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Declaración del Movimiento San Isidro

Desde la cárcel, el artista cubano Maykel Castillo Pérez (Maykel Osorbo) había llamado el 30 de mayo pasado para denunciar la golpiza propiciada por autoridades policiales de la prisión de Valle Grande al también rapero Pupito En Sy (Lázaro Rodríguez Betancourt).

El sábado 1ro de junio, miembros del Movimiento San Isidro (MSI) y familiares de Maykel recibimos noticias de su traslado a la prisión 1580 en huelga de hambre. Desde entonces no se ha sabido nada de él. Su visita en Valle Grande estaba programada para el martes 11 de junio, su esposa Rosmely está preocupada ya que nadie le ha confirmado oficialmente el parardero de Maykel ni su estado de salud o si ha sido cambiada la fecha de la visita. Ya para estas alturas él debía haber llamado para pedirle el aseo u otras necesidades, cosa que no ha ocurrido.

Declaramos: A partir de esta publicación, comenzaremos una serie de acciones dirigidas a la liberación de estos artistas. Pedimos la conexión y el apoyo de todas y todos los amigos y las Organizaciones de la Sociedad Civil Independientes así como las Organizaciones de Derechos Humanos Internacionales para hacerle frente a la injusticia.

No más detenciones arbitrarias, encarcelamientos, represión, deportaciones, decomisos, difamaciones ni acoso a las actividades culturales, eventos y obras de artistas independientes. Exigimos el Derecho a Existir y Expresarnos libremente.

Juan Carlos Recio

Juan Carlos Recio

El poeta Juan Carlos Recio, autor de Para matarlos a todos (clic sobre este enlace para adquirirlo en Amazon), responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el escritor, en su obra y sus experiencias:

Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

Juan Carlos Recio (JCR): Mis primeras lecturas, convertidas en textos de poesía, tuvieron lugar mirando a los astros, a la zancada del caballo de nombre ‘Muralla’ que tenía mi padre, ya casi un adolescente, y luego continuaron con la lectura de Mark Twain y Las mil y una noches. Todas esas recreaciones crearon mi necesidad de expresar lo que imaginaba y que se hizo impostergable. Tampoco era consciente con exactitud de que, más que andar entre animales de campo y trepado a los árboles, iría yo a lograr cosa alguna con ello más que el disfrute de otra dimensión de la realidad, digamos un divertimento.

PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

JCR: La idea de que sobrevivir, o seguir en este paso desde el umbral de la primera estación de vida, es aquello simple que hay que hacer porque nunca llegaremos a saber si uno se prepara para la felicidad o la muerte, sin excepciones. Y que todo es un ciclo más que una espiral ascendente. No mueres en realidad, te vas a otro ciclo, reencarnado, o como un espíritu que repetirá aquello que fue irremediable para cada una de las vidas que tuvo. Y es un suceso infinito. Y por qué no, conocerán que hay miles de formas de contar lo que otros viven.

PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que lo hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

JCR: Faulkner el principal, y Rimbaud y Cavafi. Y puede ser también el entorno que me rodeaba, como un conjunto de flores silvestres. Es esa teoría del buen olfato, y si se quiere también la intuición o el presagio de las cosas que vienen. Y porque en el exacto contexto de las cosas que aprendes a definir, todo surge desde una lectura que a nadie más pertenece.

PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

JCR: La vida es la vida para bien o para mal. Y como la historia no puede ser otra cosa que lo que en ella hay y te destina, entre la verdad o la conciencia me quedo con el amor, aunque este último sea mentira. Intencionalmente te digo que el amor es lo más esencial del universo, lo que mueve todo, más que la energía, la información y la literatura que exista en ello (dentro y fuera de su contexto, el de la vida), que es solamente creíble si de alguna manera lo que cuentas llega a interesar a otros para interactuar como personajes, que es lo que somos todos. Y si estoy equivocado, ni siquiera es más importante que lo que signifique como lectura de uno mismo ante el resto. Es como una letra de oro, una regla para entendernos incluso en el universo visceral del caos y del espectáculo.

Juan Carlos Recio (Santa Clara, 1968) es poeta y narrador. Su libro ‘El buscaluz colgado’ fue Premio de la Ciudad de Santa Clara en 1990. Obtuvo también una primera mención en el Premio Julián del Casal de la UNEAC, en 1991, con su poemario inédito ‘Hay un hombre en la cruz’. Ha publicado, entre otros, los poemarios ‘Sentado en el aire’ (Ediciones Capiro) y ‘La pasión del ignorante’ (Ediciones Hoy no he visto el paraíso). Desde el año 2000 reside en la ciudad de Nueva York, donde edita el blog Sentado en el Aire.

Probable juicio a rapero encarcelado

El martes 4 de junio, el rapero Leonardo Lázaro Rodríguez (Pupito En Sy), detenido desde el 12 de noviembre y enviado posteriormente a la prisión de Valle Grande, en las afueras de la capital cubana, recibió la visita del fiscal provincial llamado Víctor, quien le comunicó que en nueve días tendría una respuesta sobre su caso.

Debido al silencio de las autoridades, el cantante contestatario comenzó una huelga de hambre el día 30 de mayo, culminándola el día 4 del presente mes.

“No tuve más remedio que hacer la huelga. Ya son casi 6 meses de encierro sin saber qué pasará conmigo. Espero que el fiscal no me haya mentido. En caso de que sea así, volveré a dejar de comer”, dijo vía telefónica.

Por otro lado, relató que el guardia jefe de grupo, llamado Andy, lo maltrató físicamente, mientras estaba esposado, en el momento de llevarlo para la celda de castigo, tras pronunciar consignas antigubernamentales y declararse en huelga de hambre exigiendo un esclarecimiento de su situación.

“El fiscal me insinuó que me fuera del país y que no cantara más. También me dijo que me pusiera a trabajar”, expresó el artista.

“Todas las canciones que canto aquí son contra el sistema y no me voy a callar. Tampoco me voy a poner la ropa de preso pase lo que pase», agregó.

Nicolás Guillén, cuatro leyendas

El poeta cubano Nicolás Guillén era de apellido Batista por parte de madre. Doy mi palabra que es así y que yo no tengo la culpa. Se llamaba Nicolás Guillén Batista. Hago la aclaración para que no se le confunda con el cineasta cubano, preso en el Castillo del Morro en una época, llamado Nicolás Guillén Landrián.

Nicolás Guillén Landrián no era un impostor sino un sobrino. A Guillén le molestaba que el muchacho, que estaba preso por sus ideas liberales, le usurpara el nombre y su apellido, pero todavía no ha habido una revolución tan radical como para quitarles los nombres a las gentes. Las fábricas sí, y la casa, y hasta las camisas. Pero el nombre es demasiado. Acabaría armándose una confusión tremenda.

Así que Don Nicolás tuvo que conformarse con la idea de que su sobrino también llevara a cuestas las catorce letras famosas. Las catorce letras y los dos acentos en las últimas sílabas (algo había que tener agudo, ¿no?)

-¿Nicolás Guillén?

-El mismo.

-¿Pero no estaba preso?

-(Con gesto hosco.) Es mi sobrino.

-¿Y por qué está en la cárcel?

-Es que ahora la cárcel es para todos, como las playas.

Aclarada esta confusión, pasemos a la otra. A Nicolás a veces se le confundía con Jorge, el fino poeta español de la generación del 27. De acuerdo con todos los síntomas el equívoco surgió no porque fuera español, ni poeta fino ni de la generación del 27.

-Debió ser que los dos se llamaban Guillén.

-Exacto.

Nicolás era cubano por dos costados y africano por los otros dos. Nada de español. Tampoco era un poeta fino, sino facilón y jacarandoso. Es muy bonito eso de «Sensemayá que le doy con un palo», pero no es fino. Guillén –Nicolás– más que un poeta era un guarachero que no sabía música. Era como Machín, o como Rolando Laserie, pero sin corcheas.

-Efectivamente, no se parecía a Jorge Guillén.

Ni tampoco a la generación del 27. En 1927 Guillén no pertenecía a ninguna generación, sino al cuerpo de censores del dictador Gerardo Machado. Cuando cayó la dictadura, tuvo que salir escondido del periódico El Heraldo. Las turbas le buscaban para arrastrarle.

-A lo mejor allí se inspiró para aquello de «Sensemayá que se arrastra».

-A lo mejor. Lo cierto es que si no se esconde le dan con un palo.

Bien: dejo en claro que Guillén no era su sobrino ni él era poeta español. Ahora la confusión que pudiera presentarse es por lo de Nicolás. Hay gente tan despistada que pueden llegar a creer que quien fuera una vez candidato al Nobel era en realidad Papá Nicolás.

-Claro, como Guillén escribió aquello de Papá Montero…

-Es usted listísimo. Según el materialismo dialéctico Papá Nicolás era un canalla rumbero, pero de la burguesía.

No debe equivocarse el lector. Guillén no era Papá Nicolás, el personaje que regala juguetes en Navidades. Bien es verdad que el Nicolás cubano era gordo y andaba en una limousine que parecía un trineo, pero hay una diferencia esencial. Nicolás nunca regaló nada. A nadie. Jamás. Pedir, sí. Siempre y a todo el mundo, incluyendo al Partido Comunista, al que tenía seco con sus viajes a París y sus comilonas.

Después de su experiencia de censor no volvió a trabajar. Blas Roca solía decir que Guillén era el único comunista que había mantenido toda su vida la consigna de huelga general. Un caso monstruoso de disciplina. No rompió la huelga nunca. Ni una hora. Ni un minuto. Ni siquiera hacía sonetos voluntarios.

Desbaratada la tercera confusión queda una cuarta leyenda, más o menos malévola, que afirma que Guillén era un buen poeta, pero una mala persona. Ese es un infundio de la CIA. Es al revés. Como poeta era malo, pero como persona excelente.

Una primera versión de este artículo apareció en el libro De la literatura considerada como una forma de urticaria (1980).

Nicolás Abreu presenta poemario en La Otra Esquina

Nicolás Abreu Felippe

La Otra Esquina de las Palabras, la tertulia que coordina el poeta Joaquín Gálvez, invita a la presentación del poemario Las hojas al caer (La gota de agua, 2019) del escritor cubano Nicolás Abreu Felippe.

Café Demetrio
300 Alhambra Circle, Coral Gables
Sábado 15 de junio / 3:00 p.m.
305-448-4949

Nicolás Abreu Felippe (La Habana, 1954) llegó a los Estados Unidos en 1980, a través del puente marítimo Mariel-Cayo Hueso. Es autor de Al borde de la cerca (Madrid, 1987), testimonio de sus experiencias como asilado en la embajada de Perú en La Habana; de las novelas El lago (Miami, 1991), Miami en brumas (Miami, 2000), La mujer sin tetas (Santo Domingo, 2005) y En Blanco y Trocadero (Miami, 2015). Es coautor, con sus hermanos, de Habanera fue (Barcelona, 1998). Su poemario Las hojas al caer (Pensilvania, 2019) fue finalista del Premio Paz de Poesía (2016). Cuentos y poemas suyos han aparecido en distintas publicaciones de Estados Unidos, España y América Latina. En la actualidad trabaja La ribera, una novela, y Tiempo podrido, cuentos.

Nuevo libro explora los vínculos entre Cuba y Cataluña

Ya está a la venta en Amazon el nuevo libro del escritor de origen cubano Arsenio Rodríguez Quintana, Cuba i Catalunya, influencias mutuas.

Un volumen que explora, a través de diez años de rastreo de bibliotecas y conversaciones privadas, los enlaces emocionales de las culturas catalana y cubana, sus influencias arquitectónicas, sociales, económicas y musicales. Disponible en Amazon también en versión Kindle:

 

«Este libro comenzó cuando descubrí que el primer futbolista negro que jugó con el Barça un partido oficial era hijo de un cubano; luego una estelada hecha de alfombra de flores en Sitges me hizo buscar las similitudes de la estelada blava y la bandera cubana: ambas fueron hechas en Cuba –apunta Arsenio Rodríguez–. Pasó el tiempo y el tema fue creciendo en mí tras tener una hija catalana y profundizar ese camino de similitudes del creador del ron en Cuba, Bacardí, o la música cubana de Xavier Cugat o las Havaneres de Palafrugell; hasta que di una conferencia a teatro lleno en el Centro Cívico de la Sagrada Familia invitado por Omnium Cultural Eixample, que dedicaron a Cuba las Fiestas de la Sagrada Familia del año 2018».

«Dedicado en exclusiva a vertebrar referencias culturales y sociales cruzadas de ambos mundos, para que mi hija sepa que hay muchas confluencias de Cuba, donde nació su padre, y su tierra, Catalunya», agrega el autor.

José Alberto Velázquez, premio Franz Kafka de novela

El narrador y poeta José Alberto Velázquez (Las Tunas, 1978), residente en Cuba, ha obtenido el Premio Franz Kafka de novela 2019 con el libro Cierra los ojos, no respires.

«Un jurado compuesto por Idalia Morejón Arnaiz, Waldo Pérez Cino y Carlos A. Aguilera ha decidido ‘por la calidad de su lenguaje, por su complejidad formal donde alternan diferentes voces narrativas y disímiles puntos de vista, los cuales, desde su fragmentación, exhiben una unidad que se sostiene en el ritmo y en imágenes poéticas’, entregar el Premio Franz Kafka de novela 2019 que otorgan Libri Prohibiti y la plataforma inCUBAdora a Cierra los ojos, no respires, del autor cubano José Alberto Velázquez», informó la página web In-Cubadora este 31 de mayo.

“Soy gordo, heterosexual, monógamo, descendiente de mambises. No pude escoger una patria, ni un idioma, ni a mis progenitores: pude, en cambio, elegir un carácter, una forma de pensar, y no los cambio ni por un premio Casa de las Américas. Pero fundamentalmente lo que soy es un guajiro de Las Parras que se debe a la lectura; un escritor free lance (léase desempleado) que hojea, cada noche antes de dormirse, El castillo de Kafka”, ha dicho Velázquez entrevistado por Rafael Vilches para la revista Otro Lunes, dirigida por Amir Valle.

En el año 2016, Neo Club Ediciones publicó su poemario Guetto, disponible en Amazon. También está disponible en Amazon la antología Tres tristes cubanos y un gato feliz, con poemas de Velázquez, Frank Castell, J. L. Serrano y Carlos Esquivel. La obra de este escritor tunero ha sido premiada en los concursos nacionales Celestino de cuentos (2011) y Navarro Luna de poesía (2011). Ha publicado además los poemarios En busca del cielo perdido (Ed. Sanlope, 2006), Yo desierto (Ed. Holguín, 2006), La burbuja heroica (Ed. Orto, 2012), y el libro de cuentos Fracturas y extrañezas (Ed. La Luz, 2012). Poemas suyos aparecen en diversas antologías nacionales e internacionales.

Manifiesto de La Habana

El Club de Escritores y Artistas de Cuba (CEAC) se solidariza con los creadores de todas las manifestaciones del arte, la literatura y el periodismo, así como con los que realizan labores de promoción cultural que, en total desamparo, reciben constantes represiones por parte de la policía política por el único “delito” de pensar diferente y trabajar al margen de las instituciones oficiales, lo que constituye una flagrante violación de sus derechos individuales, amparados por la Carta Magna de la ONU.

Exigimos a los representantes del régimen, encabezados por su Presidente Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro, como Primer Secretario del Partido Comunista en Cuba, que cesen los arrestos arbitrarios y secuestros a dichos exponentes de la cultura cubana, independientemente de sus ideologías, religiones o inclinaciones sexuales, así como la imposibilidad de viajar libremente al exterior, clasificándolos con el eufemístico término de “regulados”.

También patentizamos nuestro total desacuerdo con la supuesta Constitución Cubana, porque quebranta nuestra tradición constitucionalista republicana y usurpa nuestros más elementales derechos. En particular, hacemos énfasis en el Decreto 349, el cual debe ser anulado por su carácter segregador y por no contribuir al pleno desarrollo de los exponentes del arte y la literatura.

A continuación, exponemos los nombres de aquellos periodistas, escritores, intelectuales, artistas y promotores culturales que, en los últimos meses, han sufrido represalias en respuesta a sus posturas contestatarias con el consiguiente daño físico y psicológico tanto para ellos como para sus familiares. Referimos que la lista siempre estará incompleta debido a los altos niveles de arbitrariedad en Cuba y la constancia en la aplicación de medidas punitivas contra las personas que ha tomado la decisión de oponerse a la censura.

Jorge Olivera
Presidente del CEAC

Ángel Santiesteban-Prats
Vicepresidente del CEAC

LISTADO

Javier Moreno

Vladimir Turro

Rafael Gordo Núñez

Regina Coyula

Adonis Milán

Jorge Ángel Pérez

Luis Manuel Otero

Amaury Pacheco

Michel Matos

Ariel Maceo

Abu Dujanah

Osvaldo Navarro

Verónica Vega

Yasser Castellanos

Henry Constantín

Luz Escobar

Roberto Jesús Quiñones

Isel Arango

Rolando Rodríguez Lobaina

Katherine Bisquet

Iris Ruiz

Miguel Coyula

Lynn Cruz

Tania Bruguera

Maikel Castillo (preso)

Leonardo Lázaro Rodríguez (preso)

Augusto César San Martín

Rolando Ferrer

Ariel Ruiz Urquiola 

Oscar Casanella 

Boris González Arenas

Rafael Almanza

Dagoberto Valdés 

Ileana Hernández 

Claudio Fuentes

Manuel Alejandro León

Osmel Ramírez

Adriana Zamora

Ernesto Carralero

Gorki Águila

Omara Ruiz Urquiola

Sandor Pérez

Yanelys Núñez

Nonardo Perea

Waldo Fernández

Alejandro Hernández Cepero

Inalkis Rodríguez

Iris Mariño

Sol García

Juan Antonio Madrazo

Nancy Alfaya

El pobre pescado cubano: Entre la liberación y el control

¿Cómo puede permanecer un pescado liberado y controlado al mismo tiempo? Si ha sido pescado, ¿cómo puede ser liberado? Y si ha sido liberado, ¿cómo puede ser controlado?

Cuba entera protesta por el nuevo ardid «alimentario» del castrismo: Un pescado racionado y a 20 pesos la libra, cuya calidad, despacho y precio constituyen una burla al pueblo hambreado. Así:

A Cuba llegó el pescado
y ha sido por la libreta
mas se trata de una treta
pues arribó liberado.
Le dicen que «controlado»
al lugareño optimista
pero hay que ser un artista
para llevar al sartén
a este animal del vaivén,
resbaloso, velocista.

Dicen que cuesta muy caro
este pescado inclemente,
que no hay quien le hinque el diente
o lo meta por el aro.
Que su precio es bien avaro
–la libra está a 20 pesos–,
que ni brujerías o rezos
logran su consumición.
¡Y es que no hay liberación
con los intestinos presos!

Un pescado liberado
es un pescado invisible,
hueco, alado, indestructible,
prófugo, envalentonado.
Ectotérmico hastiado
de ser troceado en la mesa,
vertebrándose cual presa
de avestruces sin arena:
Aves que esconden su pena
en su falta de cabeza.


 

Una cebolla entre claveles

 

Octubre de 1967. Jorge Luis Borges está impartiendo sus habituales lecciones de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires. De pronto, un alumno lo interrumpe para anunciar la muerte del Che Guevara y para exigirle, de paso, la suspensión de las clases con el fin de que todos los estudiantes le rindan homenaje al caído.

Borges contesta sin inmutarse que el homenaje puede esperar. El alumno riposta, malcarado, irrespetuoso: “Tiene que ser ahora y usted se va”. Borges mantiene su flema y su autoridad: “No me voy nada. Y si usted es tan guapo, venga a sacarme del escritorio”. Entonces el alumno amenaza con cortar la luz, sin darse cuenta de que está propiciando otra oportunidad para que Borges exhiba uno de sus muchos talentos, el de la afilada ironía: “He tomado la precaución de ser ciego esperando este momento”, le dice.

La anécdota quedó asentada en un magnífico libro: Borges, esplendor y derrota, de María Esther Vázquez, amiga personal y asistente del gran escritor. Sin embargo, es un pasaje poco conocido, entre otras razones posibles, por la poca atención que parecen haberle prodigado los reseñistas y también por la ¿casual? falta de repercusión en los medios. 

Después de todo, y a pesar de que involucra a uno de los mayores escritores de la modernidad en nuestra lengua (o en cualquier otra), me temo que este tipo de anécdota no es de las que reporta abultadas ganancias a las revistas, ni millones de “Me gusta” en las redes sociales. En todo caso, no como otras destinadas a divulgar la imagen del Che en tanto héroe fotogénico, Cristo redivivo en versión violenta, corajudo y romántico, rodeado por un halo de mitificación que no sólo alinea entre los más falsos de la historia contemporánea, sino también entre los más frívolos, irresponsables y contraproducentes.

Lo paradójico –y quizás lo más penoso– es que no a todos los que han sustentado la propagación de esa imagen fraudulenta podríamos señalarlos como cómplices de los crímenes del Che Guevara. Tampoco merecen la calificación de frívolos. Y menos todavía la de ignorantes o ingenuos. Es el caso de Ricardo Piglia, excelente novelista, ensayista y educador argentino, fallecido en 2017, cuya obra El último lector se ha mantenido durante los últimos dos años en las listas de los más vendidos en Hispanoamérica.

Se trata de un excelente libro de ensayos dedicados a profundizar (casi siempre ingeniosamente) en el arte de leer, a partir de conceptos y de ejemplos extraídos de la literatura de ficción o de su entorno, mediante un grupo de escritores y personajes célebres o muy conocidos. Cervantes, Hamlet, Kafka, Daniel Defoe, Joyce, Anna Karenina, Poe, Emma Bovary, Cortázar, Macedonio Fernández, Roberto Arlt, Gombrowicz o el propio Borges discurren como lectores por las páginas de El último lector, sujetos a ese tipo de análisiscon el que Piglia ha puesto de manifiesto la brillantez que lo sitúa entre los más destacados teóricos literarios de nuestro idioma. No gratuitamente dejó dicho que esta fue para él la más personal y la más íntima entre todas sus obras.

Y he aquí que entre idílicos lectores como Don Quijote y Robinson Crusoe, irrumpe de improviso el Che Guevara, igual que aquel estudiante malcarado que intentó desafiar a Borges.

Bajo el título Ernesto Guevara, rastros de lectura, Piglia se las gasta todas en un ensayo realmente idealizador en torno al Che como lector de pura raza. No es de sorprender entonces que desde las primeras páginas se remita a uno de los últimos días de su vida, en Bolivia, con la guerrilla diezmada, derrotada y perseguida por el ejército, no obstante lo cual el Che se sube a un árbol para darse el gusto de leer un libro. Como es fácil apreciar, la imagen, recreación de una foto que dio la vuelta al mundo (no sé quién la habrá tomado ni con qué fin), sí es de las idóneas para generar millones de “Me gusta” en las redes.

A esta escena se suman otras en El último lector, todas igualmente alucinadoras sobre el Che como lector singular y a la vez hombre de acción, que es como al parecer lo vio Piglia, como un hombre de acción, nunca como un psicópata, ni un enfurecido odiador, ni un criminal.

El Che capturado en Ñancahuazú, desaliñado, con el uniforme roto, exhausto y vencido, pero en la cintura, atado con un cinturón de cuero, lleva un portafolio con sus libros y una libreta verde que (y dale con lo mismo) se convertirá en palo mediático y será impresa miles de veces, pues no contiene consignas de guerra ni planes estratégicos para combatientes, sino poemas copiados con puño y letra del guerrillero, digamos una suerte de antología personal con versos de Neruda, César Vallejo o León Felipe, entre otros.

El Che alzado en la Sierra Maestra, donde, según el testimonio de algunos de sus compañeros de la guerrilla, nunca dejó de ser un lector infatigable, que abría un libro cuando todos los demás cerraban los ojos e intentaban dormir, abrumados por el cansancio.

El Che luego de tender la primera emboscada contra el ejército boliviano. Mientras espera el momento de entrar en combate, se acuesta en su hamaca y lee. O el Che organizando una pequeña biblioteca en la primera zona conquistada por la guerrilla en Bolivia.

El Che, herido durante del desembarco del Granma, piensa que morirá. Entonces recuerda un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista, al saberse condenado a muerte, se dispone a enfrentar con dignidad los últimos minutos de su estancia sobre la tierra.

Por cierto, esta última imagen inspira en Piglia el más alucinante entre los no pocos alucinantes elogios que dedica al Che en El último lector. “No estamos lejos de Don Quijote –afirma-, que busca en las ficciones que ha leído el modelo de la vida que quiere vivir”.   

Lo que menos importa para el caso es si Guevara fue o no ese extraordinario lector que se recrea en el libro. Tal vez no se trate más que de otro episodio de su inflada leyenda. Y aun aceptando que lo fuese, faltaría por analizar al detalle qué leía, algo que no hace Piglia. Por lo demás, no sería el primer entusiasta lector en la lista de criminales famosos.

Lo que llama la atención, por su evidente incongruencia, es que Piglia haya incluido al Che dentro de un catálogo de ilustres escritores y personajes de ficción que fueron a su vez lectores icónicos. Sería comprensible si al menos lo hubiese hecho para ilustrar la gran diversidad de personalidades y conductas que es posible hallar entre lectores igualmente voraces, al margen de sus discordantes señas de identidad. Pero en tal caso, sería de agradecer que, al igual que hizo con el resto de los lectores citados, se hubiera detenido a examinar, aunque fuera sucintamente, los resabios y las taras mentales del Che.

Cuando menos, ya que a la lectura y a lectores auténticos se atiene este libro, tal vez hubiese bastado con que citara la infame anécdota que contó Cabrera Infante, relativa al día en que el Che encontró un ejemplar con el Teatro Completo de Virgilio Piñera en los anaqueles de la embajada cubana en Argel, y luego de lanzar violentamente el ejemplar contra la pared, regañó al embajador por conservar la obra de ese “sucio maricón”.

Por otro lado, obviando la disparatada comparación con Don Quijote, ni siquiera me parecen plausibles otros símiles que establece Piglia en su ensayo, aun cuando resultan mucho más moderados. Pongamos, por ejemplo, la búsqueda de semejanzas entre Guevara y el intelectual italiano Antonio Gramsci, escritor y filósofo marxista que encontró en la lectura la única manera de sobrellevar los rigores de la cárcel durante el régimen fascista de Mussolini. Pero es que Gramsci no fue sino un teórico, ajeno a las acciones homicidas del Che. Diferencias de esencia más o menos parecidas existieron entre el fusilador de La Cabaña y el también argentino Rodolfo Walsh, revolucionario de izquierda, incluso guerrillero, pero que ante todo fue un sobresaliente escritor y un hombre sin odio en las entrañas, por más que Piglia se extraiga de la manga el cotejo con el Che.

Más controversial aún puede ser la comparación que establece este libro entre una escena del Che leyendo en medio de sus aventuras guerreras, y otra del inspirado poeta ruso Ossip Mandelshtam, que lee desoladamente a la luz de una fogata, durante su confinamiento en un campo de concentración estalinista. Preso por el delito de escribir versos, Ossip lee en voz alta para los demás prisioneros, mientras les habla del poeta Virgilio.

No es de mi interés, no más faltara, que aquellos que no hayan leído suficientemente a Ricardo Piglia se hagan una idea errónea sobre su persona y su obra. Él ni siquiera fue un izquierdista militante. Hasta donde sé, profesaba una izquierda muy personal, heredada quizá de su padre peronista. En cuanto a su desempeño en la literatura, nadie podría negarle un sitio entre los escritores más relevantes del mundo hispano en los últimos tiempos. Solamente Dios o el diablo podrían explicar ese incondicional apego que le dispensó a la imagen edulcorada del Che Guevara. Aunque nada parece ser ya raro en este mundo en el que la sinrazón y el esperpento han tomado el mando por asalto.

De hecho, no son escasos (o no todo lo que debieran) los extraños arranques de simpatía hacia el Che que han demostrado figuras no precisamente afiliadas a la izquierda o al progresismo.

Uno de los que más me sorprendió en su momento fue Juan Carlos Onetti, un escritor escéptico y solitario, que siempre se cuidó de guardar prudente distancia entre literatura y política. Sin embargo, al enterarse de la muerte de Guevara, tuvo la mala ocurrencia de escribir: “La porfía del Che, profetizamos, es inmortal. Trepando, desembarazándose de tanta literatura, lágrimas y sentimentalina arrojadas encima de su pecho asesinado, Che Guevara está hoy otra vez –y van tantas- de pie, repartiendo rostros y metralletas entre ansiosos, resueltos checitos nacidos de su muerte y resurrección”. Qué pena. Si alguien me hubiese dado a conocer sin pruebas este dislate de Onetti, jamás le habría creído.

Ernesto Sábato, otro grande de la literatura hispanoamericana, recuerda en su libro Antes del fin, que conoció al joven Guevara durante su muy publicitado recorrido por América Latina. Y cierra el comentario con estas palabras: “A aquel joven, hoy símbolo de las mejores banderas, lo recuerda la historia con el nombre de Che Guevara”. Y Julio Cortázar, tan mitificado él mismo dentro del mundillo literario -lo cual no deslegitima necesariamente sus virtudes como escritor-, convirtió al Che en protagonista de su muy conocido cuento Reunión, además de alabarlo en público en más de una ocasión: “Sé que es absurdo y que es imposible, y por eso mismo creo que él escribe esto conmigo, porque nadie supo mejor hasta qué punto lo absurdo y lo imposible serán un día la realidad de los hombres”. En esto último quizás tenía razón, no tanto con respecto al Che como al modo en que sus propias palabras representan hoy lo absurdo convertido en realidad.

Para cortar el rollo, porque son muchos, demasiados, los que incurrieron, bastaría quizá con recordar que aunque a su manera (bien alejada del izquierdismo de moda y luminarias que practicó Cortázar), hasta el grande Lezama Lima destrenzó algún elogioso barroquismo en torno al Che: “Su imagen es uno de los comienzos de los prodigios, del sembradío en la piedra, es decir, del crecimiento tal como aparece en las primeras teogonías, depositando la región de la fuerza en el espacio vacío”. Chúpense esa.

No valdría la pena, y además no viene a cuento, rememorar los banales aportes de tantas estrellas de Hollywood, más los de otros relumbrones del mundo artístico, al sobredimensionamiento de esa amañada imagen del Che que quizá haya influido en los criterios de personas bien intencionadas, inteligentes y sensibles. Si acaso, por lo mucho que decepcionó a sus admiradores (entre los que me incluyo) retrotraigo al legendario guitarrista Carlos Santana entrando a la ceremonia de los Óscar, en 2005, con una camiseta que tenía estampada la imagen del guerrillero. Detalle menor, podría decirse si tenemos en cuenta la naturaleza provocadora y desafiante de los rockeros. Lo malo es que Santana completaría su performance con una de las declaraciones más estúpidas que hemos escuchado sobre el asunto: “Che era todo amor y compasión”. Si alguien dudaba que se puede ser un músico excepcional con un cerebro de pollo, Santana despejó sus dudas.

¿Cabe suponer que toda esta atmósfera de sublimación que ha envuelto durante años la figura del Che Guevara, alcanzando dimensiones planetarias, pudo hacer mella en la sólida formación humanista y en la lucidez de Ricardo Piglia, y a tal punto que le condujo a elevarlo al panteón de enaltecidos lectores como Kafka o Joyce o Proust? Tal vez no habría que exagerar. Pudo suceder que sólo lo escogiera como un ejemplo extremo para demostrar su tesis acerca de la incontrovertible influencia de la lectura en el carácter del lector y cómo esa influencia puede gravitar incluso sobre el destino de las personas.     

De cualquier forma, como ya quedó dicho, nada justifica mezclar claveles con cebollas sin advertir que no son los claveles los que traspasarán su olor a las cebollas sino al revés.

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