión alguna: Una carta abierta

Rafael Vilches Proenza

En estos días una polémica desatada por la opinión dada por el escritor, periodista y politólogo Gabriel Barrenechea, ha hecho que los escritores y la literatura villaclareña estén en el ojo del huracán, o en el mejor de los casos, en los ojos avezados de los lectores, los que se han de preguntar: ¿quiénes son estos?, o, ¿quiénes serán aquellos?

Quizás azorados corran a las librerías más cercanas y otros, los del mundo de allá fuera, soliciten títulos de estos autores en Amazon, a ver si pueden evacuar sus dudas.

Los de la Isla tal vez corran a las librerías y rebusquen afanosos en los anaqueles repletos de libros e intenten encontrar algún que otro ejemplar de los autores mencionados de un lado y del otro de la trifulca. Si logran encontrar al menos un título de los nombres esgrimidos por las partes en la contienda (Uno para Todos, y Todos para Uno), entonces lograrán saber de quién, de quiénes, de qué se habla en esta guerra desatada por estos días en la tierra de Marta Abreu.

Con algunos autores quedarán desilusionados por no encontrar papel alguno con sus nombres impresos; con otros tendrán más suerte al desempolvar algún ejemplar que tal vez se lleven a casa, y así algunos libros de escritores villaclareños se convertirán hoy o mañana, por obra y gracia de Gabriel Barrenechea, en Best Seller.

Agradezco a los que tuvieron a bien, o a mal, mencionar mi nombre entre la balacera que se armó en torno a la Editorial Capiro y al escritor Ricardo Riverón, a quien tengo en alta estima. Y para los que no saben de qué se trata la referida “Feria Alternativa del libro”, doy algunos detalles:

A quien le puso el nombre, gracias.

No era mi objetivo, pero se logró.

Cuando se sucedía la Feria del Libro en Villa Clara, la oficial, desarrollé, junto a un grupo de amigos, en las fechas del 30 de marzo al 1 de abril, una Peña Alternativa, por la que desfilaron muchos amigos y escritores, algunos de ellos invitados de la Feria del Libro, y aunque me autorizaron a divulgar sus nombres, fotos, los videos de sus lecturas y participación en la Peña, no lo hice, porque en carne propia sé lo que se sufre cuando se juega con la cadena y con el mono.

En la Peña Alternativa se presentó el libro «Estos silencios. Estas palabras» del escritor pinareño, radicado en Santa Clara, Luís Pérez de Castro. El volumen de Pérez reúne 20 reseñas, 13 de ellas sobre libros de la editorial Neo Club Ediciones y 7 de otras radicadas también en el exilio, todas sobre textos de autores cubanos censurados que viven dentro o fuera de La Isla.

En la Peña se abordó el trabajo realizado por la editorial Neo Club, el Club de Escritores Independientes de Cuba y la revista Puente de Letras, para establecer vínculos que engarcen las obras escritas en la Isla y en la diáspora por escritores cubanos, como una sola literatura nacional.

El periodista y escritor Luis Machado Ordext tuvo a bien disertar, sabiendo su derecho a ejercer la palabra, sobre la vida y obra del intelectual villaclareño, exiliado en Estados Unidos, Armando de Armas, haciendo hincapié en sus libros «Mala Jugada» y «Los naipes en el espejo», este último publicado por Neo Club.

Además, se presentaron «Ghetto» de José Alberto Velázquez, «Ciudad Imposible» de Ileana Álvarez, «La familia real cubana» de Víctor Manuel Domínguez, «La extraña familia» de Maribel Feliú, «Cómo se mata a un toro y otros cuentos» de Luis Jiménez Hernández, «El libro de La Habana» de Juan González Febles, entre otros títulos.

Se abordó la obra de los escritores Ángel Santiesteban, Luis Felipe Rojas, Armando Añel, Manuel Gayol, Francis Sánchez, Joaquín Gálvez, Jorge Olivera, Guillermo Fariñas, Juan F. Benemelis, Denis Fortún y Nilo Julián González, todos ellos publicados por la editorial Neo Club.

Hubo conversatorios, recitales, performances y, sobre todo, compartimos en un ambiente sano nuestros textos, y todo, gracias a la libertad de expresión y fraternidad, sin importar ideologías o credos religiosos, entre las cuatro paredes que nos acogieron. Lamento el dolor causado a algunos, me alegra la alegría de otros.

Doy gracias a los escritores que, de visita en la ciudad por la Feria Oficial, se llegaran a la actividad que realicé, y que compartieron sus textos y su cariño con los escritores que estamos censurados por disentir y oponernos al sistema.

Este texto no pretende formar parte de la polémica. Jamás atacaría a ningún escritor. Debieran sacar provecho de la polémica, y hablar de las cosas malas, y de las buenas también, que aún por estos días suceden en el ambiente literario e intelectual de la Isla. Hay mucha tela por donde cortar, sin que eso signifique que el escritor se convierta en el lobo del escritor.

Les aconsejo Ser, como dice mi amigo y escritor, el holguinero Manuel García Verdecia, Azules y democráticos.

https://www.cubanet.org/mas-noticias/neo-club-ediciones-en-feria-del-libro-alternativa-de-santa-clara/

Nicolás Abreu Felippe

Nicolás Abreu Felippe

 

El escritor Nicolás Abreu Felippe, autor de En Blanco y Trocadero (Neo Club Ediciones), responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el creador, en su obra y sus experiencias:

Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

Nicolás Abreu Felippe (NAF): No recuerdo ningún inicio. Si sé que mis hermanos escribían y yo, para burlarme de ellos, escribía poemas y se los leía hasta que llegaron a convertirse en una amenaza y huían de mí, literalmente hablando se desprendían desenfrenadamente a correr cuando me veían con una libreta en la mano. Mi hermano mayor me empujó con orgullo, creyendo que era lo mejor para mí, a leer y a escribir; si alguien dice ahora que yo tengo talento ya mi hermano lo había visto cuando yo tenía doce o trece años. Que conste que yo no he visto jamás ese talento. Nunca he tenido una disciplina establecida para escribir. Esta cosa es una baba que se te prende, te usa y no te puedes defender. Pero en la actualidad puedo decir, si a alguien le interesa saberlo, que ni me gusta ni me interesa escribir, me siento muy mal cuando lo hago y mi estado de ánimo es desastroso cuando estoy enfrascado en una obra que no sé quién coño me obliga a hacer. Lo que sí puedo asegurar es que todo aquello que empezó como un juego, al final, se convirtió en la tragedia más grande de mi vida. Lo único que quisiera, por encima de la literatura, es ser una persona normal.

PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

NAF: Lo que descubrirán, no lo sé. Eso sí, podrán revolcarse por un rato en el pus y la miseria humana que ha inspirado a mi obra. Si eso los puede ayudar o engrandecer en algo su vida o convertirlos en personas normales, sería lo mejor que podría pasarme.

 

PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que lo hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

NAF: Mi madre, mis hermanos, lo que considero mi familia, mi vida única y Edgar Allan Poe.

PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

NAF: El caos es la esencia de nuestra realidad, la eterna rivalidad entre la materia y la energía. Pero de ser como plantean las teorías cuánticas, con confianza puedo asegurarles que entonces el Big Bang se centró en Alí-Babá y los cuarenta ladrones.

Nicolás Abreu Felippe (La Habana, 1954) llegó a los Estados Unidos en 1980, a través del puente marítimo Mariel-Cayo Hueso. Es autor de ‘Al borde de la cerca’ (Madrid, 1987), testimonio de sus experiencias como asilado en la embajada de Perú en La Habana; de las novelas ‘El lago’ (Miami, 1991), ‘Miami en brumas’ (Miami, 2000) y ‘La mujer sin tetas’ (Santo Domingo, 2005). Es coautor, con sus hermanos, de ‘Habanera fue’ (Barcelona, 1998). Reside en Miami.
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