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Pedro Luis Ferrer en concierto

Pedro Luis Ferrer (Collectible Fine Art Photography de Delio Regueral)

La fundación sin fines de lucro Hispanic American Artist Group celebra su sexto aniversario con una cena de gala donde el cantautor Pedro Luis Ferrer ofrecerá un concierto exclusivo para los asistentes.

Esta organización, creada por un grupo de 35 renombrados artistas, tiene la misión de ayudar a través del mundo del arte a niños discapacitados por el autismo.

Lugar: Big Five Club (600 SW 92 Ave Miami, FL 33174)

Fecha: 4 de octubre de 2019

Hora: 8:00 P.M.

Precio: $100.00

Sección VIP: $150.00

Para reservar llame al número: 305-856-5632

Cupo limitado.

Ramón Fernández Larrea en Viernes de Tertulia

Viernes de Tertulia, el evento artístico y literario que coordina en Miami el escritor Luis de la Paz, anuncia su jornada del mes de septiembre de 2019 con el poeta, humorista y guionista Ramón Fernández Larrea.

Fecha: viernes 20 de septiembre de 2019
Hora: 8:30 de la noche
Dirección: 111 SW 5ta. Avenida
Más información en el (305) 786 747-1877.

El programa Viernes de Tertulia es una producción del Creation Art Center, organización fundada por Pedro Pablo Peña (†) y dirigida por Eriberto Jiménez.

Ramón Fernández Larrea (Bayamo, 1958) ha publicado, entre otros, los poemarios El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el Premio internacional de Poesía Gastón Baquero. Además, es autor de las antologías personales Si yo me llamase Raimundo y Nunca canté en Broadway, así como del libro Kabiosiles: Los músicos de Cuba, retratos poéticos de glorias de la música cubana.

Ha residido en Tenerife, Islas Canarias, Barcelona y Miami Beach. En Cuba escribió, produjo y dirigió El Programa de Ramón, un espacio radial de música y humor que tuvo máxima audiencia. En Barcelona hizo radio en la emisora latina Radio Gladys Palmeda, de la que fue fundador. Allí nació el programa Memorias de La Habana, que desde hace cuatro años ha vuelto a radiarse en Miami. Como guionista ha escrito humor para los programas televisivos Seguro que yes y Esta noche tu night, conducidos por Alexis Valdés. En la Feria Internacional del Libro de Miami presentará una reedición de Kabiosiles: Los músicos de Cuba y Cuba a la carta, que reúne las cartas humorísticas escritas a personajes históricos y legendarios, objetos y lugares de la Isla.

Premio de Poesía Editorial Hypermedia 2019

Con el objetivo de apoyar y fomentar la creación poética, la Editorial Hypermedia convoca a su Primer Premio de Poesía.

I Premio de Poesía Editorial Hypermedia 2019:

Podrán participar todos los escritores de origen cubano, sin tener en cuenta su lugar de residencia actual, así como aquellos autores extranjeros que puedan acreditar su residencia en Cuba.

La dotación del premio será de 1.000,00 USD.

La obra premiada será publicada por la Editorial Hypermedia y una selección de la misma aparecerá en el número Primavera/Verano de nuestra revista impresa Hypermedia Review, así como en la publicación online Hypermedia Magazine, durante la segunda quincena del mes de diciembre de 2019.

Presentación de la obra:

La obra presentada tendrá una extensión mínima de 70 cuartillas, independientemente de si se trata de un único poema o de una colección.

El tema y la métrica son libres.

La tipografía a emplear será Times New Roman o Arial, pto 12 (o similar).

El interlineado es libre.

El envío se hará de forma electrónica a la dirección [email protected], en dos archivos independientes, los cuales comprenderán:

1.   La obra a concursar (sin firmar, e identificada bajo un lema o seudónimo).

2.   Datos del autor, identificados por el mismo lema o seudónimo.

Se deberá presentar una sola obra.

Obra inédita:

La obra presentada deberá ser inédita y no premiada anteriormente.

Si el autor presenta la obra a otro concurso, en caso de obtener un premio deberá notificarlo a la Editorial Hypermedia, mediante correo electrónico a la dirección [email protected], para proceder a retirarla del concurso.

No obstante, una obra que haya resultado previamente premiada quedará automáticamente descalificada.

Fechas:

Las fechas previstas para el I Premio de Poesía Editorial Hypermedia 2019, son las siguientes:

La convocatoria queda abierta desde el domingo 1 de septiembre de 2019 y permanecerá vigente hasta el sábado 30 de noviembre de 2019.

El jurado, integrado por cinco escritores de reconocido prestigio, habrá de fallar antes del 15 de diciembre de 2019.

La entrega del premio se realizará antes del 31 de diciembre de 2019.

Tras la deliberación del jurado, una vez abierta la plica, la Editorial Hypermedia se pondrá́ directamente en contacto con el ganador.

En caso de ser premiado, el autor se compromete a declarar bajo su responsabilidad el carácter inédito y no premiado de su obra, y su total aceptación de las bases del concurso.

Obras presentadas:

En ningún caso se mantendrá́ correspondencia al respecto, dado el carácter anónimo del premio.

En casos excepcionales, la Editorial Hypermedia se reserva el derecho de ponerse en contacto con posterioridad al fallo con aquellos finalistas que hubieran podido despertar el interés del jurado.

Todas las obras no premiadas serán eliminadas del servicio de mensajería electrónica de la Editorial Hypermedia. 

Consideraciones legales:

Presentarse al concurso implica la aceptación de todas y cada una de las bases de esta convocatoria, entendiéndose que el incumplimiento de una sola de ellas podrá́ ser suficiente para dejar fuera de concurso la obra presentada.

Las decisiones del jurado son inapelables.

Para cualquier duda, discrepancia, reclamación o cuestión que pueda suscitarse sobre la interpretación y ejecución de las presentes bases, las partes renuncian al fuero propio que pudiera corresponderles y se someten expresamente a la jurisdicción de la justicia.

Reaccionan a secuestro de artista en Cuba

Miembros del Movimiento San Isidro entregan Habeas Corpus de Luis Manuel Otero Alcántara en La Habana.

 Tres días han pasado del secuestro del artista independiente Luis Manuel Otero Alcántara en La Habana, Cuba, por miembros de las fuerzas represivas del régimen imperante, y creadores y organizaciones internacionales reclaman su aparición desde las redes sociales. A continuación algunas de estas denuncias:

“¿Por qué la desaparición de Luis Manuel Otero Alcántara es forzada? Porque fue arrestado, detenido, secuestrado y sometido a privación de libertad por agentes del Estado, seguido de la negativa a reconocer dicha privación de libertad, ocultando su paradero, sustrayéndolo de la ‘¿protección de la ley?’. La última vez se le vio en las calles San Isidro y Compostela aproximadamente a las 11:15 p.m. del 12 de septiembre (hace 64 horas) mientras era detenido violentamente por al menos cinco agentes del Estado, tres uniformados de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y dos vestidos de civil. Hasta el momento, Otero Alcántara no se ha comunicado para informar sobre el lugar donde se encuentra detenido, lo que hace suponer que se encuentra incomunicado”.  Laritza Diversent

“Un tal agente Jaime llamó este lunes a Claudia Genlui para asegurarle que Luis Manuel no tenía ni un arañazo. Eso quiere decir que, con el apoyo de ustedes, los obligamos a dar una señal. Ahora exigimos que lo liberen inmediatamente. De lo contrario, que nos den una prueba de vida. Queremos comprobar que está vivo y sin daños físicos o sicológicos”. Luis Dener

«La normalización de este tipo de detención es un secuestro, viola cualquier normativa elemental sobre derechos humanos y es obviamente un abuso criminal sobre la ciudadanía. Nunca debería ser el proceder de autoridad alguna… si esas son las leyes, renegamos de los procedimientos y reglas opresivas. Responsabilizamos a las autoridades políticas y militares cubanas del estado físico y sicológico de Luis Manuel Otero Alcántara». Amaury Pacheco

«Según la ley cubana, después de tres días se debe reportar una detención y en la nueva constitución se habla del habeas corpus. Ya han pasado más de tres días desde que detuvieron Injustificadamente y que no se sabe el paradero de Luis Manuel Otero Alcántara, a eso técnicamente se le llama desaparición. ¿Dónde está Luis Manuel Otero Alcántara?».  Tania Bruguera

«Luis Manuel Otero defiende que artistas en Cuba puedan expresarse libremente, sin temor a represalias. También ha dicho #NoAlDecreto349, una norma distópica orientada a censurar a artistas en la Isla», Amnistía Internacional

“Luis Manuel Otero Alcantara no es que no tenga aval artístico, es que lo tiene demasiado. Tanto es así, que me atrevería a postularlo como uno de los artistas más importantes en Cuba. Luis Manuel ha hecho lo que nadie: volver a negociar los límites de la libertad de expresión en el campo cultural, su obra presupone el rango de posibilidades del arte en la isla, desde lo más conservador hasta lo más rupturista”. Abel González

‘José Martí, cónsul argentino’, de Rodolfo Sarracino: un análisis contextual

 

Rodolfo Sarracino aparenta ser uno de esos pocos investigadores del Centro de Estudios Martianos (CEM) que se atreven a incursionar en serio, más allá de la retórica acumulada por la conveniencia de cierta tradición política nuestra, en la vida y la obra de José Martí. Así, en el libro que da motivo a esta aproximación nuestra, José Martí, cónsul argentino en Nueva York (1890-1891). Análisis contextual (Centro de Estudios Martianos, 2018), como antes en José Martí y el caso Cutting: ¿extraterritorialidad o anexionismo?, declara seguir aquel consejo que diera Roberto Fernández Retamar en Desatar a América y desuncir al hombre: En una de las notas a pie de página escribe Sarracino: “él (Retamar) nos recuerda que no basta con el mero rastreo de las “fuentes” europeas o estadounidenses, ni el alto tenor del bello estilo de Martí, sino (que) sus acciones, y el contexto en que se desenvolvieron, deben estudiarse en profundidad para comprender sus ideas políticas” (nota 5, páginas 49-50). Sugerencia que a la verdad en Cuba ha sido muy poco seguida, no solo por los investigadores martianos, sino por historiadores y sociólogos de la cubanidad en general.

No obstante no hay por qué dejarse llevar por las apariencias. Recordemos que para todo castrista de ley, como lo era el difunto Roberto Fernández Retamar, no se trata en realidad de comprender el pensamiento de José Martí, que sin lugar a duda es exactamente el mismo del Comandante en Jefe, Fidel Castro, sino de demostrar esa identidad y continuidad entre ambos hombres; o por lo menos de tender cortinas de humo retóricas que impidan demostrar lo contrario.

Rodolfo Sarracino, un viejo diplomático reciclado en investigador titular en el CEM, es también un castrista acérrimo, y por lo mismo alguien interesado sobre todo en justificar intelectualmente al castrismo. Solo que un castrista que se ha dado cuenta de que el pensamiento martiano es demasiado complejo como para lograr alcanzar a afirmar al sencillo, popular, espontáneo, guapetón… simplón castrismo como su continuidad, si es que no se lo reduce antes a una retórica armada a base de tópicos y citas descontextualizadas. Pero que por otra parte también ha comprendido que la ya cada vez mayor distancia desde la que necesariamente se mira a la vida, la obra y el pensamiento de Martí, supera claramente al rastrero velo de retórica romántica con la cual convenientemente se lo ha rodeado por nuestra tradición revolucionariezca desde los inicios mismos de la República.

Así, ante el inevitable escenario de que en el futuro se multiplicaran las aproximaciones críticas, que hayan dejado a un lado los prejuicios románticos sembrados por aquella retórica inicial, Sarracino ha optado por aceptar algo de lo que ya no se puede negar. Pero repetimos que no para aceptar y divulgar la verdad toda, sino para lanzar una nueva interpretación parcial de la actitud de Martí hacia su contexto mundial, descargada de muchos de sus puntos inconciliables con el castrismo; el más nefasto resultado evolutivo de la tradición revolucionariezca.

Sarracino ha optado por lanzar sobre el pensamiento y la obra martiana una nueva cortina de humo, una nueva retórica. Eso sí, ahora un tanto más compleja, para prejuiciar a los que nos empezamos a acercar al estudio de ambas, y de ese modo crearnos prejuicios retóricos que impidan veamos lo que sin esos condicionamientos nos sería más que evidente: la radical oposición entre los pensamientos de José Martí y Fidel Castro.

Sarracino parte de un meritorio reconocimiento: “… (Martí) estaba plenamente convencido de que la guerra necesaria no se decidiría solo en los campos de batalla, sino, casi en pareja medida, también en la esfera de las relaciones políticas internacionales y sus complejas interacciones”[i].

Con lo que explícitamente acepta algo que la historiografía y la investigación martiana asociadas a la tradición revolucionariezca, tan interesadas en afirmar la independencia cubana de manera absoluta, como de isla utópica abandonada a sí misma en las soledades del Mar Antártico[ii], han pasado por alto: Que la principal dificultad para que la Isla alcanzara su libertad política no eran los ejércitos españoles, o incluso los activos elementos integristas que en ella habitaban, sino su compleja situación geopolítica, su lugar central y su extrema inserción dentro del mundo noratlántico. Lo cual durante todo el diecinueve llevó a que los mismos incontables intereses involucrados sobre Cuba prefirieran el mantenimiento del status quo español. Y que por tanto la más importante misión para Martí no fuera levantar la guerra necesaria en sí, sino conseguir la actitud idónea para nuestra independencia en cada uno de los interesados en el asunto cubano. Para así evitar a un tiempo el salir de unas manos para ir a dar a otras, o que se terminará por imponer el ideal aislacionista, nefasto para Cuba, de la tradición revolucionariezca que venía de los inicios de la Guerra Grande.

Pero tras esta admisión Sarracino comprende, como seguramente ocurrió tras terminar José Martí y el caso Cutting, su primer libro, en el cual empieza a caminar por esa vía, que esta, de seguirse rectamente lleva muy lejos de los fundamentos ideológicos del castrismo. Por ello de manera premeditada decide torcerla, mediante la adopción de una versión asimilable a dicha ideología política, que entre otras cosas tienda una cortina de prejuicios frente a todo aquel que se acerque al pensamiento y a la obra martiana desde la evolución que han seguido los estudios de ambas. Principalmente de la mano de una institución tan renombrada como el Centro de Estudios Martianos.

En esencia su interpretación de la política exterior de Martí es esta:

“Martí, que obviamente conocía ese proyecto expansionista (Sarracino, un poco antes en este mismo libro nos lo señala: “…garantizar la seguridad en el Paso de los Vientos para los aproches y la construcción posterior de un canal interoceánico”), concluyó que con la independencia de Cuba y Puerto Rico podrían detenerse o demorarse los planes estratégicos norteamericanos, contando con el apoyo de algunos países hispanoamericanos y de una o varias de las grandes potencias europeas, sobre todo Inglaterra y Alemania, con intereses contrarios a los norteamericanos en el Caribe, Centro y Sudamérica y el Pacífico.”[iii]

Para el autor de este libro a los EE.UU., en sus planes expansionistas, no les convenía la independencia de Cuba y Puerto Rico, pero a hispanoamericanos y europeos sí, lo cual crea una oportunidad de oro para lograr independizar a ambas islas. Para ello, frente a su ingente poder anti-independentista a ultranza, un Martí que más parece un Castro pretende usar el contrapeso de América Latina, en especial de Argentina hasta 1892, y de México a partir de entonces, o de Europa, en especial de Inglaterra y Alemania.

Siempre según Sarracino, Martí lograría que esos contrapesos jugaran a su favor al persuadirlos de que era más conveniente para evitar los citados planes expansionistas el que Cuba y Puerto Rico, islas con poco más de dos millones y medio de habitantes escasos, alcanzaran a constituirse en repúblicas independientes, y no continuaran como parte de una España que poco después habría de demostrarse capaz de poner sobre ellas a más de un cuarto de millón de soldados bien armados y entrenados, o que para 1894 todavía contaba con una marina de guerra comparable a la americana. Contradicción que adelantamos no se explica, al menos en la interpretación sarracina del pensamiento geopolítico martiano, y que deja muy mal parado a Martí, al nivel de uno de esos arbitristas de café ibéricos que entretenían sus días en escribirle al Rey memoriales con planes disparatados para resolver los problemas del reino.

La política exterior de Martí es así reducida a un mero equilibrio de fuerzas físicas, y en una sola dirección, con lo que a su vez pone en duda su capacidad intelectual: Sarracino convierte a Martí en un redomado inconsecuente, porque desde esa premisa del equilibrio simplón que le adjudica a su juego geopolítico lo más razonable habría sido compartir la idea que tenían la mayoría de los iberoamericanos, no pocos cubanos autonomistas, las principales cancillerías europeas, e incluso su admirado Roque Sáenz Peña: la de que fuera de la órbita española Cuba necesariamente gravitaría hacia el Monstruo Americano. O sea, en la versión sarracina Martí o es un arbitrista inconsciente, que se atreve a arriesgar el futuro de la nacionalidad cubana en una típica y alocada guerrita latinoamericana, o es un solapado agente anexionista…

Sin duda a Martí le preocupan los EE.UU., pero también el Reino Unido mismo, que por momentos parece dejar de confiar en el status quo y asume, con muestras de cierto desespero, una actitud más activa para evitar el reposicionamiento del Coloso Americano en las puertas mismas del canal que por entonces se construye en la todavía provincia colombiana de Panamá. Incluso una de las conspiraciones para traspasar la soberanía sobre la Isla a la Pérfida Albión, apoyada tanto por peninsulares como por insulares, llegaría a ser denunciada por el hermano negro de Martí, Don Juan Gualberto Gómez, desde las páginas del diario de que era propietario[iv].

En cuanto a Alemania, no debe de dejar de mencionarse el que el general Juan Prim, al  proponerle a Bismark en 1870 que un miembro de una de las ramas de la familia real prusiana ocupara el trono de España (Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen), puso como condición el que el heredero declarara que Cuba permanecería bajo soberanía española, o lo que es lo mismo: que no la cedería bajo ninguna circunstancia a la Prusia que ya iba para Imperio Alemán[v]. Lo que demuestra que algún interés debía de haber, cuando un político como Prim se apresuró a sentar tal condición.

Es necesario, para hacernos una más correcta idea del contexto internacional del pensamiento y la obra martianas, destacar un par de escenarios contemporáneos a Martí que Sarracino no menciona en su libro:

Primero, para 1895 el Canal de Panamá, aunque con serios inconvenientes y periodos de incertidumbre, seguía en manos de una compañía francesa, la Nouvelle Compagnie Universelle du Canal Interocéanique de Panamá. O sea, sobre el Canal por entonces los americanos tenían un muy limitado dominio (cierto número de acciones), y aunque era previsible que terminaran la obra en que literalmente se habían encharcado los franceses, no era algo todavía seguro. Dependía de la buena voluntad anglo-germana el que los americanos pudieran controlar una obra que les iba a permitir poner en contacto, con menores costos de flete, a sus costas este y oeste (el trasporte por mar a través de Istmo resultaba más barato que por ferrocarril, cruzando todo el continente norteamericano).

Segundo, si indagamos en los registros navales de Washington comprobaremos que la numeración de los barcos acorazados de los EEUU comenzó con el Indiana (BB-1), asignado el 20 de noviembre de 1895. Por tanto, a la muerte de Martí la marina americana no tenía terminado ninguno de los acorazados de I clase que por entonces construía, incluidos los futuros BB-2 Massachusetts, y BB-3 Oregon[vi], por demás todos con evidentes deficiencias técnicas (la principal un francobordo demasiado bajo). Lo cual situaba a la marina americana por detrás de la inglesa, de la francesa, de la alemana, de la italiana, de la austro-húngara, o de la rusa, e incluso de la japonesa o la española[vii]. Y en cuanto a su despliegue en el Pacífico, hasta la comisión del USS Oregon en ese océano, en 1897, la misma cedía allí a la marina chilena.

Estas dos situaciones dejan a las claras la realidad del poder americano en tiempos de Martí, que no era todavía ni con mucho el que llegaría a ser con el Nuevo Siglo Americano. Sobre todo en sus décadas de los cincuenta y sesenta, periodo de surgimiento y apogeo del castrismo; una corriente política profundamente traumatizada por esa coincidencia.

En verdad la idea de Martí del equilibrio de los campos de poder mundial sobre la puntual Isla de Cuba era algo más compleja, y no compartía la visión sarracina, profundamente maniquea, de contrapesar a los yanquis, y ya. Que Martí no solo temía a los americanos es lo más natural del mundo, si es que usted conoce cómo es que funcionaba la política internacional de su tiempo.

Eran tiempos de política de fuerza simple y llanamente, en que las potencias europeas no tenían remordimientos en reunirse, como en Berlín en 1885, para repartirse entre ellas a todo un continente cual si de un pastel de cumpleaños se tratara (los EE.UU. no participaron de manera efectiva en esa Conferencia, y mucho menos en el reparto). No eran por tanto los EEUU el principal enemigo de América Latina en 1890[viii], año de publicación del ensayo Nuestra América. Lo era la Europa que acababa de dividirse a África y que mañana podía hacer lo mismo con América, bajo la muy legitima justificación de ese entonces, del despoblamiento y la necesidad de usar los muchos recursos subutilizados del continente para alimentar al Dios Progreso. Una Europa con un poder tecnológico y demográfico que superaba de manera abrumadora a la casi despoblada, y muy atrasada, América Latina: en 1890 Francia, la gran potencia europea menos poblada, contaba con 35 millones de franceses, lo que sobrepasaba por unos cuantos millones a la población de toda América del Sur.

Por ello es que Martí habla en el primer párrafo de Nuestra América de los gigantes de las siete leguas, no del gigante de las siete leguas, como si ya lo hace en el segundo, para referirse a la actitud que deberán tomar las repúblicas latinoamericanas si es que uno de esos gigantes viniera sobre ellas. Por eso también, en clara referencia a la Conferencia de Berlín, de la que lo separa solo un lustro, habla de la pelea de los cometas, que dormidos van por el cielo engullendo mundos; en este caso continentes.

La idea de Martí, por tanto, incluye varios equilibrios bidireccionales, no uno solo. Y es un fino cálculo que va más allá del intento de contraponer el mundo a un vecino malévolo al que se le adjudican aspiraciones quizás no muy erradas, pero posibilidades irreales para realizarlas. Pero sobre todo sin tomar en cuenta que la propia naturaleza del ideal político sobre el que se sustenta ese vecino es en definitiva la principal barrera para esas aspiraciones, siempre nacidas entre un específico elemento con ambiciones imperiales, tanto hacia afuera como hacia adentro. De hecho es al tener en cuenta esa particular naturaleza republicana de los EE.UU., al decir de Martí, que sobre esa vecindad funda en lo principal su idea de independizar a Cuba y Puerto Rico. Algo que, por supuesto, en el beato convento castrista del Centro de Estudios Martianos nunca se estará dispuesto a reconocer.

En general su esquema de contrastes es el siguiente:

A los EEUU pretende equilibrarlos (1) al sacar provecho del interés de las dos superpotencias europeas, Alemania e Inglaterra, por entonces muy cercanas entre sí, en que los EE.UU. no llegaran a convertirse en un nuevo rival de ambas, una tercera superpotencia global; (2) al usar a nuestro favor el interés americano de no enfrentar directamente a los gobiernos y a la opinión pública latinoamericana, región que por entonces pretendían usar de la única manera que les era factible, diplomáticamente, para crear un área de libre comercio para sus productos sin mercado[ix]; (3) gracias al interés de específicas naciones latinoamericanas, sobre todo México y Argentina, en marcar sus propios equilibrios hemisféricos frente a los EE.UU. (en el caso de Argentina por la cercanía creciente entre estos y Brasil, su gran rival sudamericano); (4) pero sobre todo aprovechando la propia naturaleza republicana de los EE.UU.

En cuanto a los europeos (1) mediante el apoyo de las naciones latinoamericanas, interesadas en que Europa no mire hacia este hemisferio de la misma manera que miraba por entonces al resto del mundo (con ánimos recolonizadores), naciones latinoamericanas que por demás tienen firmes lazos comerciales y diplomáticos con Inglaterra, que las convierten en interlocutores con cierta voz en el Londres sede por entonces del hegemón mundial; (2) y al aprovechar el ideal de una América Republicana, en contraposición a la monárquica Europa, lo que a la vez implicaba sacar provecho de cierto sector republicano, creciente, de la opinión pública europea, y a la vez de la mayor República del hemisferio occidental, y de la sombrilla de poder que proyectaba ya sobre las islas de Cuba y Puerto Rico.

O sea, no es solo oponer el mundo a los EE.UU. lo que pretendía José Martí, y los dos puntos que marcan con claridad las diferencias entre el simplón planteamiento sarracino (castrista), y el sofisticado martiano, son los dos últimos de cada párrafo: el relacionado con la naturaleza republicana de los EE.UU., y el referido a sacar provecho de la sombrilla de poder americano, no solo a intentar alejarla de encima de nosotros.

De más está afirmar que José Martí sabe que ese complejo equilibrio sobre su Isla no se arma espontáneamente, y mucho menos se mantiene luego inalterable en el tiempo por sí mismo. Se necesita de una Política Exterior de la Revolución que ayude a montarlo, y luego a sostenerlo. Pero esa política no puede ser solo de equilibrios de fuerzas, sino más bien de reinterpretación de las ideologías ajenas a nuestro favor. Se impone en consecuencia comenzar por convencer a los múltiples intereses involucrados sobre el espacio físico e ideal de la Isla de la conveniencia para cada uno de ellos de la independencia de esta, o a su vez persuadir a los cubanos de la necesidad de adoptar desde la guerra unas formas republicanas que quizás sea cierto, inevitablemente embarazaran al esfuerzo bélico, pero que permitirán sin embargo que la Revolución encaje en ciertos valores continentales, americanos, más útiles que las armas del Ejército Libertador para asegurar que Cuba Libre consiga mantenerse independiente en un mundo dominado por cometas que dormidos van engullendo mundos.  

La propuesta martiana a Europa en esencia está contenida en un párrafo del Manifiesto de Montecristi:

“La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo. Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia, abandonado tal vez por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo.”

Martí le propone a Europa una nación fuerte, con intereses semejantes a los europeos en contener a los EE.UU, situada en una isla con maravillosos puertos a medio camino entre ese país y el canal que se construye, pero que por entonces todavía no es americano.

Pero: ¿Por qué preferir a esa isla independiente en lugar de española? He aquí una de las claves concretas que nos dejan ver las diferencias entre el verdadero pensamiento martiano y su interpretación sarracina.

Quizás porque Martí cree, y quiere que los europeos compartan su creencia, en que tras abrir la Isla al mundo, y sobre todo a las grandes emigraciones europeas, como por entonces sucede en Sudamérica, Cuba podría llegar a un crecimiento económico y demográfico sostenido, que le permitiría fortalecerse hasta el punto de poder defender su territorio mejor que bajo el dominio colonial español, y la sombrilla de su ejército[x]. Pero sobre todo porque Martí sabe que en las cancillerías europeas hace rato existe el convencimiento de que es solo cuestión de tiempo el que Cuba abandone la órbita española, y ante el casi seguro traspaso de su soberanía a los EE.UU. él les propone una solución que les evitaría irse a la guerra, o por lo menos la molestia de tal cesión a un rival que se empoderaría con ella: dejar esa soberanía en la misma Cuba, esa que él promete abierta a sus capitales, y a todos los europeos que quieran venir a trabajar en ella por su engrandecimiento y progreso.

Pero advierto que no esto todo, y mucho menos lo más esencial, como más adelante veremos ya con mayor claridad.

En cuanto al intento de usar a Latinoamérica, tanto para contener a europeos como a americanos, tiene dos caminos. El primero mediante la labor de concienciación de las opiniones públicas hispanoamericanas, que se desarrolla desde la tribuna de la prensa continental a la que ha tenido acceso privilegiado durante la década de los ochenta, y se condensa en la propuesta de Nuestra América: o sea, en crear, en la defensa del derecho de Cuba a ser independiente, las bases de un futuro sistema de seguridad colectiva. El segundo corre a través de sus rejuegos diplomáticos, primero con la Argentina y después con México, se desarrolla en sus contactos personales con los círculos de poder de ambos países, y pretende presentar a ambos la independencia de Cuba como de muy útil para resolver sus propios problemas geoestratégicos.

Por su parte, a los americanos Martí pretende ganarlos a la causa independentista mediante las promesas y sugestiones que hace en carta al director del New York Herald, el 2 de mayo de 1895:

(1) “Cuba se ha alzado en armas… para emancipar a un pueblo inteligente y generoso… de la nación española, inferior a Cuba en la aptitud para el trabajo moderno y el gobierno libre, y necesitada de cerrar la Isla, exuberante de fuerzas naturales y del carácter natural que los desata, a la producción de las grandes naciones para mantener con el ahogo violento de un pueblo útil de América, el mercado único de la industria española, y los rendimientos con que paga Cuba las deudas de España…”

(2) “El hijo de Cuba…padece… de ver encadenado su suelo feraz, y en él su sofocante dignidad de hombre, a la obligación de pagar, con sus manos libres de americano, el tributo casi íntegro de su producción… a las necesidades y vicios de la monarquía (española), cuya composición… le impide permitir jamás al atormentada Isla de Cuba que en la hora histórica en que se abre la tierra y se abrazan los mares a sus pies, tienda anchos sus puertos y sus aurígeras entrañas al mundo repleto de capitales desocupados y muchedumbres ociosas, que al calor de la República (cubana) firme hallarían en la Isla la calma de la propiedad y un crucero amigo.”

(3) “A la boca de los canales de los canales oceánicos, en el lazo de los tres continentes… y a las puertas de un pueblo perturbado por la plétora de los productos de que en él se pudiera proveer, y hoy compra a sus tiranos, Cuba quiere ser libre, para que el hombre realice en ella su fin pleno, para que trabaje en ella el mundo, y para vender su riqueza escondida en los mercados naturales de América, donde el interés de su amo español le prohíbe hoy comprar.”

(4) “Los Estados Unidos, por ejemplo, preferirían contribuir a la solidez de la libertad en Cuba, con la amistad sincera a su pueblo independiente que los ama, y les abrirá sus licencias todas…”

(5) “… el pueblo de Cuba, atado a un amo de constitución nacional incorregible, paga, con el producto casi total de sus productos despreciados en la lucha sin término entre el interés español, impotente para cerrar el único mercado a España en la Isla, y las represalias de la Unión Americana…”

(6) “Plenamente conocedor de sus obligaciones con América y con el mundo, el pueblo de Cuba sangra hoy a la bala española, por la empresa de abrir a los tres continentes en una tierra de hombres, la república independiente que ha de ofrecer casa amiga y comercio libre al género humano.”

Es evidente, por más que se quiera esconder, que José Martí hace aquí a los americanos promesas neoliberales de abrir el comercio de Cuba, y de permitir la libre inversión y explotación de las tierras, minerales y puertos de la Isla a los ociosos y desocupados capitales extranjeros. Sobre todo a los de ese pueblo a cuyas puertas se encuentra, y que ansía venderle algo de esa multitud infinita de productos que producen sus granjas o sus fábricas.

Pero el entreguista Martí (al decir de un Sarracino que fuera consecuente con la verdad y su fe castrista) hace más aquí. Si leemos con detenimiento la farragosa oración de la que hemos tomado la cita 5[xi], comprenderemos de inmediato que en el sentido paralelo que arman sus muchas subordinadas habla de los productos cubanos depreciados, por la súbita decisión española del año anterior (1894) de elevar los derechos de entrada a los productos americanos en la Isla, en respuesta a la cual medida, a su vez, Washington le retiro a Cuba Colonial las ventajas para la importación de azúcar y tabaco que le habían traído el Bill McKinley. O sea, Martí emite el juicio de que los productos cubanos han quedado depreciados por la decisión de España de tomar medidas que echaban abajo el tácito Tratado de Reciprocidad establecido en 1891. El cual Tratado le había permitido a la Isla colocar sus azúcares en el único mercado para ellos que le iba quedando, en un mundo en el cual los europeos, los otros grandes consumidores, preferían proteger mediante ruinosos aranceles su propia azúcar de remolacha[xii], o importarla de sus colonias en el caso inglés. Por cierto, ese juicio de hecho constituye una demostración de su apoyo a ese Tratado tácito, e incluido en este texto en particular una promesa a los lectores americanos de su apoyo al mismo.

Hay todavía más en esta carta-declaración a la prensa americana: Martí demuestra confiar en que por su propia naturaleza de república, basada en los valores de la democracia liberal, y por su propio discurso adoptado a lo largo del diecinueve de presentarse a sí mismos como los campeones defensores de los valores republicanos, liberales y democráticos en el hemisferio occidental, estos no podrían atacar a otra república que demostrara fehacientemente constituirse sobre esos mismos valores. Lo dirá más claramente unos pocos días después, en su último texto conocido, su inconclusa carta a Manuel Mercado:

“La guerra de Cuba… ha venido a su hora en América, para evitar… la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana.”

Para Martí, la misma esencia del discurso sobre el que sostienen los EE.UU. su aspiración a extenderse por todo el hemisferio les impide enfrentar directamente a un pueblo americano que luche por su independencia. Se presentan ellos cual los campeones defensores de la libertad hemisférica, inmanente a América y su historia de poblamiento; discurso inmanentista en que fundan su propio derecho a vivir independientes, en esta parte del mundo, de la por entonces todavía más poderosa Europa. No pueden por tanto ir contra ese mismo discurso, y atacar por su interés más burdamente sostenido a un pueblo americano que también busque esa independencia con el deseo y el valor suficientes. Los principios sobre los que basan su supuesta superioridad sobre la monárquica Europa se los impiden.

Y es precisamente este convencimiento martiano el que nos permite ver el punto que faltaba para acabar de convencernos de que no era Martí un arbitrista, y mucho menos un castrista, al estilo de su interesado exégeta Sarracino. De comprender en fin por qué para él los europeos iban a preferir una República de Cuba, independiente, liberal y democrática, a una Cuba Española.

El hecho es que si ante alguien proyectaban los americanos ese referido discurso auto legitimador era precisamente ante Europa. Por tanto para el Apóstol, que como hemos dicho ya sabía del convencimiento europeo en la precariedad cada día mayor de la dominación española en la Isla, y de la casi segura posibilidad de que Cuba derivará hacía los EE.UU., bastaba con darle a la Revolución un claro carácter republicano para resolver dos problemas de un tiro: por una parte los americanos no podrían “abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana” llevada desde los principios republicanos, y mucho menos a la República que saliera de ese conflicto; lo que a la vez funcionaba como una buena garantía para los europeos mismos, que sabían que los americanos no podían infringir ese límite que se ponían precisamente ante ellos, y que era la base de la aspiración de los EE.UU. a que se les permitiera convertirse en el hegemón hemisférico.

Para Martí los europeos conocían que los americanos estaban obligados, por el propio discurso auto-legitimador con que se presentaban ante ellos, a respetar y a defender una República Cubana virtuosa, que cumpliera a rajatabla con los principios democráticos liberales; obligación que por el contrario no tenían con una colonia de una monarquía europea venida muy a menos, por demás a la vista de sus mismas costas.

Entendamos que ante los políticos europeos, y sobre todo ante un sector clave de la opinión pública europea (sus crecientes sectores progresistas de clase media, con ideales y aspiraciones republicanas), los EE.UU. tenían que mantener limpio su historial de grandes defensores del ideal republicano, de gobierno independiente del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo. Porque era gracias al apoyo de esos sectores que podían aspirar a ir ascendiendo poco a poco, por entre las contradicciones entre las superpotencias europeas, para hacerse un lugar entre ellas.

A contrapelo de lo interpretado interesadamente por Sarracino, Martí con lo que menos contaba era con el poderoso armamento europeo, o con sus ingentes flotas para equilibrar a los EE.UU. En lo fundamental contaba con la influencia de ese mencionado sector de la opinión pública europea para obligar a nuestros vecinos del Norte a no traicionar su propio discurso auto-legitimador. De más está decir que el sector de opinión pública más importante de la época.

Tal designio de Martí, de aprovechar los mismos principios republicano-liberal-democráticos sobre los que se asientan los EE.UU., y sobre todo la elevada visión que de sí mismos tienen sus simples ciudadanos y directores de opinión, para defenderse precisamente de cualquier amenaza que naciera de ellos, y de otros, queda aún más clara en un fragmento de su obra con el cual Sarracino necesariamente tuvo que trabajar bastante en sus estudios del caso Cutting, y al cual, de manera inexplicable, y no por dislexia, el autor no logra sacarle todo lo que tiene. Me refiero a aquel en que nos dice El Maestro:

En los Estados Unidos se crean a la vez, combatiéndose y equilibrándose, un elemento tempestuoso y rampante, de que hay que temerlo todo, y por el Norte y por el Sur quiere extender el ala del águila, —y un elemento de humanidad y justicia, que necesariamente viene del ejercicio de la razón, y sujeta a aquel en sus apetitos y demasías. Dada la dificultad de oponer fuerzas iguales en caso de conflicto a este país pujante y numeroso, es útil irle enfrenando con sus propios elementos y procurar con el sutil ejercicio de una habilidad activa, que aquella parte de justicia y virtud que se cría en el país tenga tal conocimiento y concepto del pueblo mexicano, que con la autoridad y certidumbre de ellos contraste los planes malignos de aquella otra parte brutal de la población, que constantemente se elabora por la seguridad de la fuerza y el espectáculo del éxito: a un informe falso, un informe verídico: a un artículo avieso, un artículo en que se exhibiesen las razones de él, o se denunciaran sus errores. A diarios hostiles, un diario defensor. A libros enemigos libros justos. Todo en la lengua hostil, con prudencia a la par que viveza. En suma, un estandarte permanente, clavado en el campo que pudiera convertirse en enemigo.[xiii]

Martí, y lo deja muy claro aquí, por cierto, considera que el mejor modo de que México, e igualmente una futura Cuba independiente, detengan los intentos americanos de hacerlos desaparecer como unidades políticas independientes, está en que logren usar a su favor los principios republicano-democráticos que los americanos daban por sus fundamentos ciertos. De lo cual a su vez se desprende que Martí también tenía en mente usar a los EE.UU., a su sombrilla de poder, mediante la comunicación constante con su opinión pública nacional, como un recurso para salvaguardar a una futura República de Cuba de las asechanzas americanas, y se sobrentiende, también de las europeas.

¿Con qué debía cumplir dicha República Cubana para poder sacar todo ese provecho de la naturaleza de los propios EE.UU? Aquí me permito citar un fragmento de una carta de Martí a Gerardo Castellanos, que alguien como Roig de Leuchsenring dio por suficientemente buena como para citarla a su vez:

“No hay más modo seguro y digno de obtener la amistad del pueblo norteamericano que sobresalir ante sus ojos en sus propias capacidades y virtudes. Los hombres que tienen fe en sí, desdeñan a los que no se tienen fe; y el desdén de un pueblo poderoso es mal vecino para un pueblo menor. A fuerza de igualdad en el mérito, hay que hacer desaparecer la desigualdad en el tamaño. Adular al fuerte y empequeñecérsele es el modo más certero de merecer la punta de su pie más que la palma de su mano. La amistad, indispensable, de Cuba y los Estados Unidos requiere la demostración continua por los cubanos de su capacidad de crear, de organizar, de combinarse, de entender la libertad y defenderla, de entrar en la lengua y los hábitos del Norte con más facilidad y rapidez que los del Norte en las civilizaciones ajenas. Los cubanos viriles y constructores son los únicos que verdaderamente sirven a la amistad durable y deseable de los Estados Unidos y de Cuba.”[xiv]

Es este en esencia el esquema martiano de política exterior, mediante el cual se proponía lograr la independencia de Cuba. Que al final no rindiera todos los resultados que se propuso su inspirador no lo demerita, sin embargo, como a todo plan al que siempre las circunstancias superarán, y al cual sus impulsores deberán corregir sobre la marcha. No debemos nunca dejar de comprender que era un plan trazado sobre las circunstancias de un hombre que murió en mayo de 1895, cuando el Canal de Panamá era todavía un sueño y estaba en manos francesas; tres años antes de que los marinos ingleses estacionados en Honk Kong, al ver partir a la escuadra americana con destino a la Filipinas, se dijeran entre ellos que aquellos iban a una segura muerte, al atreverse a enfrentar a una nación que contaba con una mucho mayor tradición naval; y cinco años antes de que su compatriota José Ignacio Rodríguez, uno de nuestros más preclaros anexionistas, escribiera un libro con el fin de demostrar que lo que se proponían hacer McKinley y su camarilla con Cuba, y ya hacían con Puerto Rico, nada tenía que ver con las aspiraciones, los sueños que habían inspirado el ideal anexionista en miles de buenos cubanos durante todo el siglo.

No obstante es imprescindible agregar que aunque en sus planes con Latinoamérica Martí tuviera un claro fiasco, no ocurrió así con el factor central sobre el que se desenvuelve su Política Exterior: Aprovechar el discurso auto legitimador de los americanos para independizar a la Isla y luego sostener a una futura República Cubana. Porque si algo contuvo a McKinley y su camarilla de alcanzar a hacer lo mismo con Cuba que con Puerto Rico, estuvo en la demostración que ante las opiniones públicas europeas y americana dieron los cubanos de su empeño de vivir independientes, según los modos republicanos. Es cierto que terminamos convertidos en un pseudo-Protectorado americano, pero ello es solo achacable al rápido cambio de la situación internacional entre el 19 de mayo de 1895 y el verano de 1900.

Epílogo

En su más reciente libro, José Martí, cónsul argentino en Nueva York (1890-1891). Análisis contextual, del Centro de Estudios Martianos, como en toda su obra, Rodolfo Sarracino más que buscar la verdad, instrumentaliza a José Martí para sus fines políticos: fundamentar al castrismo como supuesta continuidad de la suya. Un Martí cuya obra ya no se presenta mediante los viejos recursos retóricos habituales, de la época de los romanticismos independentistas, sino mediante otros que él llama a crear. Porque solo es en este sentido que pueden ser tomados sus constantes llamados, a lo largo del libro, a completar su obra iniciada con el análisis del caso Cutting; una obra toda que en realidad consiste en lo que hemos demostrado aquí.   

En esencia el modelo martiano de política exterior se distingue del que Sarracino le asigna en dos aspectos: El primero, en que los EE.UU. no solo son algo a contrapesar, sino un fundamental contrapeso, en este caso de las potencias europeas, pero sobre todo de sí mismos. El segundo, en que en su modelo de Martí en lo que menos se basa es en los contrastes de fuerzas físicas, de ejércitos, armadas, capacidad industrial… al darle más importancia a los universos ideológicos, al cómo se ven los distintos actores. De lo que trata de sacar provecho a través de la comunicación constante con las más diversas opiniones públicas, sobre todo americanas pero también europeas, más que al usar de las usuales maquinaciones de cancillerías y tras las bambalinas del poder político. Maquinaciones que no obstante tampoco despreciará, más que nada en países como el dictatorial México o en la Argentina, dominada por su clase terrateniente y anglófila, en que la opinión pública tiene una influencia muy limitada.

Aunque tales planes no se lograron cumplir más que de manera parcial (Cuba terminó convertida en un pseudo-protectorado), no se debe dudar de que la metodología de su concepción resultaba más atinada que aquella que pretende asignarle Rodolfo Sarrasino: en esencia la castrista, y que es por lo mismo una mejor propuesta metodológica para nuestra actuación presente, y en general en cualesquiera tiempos futuros, que la de Fidel Castro y quienes ahora se dicen su continuidad.

Notas.


[i] Página 13.

[ii] Así definía Enrique José Varona el ideal de la tradición revolucionariezca, en su convenientemente olvidada carta al general Maximiliano Ramos, Presidente del Partido Republicano (cubano), de 21 de agosto de 1900. Nosotros la hemos publicado en el primer número de Cuadernos de Pensamiento Plural, y también en el primer número de Cuadernos para la Transición.

[iii] Página 125.

[iv] La Fraternidad, en la estratificada sociedad cubana de la época un periódico de negros y mulatos.

[v] Prim quizás pensaba que el enfrentamiento con los EEUU por Cuba era inevitable, y que por tanto el nuevo rey español seguramente se vería obligado, en algún momento futuro, a pedir ayuda a otros gobernantes de su casa. Por lo que intentaba dejar establecido a tiempo que esa ayuda no podría condicionarse a que Cuba fuera transferida a los prusianos; poco después al Imperio Alemán.

[vi] El USS Texas, o el posterior USS Maine, botados y asignados antes de la muerte del Apóstol, no eran propiamente capital ships, sino acorazados de II Clase, o cruceros acorazados, por demás ya obsoletos tecnológicamente para la época en que fueron botados. De blindaje débil, no servían para enfrentar a las flotas principales de las seis primeras marinas mencionadas más arriba; de velocidad muy baja, tampoco podían ser usados como cruceros.

[vii] A la muerte de Martí España contaba con un acorazado, el Pelayo, y dos acorazados de II clase, el Infanta María Teresa, y el Vizcaya. El Almirante Oquendo sería asignado el 21 de agosto de 1895.

[viii] Por esa época lo único que podían hacer los americanos, más allá de México o ciertas regiones del Caribe y Centroamérica, era intentar por la vía diplomática establecer uniones monetarias o aduaneras en el hemisferio, cual hicieron en la Conferencia Panamericana de 1889. No en balde poco antes de esta fecha, el Presidente del Comité de Asuntos Navales del Congreso había predicho que en caso de que la totalidad de la flota americana se enfrentara, en mar abierto, al recién adquirido acorazado brasileño  Riachuelo, ninguno de esos barcos regresaría a puerto.

[ix] De hecho, si se observa la corriente expansionista-imperial en los EE.UU., de los Blaine, Mahan y luego McKinley o Roosevelt, solo consigue levantar vuelo cuando la Conferencia Panamericana se demuestra un fracaso, y con ella el intento americano de afirmar diplomáticamente a América como un mundo aparte del que en el Viejo Mundo arman los europeos. Es significativo el que el libro de Alfred Mahan, The Influence of Sea Power upon History, 1660-1783, fuera publicado precisamente hacia las postrimerías de esa Conferencia, o que solo a partir de entonces tomará verdadera velocidad el programa naval.

[x] En los cálculos de Martí siempre estuvo presente la errada subvaloración de la capacidad de España para poner sobre la Isla a un ejército tan considerable como que acá envió durante la Guerra Grande. En ese error de cálculo fue determinante lo sucedido durante la I Guerra del Rif entre 1893 y 1894, cuando en las puertas del reino no fue capaz de responder con rapidez y contundencia a la amenaza en que vivió por esos días su enclave africano de Melilla.

[xi] Hemos desbrozado un poco la prosa martiana en estas citas. Martí tenía tendencia a tener torrentes continuos de intuiciones paralelas que él incluye en la forma de subordinadas a la oración en la que desarrolla una idea determinada y preponderante. Estas ideas secundarias a veces le resultaban tan fuertes que a media oración estas pasaban a sustituir a la principal, con lo cual cargaba de sentidos su texto, sin duda, pero a costa del lector. Esto es más corriente en esos textos de urgencia, como en este caso, escritos a toda carrera y muchas veces sin posibilidad final de revisión, que reflejan las características cuánticas del pensamiento martiano: como del vacío cósmico del que constantemente están surgiendo partículas, del campo de pensamiento de Martí constantemente surgen ideas. Como buen cubano Martí sin dudas era un tipo intuitivo por sobre todo.

[xii] Incluso en la propia España, en Andalucía, existían desde 1869 intereses remolacheros que se oponían al establecimiento de las leyes de cabotaje entre la Metrópoli y su Colonia.

[xiii] Carta de José Martí del 8 de enero de 1887, desde Nueva York, al director de El Partido Liberal, publicada por ese diario el 28 de enero de ese mismo año. Esta carta no aparece en las Obras Completas. La hemos consultado en la versión digital de Colección de Archivos. José Martí en los Estados Unidos. Edición Crítica, tomo II, del Centro de Estudios Martianos, a cargo de Roberto Fernández Retamar y Pedro Pablo Rodríguez.

[xiv] Fragmento de la carta que José Martí le hiciera llegar a Gerardo Castellanos con fecha 9 de agosto de 1892, a modo de instrucciones para su misión secreta en Cuba. Cita tomada del ensayo Ideario de la Revolución (de 1895), de don Emilio Roig de Leuchsenring. En Cuadernos de Historia Habanera, 1945.

Es de destacar la actitud del anterior historiador de La Habana hacia un documento que a la larga se enfrentaba a su propia idea de la relación entre Cuba y su vecino norteño. Recordemos que es Roig uno de nuestros antiimperialistas más consecuentes. Seguramente su sucesor, el tan Leal Eusebio, lo hubiera quemado en las penumbras y el silencio de su oficina. De hecho cabe preguntarse cuántos fragmentos de nuestra historia no se habrán convertido en cenizas en el cenicero de este señor, demasiado pedestre para alcanzar las altas cuotas de aquel a quien, injustamente, llama su Maestro; y a quien sustituyo solo en base a su naturaleza rastrera ante el poder político.

Nanas para despertar la lucidez

 

Nanas para dormir a los bobos es el cuaderno ganador del premio ‘Reinaldo Arenas’ de narrativa correspondiente al año 2017 (compartido con Armando de Armas y Rolando Ferrer Espinosa), pero además el título de una de las piezas que conforman este libro apasionante desde la profundidad de su simpleza. Un volumen punzante, categórico, donde personajes y situaciones nos asaltan implacablemente nada más comenzar la lectura: una colección de relatos (120 páginas) donde la sagacidad argumentativa de José Hugo Fernández, sin duda uno de los narradores más importantes con que cuenta la actual literatura cubana, vuelve por sus fueros.

Así, Nanas para dormir a los bobos (Neo Club Ediciones), el relato en cuestión, constituye una muestra de la capacidad de José Hugo para atrapar al lector nada más comenzar la narración, atornillándolo en su asiento:

«Los sueños son recuerdos de un futuro ya acontecido», despega el narrador. «No es un descubrimiento propio. Otros lo pensaron antes. Yo sólo acabo de descubrirlo para mí mismo. Noches atrás soñé que me había hecho rico convirtiendo funerarias en casas de putas. Fue así como empezó todo». Y en este tono continúa Nanas para despertar a la lucidez, como prefiero llamarle a esta colección de relatos donde ni una sola de las piezas que lo conforman deja de avivar en nosotros la curiosidad, la avidez de despertar una y otra vez de secuencia en secuencia, de sorpresa en sorpresa, de deslumbramiento en deslumbramiento.

Se trata de 31 relatos cosidos por la constante de lo inesperado. Sí, porque este es un libro inesperado en sus azares y astucias, que sustentan tanto sus piezas más extensas como sus ultracortos, algunos de los cuales resumo a continuación citando a José Hugo Fernández:

El mirón de las cinco («Sólo cuando me aburro siento que estoy instalado cómodamente en el tiempo»); ¿Es usted un demonio? («La mató en Miami, antes de mudarse a Raleigh, Carolina del Norte. Luego tendría que volver a matarla en Raleigh»); Señorita Brígida («Fue el griego Demóstenes quien sostuvo que es propio de un buen ciudadano preferir las palabras que salvan a las palabras que agradan»); Reina («Matar es humano; perdonar, canino»); Gorda-Gordo («El corazón me dio un vuelco cuando la gorda me dijo: corazón, bájate los pantalones»); El fin del egoísmo («Todos podrían verte. Y tú podrías ver a todos. Pero nunca más volverías a verte a ti mismo»); Perro meando el caos («Dice que el infierno es infierno no por ser lo que es sino por ser perpetuo»); Fantomas, genio del mal («Se enlazó el cuello con la otra punta de la cortina, consiguió trepar hasta lo alto de la taza del inodoro, y desde allí, púmbata, a la mecida»); Bomba sobre dos tacones («La familia sabía ya que esa mujer no era su esposa, sino un punto malo, bomba sobre dos tacones»); Remedio santo («Es la circunstancia que Manuel aprovecharía para recordarle a su tío que la peligrosa asesina se llamaba Xiomara de las Mercedes, y para anunciarle de paso que había resuelto casarse con ella»); Hasta aquí llegamos («Me ha dicho que quiero ser tan feliz como todas las personas felices que conozco pero que a ella no le consta que esas personas sean felices»); La vagina de Pedro («Mi buen amigo Pedro asegura que el colon es su vagina. El colon de Pedro, desde luego»); Sombras del lezamiano olvido («Un lagarto y su sombra juegan a la viola sobre los tarros del buey»).

En el salón de espera del aeropuerto usted puede disfrutar este libro, y en la mecedora del portal de su casa, y en su cama poco antes del sueño reparador, pero también mientras come, se afeita o conduce, porque la inmediatez vertiginosa de estas narraciones se acopla a cualquier circunstancia o lugar. Deje de consultar su iPhone mientras cambia la roja del semáforo y léase uno de los ultracortos de Nanas… despertará sin sufrir el pitazo del automóvil contiguo, lista, o listo, para acelerar hacia el futuro.

La violencia policial arrecia contra el Movimiento San Isidro

Cuando este 12 de septiembre de 2019 el Movimiento San Isidro, de cultura alternativa en Cuba, cumple un año de trayectoria independiente, la represión aumenta contra sus integrantes. “Ironía cruel”, expresó el artista Michel Matos en su cuenta de Facebook este viernes, el aniversario fue “celebrado” entre “detenciones y agresión policial”.

“En la tarde, varios miembros asistimos a exposiciones y eventos culturales en la Habana Vieja…  a la salida del taller Gorría fue detenido con violencia policial el artista Amaury Pacheco, se le esposó y un policía lo redujo haciendo uso de fuerza extrema; estando esposado, lo golpearon en el abdomen. También fue detenida junto a él Iris Ruiz, ambos fueron llevados a una estación policial y liberados sobre la 1:00 a.m.”, continuó denunciando Matos.

“En ese mismo momento, en otra esquina cercana, estaba siendo detenido Luis Manuel Otero Alcántara, que en este instante está desaparecido. Se desconocen su paradero y la forma en que se procedió a su detención”, abundó Matos. “Su teléfono móvil se encuentra apagado, como es habitual en este tipo de secuestro organizado por la Seguridad del Estado…. si Luis Manuel Otero no aparece vamos a ser muchos más los arrestados”.

“Esta noche estábamos juntos celebrando el primer aniversario de la declaración del Movimiento San Isidro y, al salir de la galería Gorría, sobre las 8:00 p.m., la patrulla 792 nos interceptó a Iris Ruiz y a mí seguida de la patrulla 120 con el oficial del departamento de la Seguridad del Estado que se hace llamar ‘Santos’”, denunció por su parte el poeta Amaury Pacheco, también a través de Facebook. “Los policías con número de identificación 01798 y 37799 me esposaron y golpearon en el abdomen, y quien me esposó se me enganchó del cuello. Nos condujeron sin ningún tipo de formalidad a la estación de Alamar y nos soltaron a las 12 de la noche. A Otero Alcántara también lo tienen desaparecido, no hay rastro de su detención, no responde al teléfono y nadie sabe de él hace varias horas”.

“Si las bárbaras órdenes son las del acoso, la agresión y el maltrato físico, ¿qué diferencia a estas personas de los salvajes esbirros batistianos?”, se preguntó Matos para a continuación responderse: “No mucho, al parecer solo resta el detalle de la cuneta ensangrentada, las uñas extirpadas y tal vez los ojos muertos de la cara de Abel”.

En otro episodio represivo, el escritor y periodista independiente Roberto Quiñones Haces fue finalmente encarcelado este 11 de septiembre, en Guantánamo, tras ser víctima de un juicio amañado, bajo presión de la policía política. Se le impuso un año de privación de libertad.

“Ninguna coyuntura justifica el abuso exacerbado de un gobierno, ninguna hostilidad exterior ampara la destrucción de todo un pueblo que ya de hecho no les pertenece. Cuba está dormida y alienada, sí, pero tiene historia, una larga narrativa emancipadora que nos antecede; si estandarizan la violencia y el maltrato policial al ciudadano, un día venidero despertarán envueltos en tempestades”, terminó expresando Matos. “No estamos solos”.

‘El Soviet caribeño’: La otra historia de la revolución cubana

 

Al triunfo de la revolución de 1959 los comunistas cubanos del PSP fueron colocados por Castro a la cabeza (o como comisarios políticos) de todas las instituciones de la revolución, con la explicación susurrada de que eran los más confiables para atornillar el comunismo en Cuba, incluso más que los guerrilleros y militantes del 26 de Julio, muchos de ellos sin experiencia política ni ideología, o de tendencia opuesta. Se decía: “Fidel los utiliza en su provecho”.

Pero la relación venía de mucho antes y ahora César Reynel Aguilera vira la tortilla y explica, en El Sóviet caribeño (Editorial Lendel), que un minúsculo núcleo de la dirección del PSP, clandestino incluso para su propio partido y manejado por la KGB, utilizó a Fidel Castro para tomar el poder e implantar y solidificar una dictadura roja.

El autor de este libro nació en Cuba cuatro años después del triunfo de la revolución. Médico e investigador que dejó su profesión por la de escritor, es hijo de comunistas que lucharon contra Batista y absorbió desde pequeño las conversaciones que tenían sus padres con camaradas descontentos por la manera arbitraria y necia con la que Castro gobernaba el país. Con esa motivación afectiva de base, recopiló y analizó una cantidad enorme de información en este libro (conocida, inédita, olvidada o desestimada) para demostrar su hipótesis, ayudado por 528 notas a pie de página.

El lector podrá estar acuerdo con el autor o aceptar que un genial Castro manipulara a su antojo a comunistas con décadas de experiencia política y a sus mentores soviéticos, pero este libro es obligada referencia para cualquier estudioso de la revolución cubana.

En un lenguaje claro y elocuente narra episodios tan vívidamente que deja al lector con la impresión de haber estado en las escenas, ya sea el juicio de Marquitos, la decisión soviética de enviar misiles a Cuba u otros misterios en los que César alcanza el sumun de lo que hasta ahora puede conocerse.

‘Irene y Teresa’, otra manera de contar asuntos sensuales

 por Arístides Vega Chapú

El amor desde otra manera (singular) de contarse parece ser el hilo conductor de la nueva entrega de Felix Luis Viera (Santa Clara, 1945), Irene y Teresa, novela corta aparecida en Puente a la Vista Ediciones y en la que a primera vista todos sus personajes optan por sostener y exponer  una sinceridad poco común en la vida real.

Y es que esta novela aparentemente inocente no precisa de trazos que pueden transcribir la realidad porque desde la más auténtica ficción es capaz de crear otra realidad que, sostenida sobre la primera, se muestra contundente y creíble, aun cuando en una lectura inicial nos parece que sus personajes están dominados por el absurdo. Pero es solo una primera impresión, basta unas cuantas cuartillas para que el lector se concilie con escenas y diálogos que tienen la maestría de quien despliega todo un arsenal narrativo para hilvanar una trama que también en un inicio parece sencilla y que es definitivamente singular y exquisita y logra personajes muy creíbles aun cuando la  manera de referir su realidad sea tan particular.

Diálogos meticulosamente trabajados, y el resultado de aportar una contundente veracidad incluso cuando las acciones que relatan parecen inverosímiles, ratifican a Félix Luis Viera como una de las voces narrativas más altas de la escritura contemporánea en nuestro idioma.

Sus personajes, principalmente dos mujeres hermosas que precisan satisfacer su voracidad sexual con el personaje principal, el Concejal; esposo de una de ellas y un exquisito personaje que tiene por oficio ser maestra en el quehacer sexual, y que lleva por nombre Julieta Trigo –la única que merece ser nombrada con un apellido–, se mueven en un escenario minimalista en el que apenas hay descripción de paisajes, espacios o características físicas, y esto hace que la sicología de ellos, su manera de expresarse, sentir, actuar, tenga un fuerte protagonismo por el que se construye un muestrario auténtico de seres si bien atípicos muy coherentes y reales, con mundos inmensamente complejos que los hacen extremadamente interesantes .

No es esta de las novelas que precisan escenas de amor candentes, como debe ser toda buena escena en que domine el sexo, para enganchar a sus lectores. No son necesarias para retenerlos hasta el final de la lectura, como el gancho que usualmente se utiliza, solo que aquí se marcan varias diferencias muy propias del género y una de ellas, la más importante en mi opinión, es que se aleja de todo lugar común.

Irene y Teresa muestra originalidad en todo su despliegue narrativo, que logra evitar todo lugar común aún cuando su peso mayor radica en algo tan trillado como las relaciones amorosas entre un hombre que es deseado por dos mujeres.

Su autor es un connotado y reconocido escritor con muchos años de explorar un universo narrativo amplio y sólido, que ya domina a la perfección como para darse ese y otros lujos a la hora de enganchar a sus futuros lectores por otras vías más difíciles, menos convencionales, como una trama en que el suspenso, muy bien montado, convida a cualquiera de sus lectores a proseguir para llegar a saber qué ocurre y cómo se solucionan los conflictos que van apareciendo en varios momentos, desde el inicio hasta el final.

Irene y Teresa es además una novela divertida. Quienes han seguido la copiosa obra de su autor, uno de los más importantes narradores cubanos, bien saben de su sentido lúdico y su manera personalísima de utilizar el humor, sobre todo para los momentos o diálogos o escenas más difíciles y escabrosas. Mecanismo que en su narrativa funcionan como una de las características más visibles y apreciadas.

También esta es una novela provocadora en la manera en que es irreverente e irónica y juega con frecuencia con el absurdo: un aparente discurso de castidad rompe con moldes y prejuicios.

En cuanto a lo sexual, las características del hombre deseado por Irene y Teresa son muy particulares. Su manera de sentir y desear lo hace aparentemente atípico, pues no responde a los cánones del tipo de personaje instalado en este tipo de novela, en la que por lo general el hombre hace gala de una envidiable virilidad e infinitas mañas para atrapar a cualquier mujer. Aquí es él quien queda atrapado. Lo que hace de esta nueva entrega de Felix Luis Viera una muy disfrutable novela. Ojalá esté al alcance de todos los que deseen leerla.

Auge y desplome de una ilusión

Foto tomada durante la presentación del libro en el VIII Festival Vista de Miami

 

En Confesiones eróticas de la Tía Nora Pedro Armando Junco se desvela como un narrador que conoce a profundidad la manera de satisfacer a un gran público. No me atrevo a decir si escribió la referida novela pensando en este fin o si se trata solo de su estilo a la hora de sentarse a armar historias en la pantalla de su computadora.

Digo que es una obra para disfrutar por muchas personas, porque en cada página descubrimos una perfecta combinación de amenidad, humor, desgracias, sorpresas, depurado lenguaje y un erotismo que evita saturaciones escatológicas sin que por ello pueda ser considerado pacato ni sobreactuado. Nos llega como un complemento de esta obra, también llamada a trascender por el acertado balance entre realidad y ficción.

Se trata de una novela muy cubana y eso, lejos de limitar su alcance, se convierte en una atracción debido a que el autor utiliza importantes sucesos de la historia nacional, ocurridos aproximadamente entre la década del 30 y los 70 del siglo XX, como telón de fondo para estructurar un discurso narrativo donde confluyen armónicamente lo trágico y lo hilarante.

¿Es una tragicomedia? Pues sin dudas contiene elementos que la acercan a esta definición. Pero más allá de las valoraciones, creo que lo importante radica en lo que se siente después de terminar una lectura que se hace en tiempo récord. Desde el comienzo, Pedro Armando nos hace rehenes de su prosa.

Contada en primera persona, con el atinado apoyo del escritor omnisciente, Pedro Armando saca a la palestra algunos episodios traumáticos de nuestra historia, como el asalto al Cuartel Moncada, los crímenes políticos de la dictadura de Batista, el aparatoso suicidio del líder del Partido Ortodoxo Eduardo Chibás, las nefastas consecuencias sociológicas de la revolución proletaria, los campos de trabajo forzado para quienes se resistían a sumarse al nuevo modelo, la doble moral que desafortunadamente todavía distingue el comportamiento de la mayoría de los cubanos que residen en la Isla, entre otros sucesos no menos relevantes.

La novela es un fiel retrato del auge y el desplome de una ilusión, encarnado en la figura de la tía Nora.

Creo haber percibido que el optimismo no es el destino hacia donde Pedro Armando nos conduce a lo largo de 26 capítulos. Explícita e implícitamente, está la incertidumbre existencial, la fragilidad del ser humano y la invitación a aprovechar los momentos felices que nos regala la vida.

Con este libro, el autor reafirma su talento y nos deja con ganas de volver a ensimismarnos con otra de sus historias.

Esperamos que se compadezca de nuestra impaciencia.

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