Francis Sánchez, autor de Llamadme Libertad, responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el escritor, en su obra y sus experiencias:
Puente a la Vista (PV): Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?
Francis Sánchez (FS): Soy de un pequeño poblado, Ceballos, entre las ciudades de Ciego y Morón, en la antigua línea de fortificaciones de La Trocha Militar. No teníamos por allí muchas opciones culturales, pero dentro de mi humilde hogar existía un librero muy bien surtido, gracias a que mi padre era un gran lector. Él había acumulado además una colección de discos y era muy conocedor del séptimo arte. Mi padre había sido el último propietario de la sala cinematográfica del pueblo, el Nery, que pagó a plazos con sus ahorros de muchos años trabajando como obrero agrícola y mecánico, para convertirse en un animador cultural de aquella zona, haciendo incluso una especie de “cine móvil”, pues llevaba la gran pantalla a lugares lejanos. Pero, un día, el mismísimo Alfredo Guevara le intervino el cine a mi padre, y, con sus alas cortadas, como es de suponer, toda la vitalidad y toda la cultura que mi padre trataba de expandir se concentró sólo dentro de nuestra casa, allí yo lo veía sobrellevar la frustración hundiéndose en sus discos y sus libros. Heredé el gusto por esa salida de las miserias humanas que puede ser la lectura y la cultura en general.
Comencé a escribir de niño, cuando tenía unos diez años. Recuerdo que hice una supuesta “novela”, muy a tono con la propaganda de la época que bloqueaba la mente de cualquier criatura, sobre una guerrilla de soviéticos que se oponían a la ocupación nazi. ¡Qué cosa era aquello! Mis primeros poemas los publiqué con unos 12 años, en periódicos locales y en el semanario nacional Pionero, versos rimados, como unas décimas elegiacas por la muerte del narrador Onelio Jorge Cardoso. En 1985 una asesora literaria del municipio Ciego de Ávila se fajó para que le creyeran que mis poemas eran míos y hacerme una publicación, lo logró y me publicaron un plegable con unos cuantos poemas. Esos son más o menos mis inicios literarios. Cuando me becaron a la fuerza en una ESBEC (Escuela Secundaria Básica de Estudios en el Campo), porque no existía otra opción, se acabó el paraíso de mi infancia viviendo en mi pueblo, de manera casi silvestre, y comenzó un verdadero infierno. De ahí en adelante, la literatura fue para mí otra cosa, tuve que redescubrirla, desesperadamente, a veces como una pequeña tabla de salvación.
PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.
FS: En mis libros, creo que los autores conocerán cierto lugar curioso que existe en el mundo y adonde quizás no se pueda entrar por ninguna otra puerta: ese sitio soy yo, o son mis yoes. No es un paisaje muy plano en ningún sentido, eso me parece. No es solo un paisaje externo, hecho de experiencias públicas, ni es una habitación penumbrosa donde solo acumule cacharros íntimos. Si lo visualizo ahora, de forma ideal, de acuerdo con mis pulsiones, reparo en que hay una mezcla de espacio exterior y túneles interiores, algo parecido quizás a ciertas imágenes de películas de Tarkovski, donde llueve y sale el sol en habitaciones llenas de silencio. Me abro y al mismo tiempo capto, me traiciono y reinvento de un libro a otro. El sentimiento de la libertad, su búsqueda sensible, creo que me define. El mundo onírico ocupa un lugar central en mi vida, la mayoría de mis relatos se basan en la actividad de mis sueños.
PV: Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que lo hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.
FS: Si respondiera esta pregunta solo desde el presente, diría los que considero más cercanos ahora mismo. Pero, a lo largo de la vida, uno muere y nace muchas veces, y en eso ayudan los autores y los libros de cabecera. Haciendo un repaso quizás parcial de mis “inspiraciones literarias”, lo que a veces fue un estímulo o una sospecha extraordinaria, voy a mencionar a esta traílla de locos: Dante, Pessoa y Borges.
PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?
FS: No estoy muy informado precisamente sobre las teorías cuánticas en particular. Pero creo en el poder insuperable de la intuición. Mi vida, y creo que la de mi generación, creciendo en una isla secuestrada por una política infinitamente maniqueista, ha sido una constante necesidad de superación de los límites de la realidad, intentando “alimentarme” por mí mismo, informarme, construirme mis propios ejes imaginarios. Esta “insubordinación solitaria” no quisiera que frenase nunca, porque, además, lo he disfrutado con todo el masoquismo literario posible. He vivido y vivo con esa convicción, de que mi realidad es mi literatura, y que mi ser está hecho de palabras, imágenes, apariencias y ruidos. La información a que nos referimos, la esencial, no creo que se encapsule ni se transmita mejor, o sea, de manera más completa, que en un lenguaje de naturaleza poética donde podemos descubrir ambas caras de una moneda al mismo tiempo, donde cada verdad consiste en una conjunción de sus asertos y refutaciones. Uno “se escribe”, pero, seguramente, el texto de la vida o del cosmos es el que nos escribe en última instancia. Sor Juana se vanagloriaba de poder burlar la prohibición de leer ciertos libros, leyendo en las páginas de la vida cotidiana. Queremos lanzar nuestro grito bárbaro desde los tejados del mundo, como decía Whitman, para introducir un párrafo personal en el drama de la expresión de la humanidad, pero quizás no haga falta más que haber estado aquí, y haber vivido, como decía Eliseo Diego, sabiendo que no tenemos todo el tiempo. Estamos condenados a que todo nos toque y a formar parte de un texto infinito. Al final, con perdón de Quevedo, tendríamos que decir: “texto seré, más texto enamorado”.
Francis Sánchez (Ciego de Ávila, 1970), escritor y editor, pertenece al grupo de intelectuales avileños católicos que en 1997 fundó la revista Imago. Entre otros libros, ha publicado ‘Cadena perfecta’ (cuento), ‘Nuez sobre nuez’ (poesía), ‘Un pez sobre la roca’ (poesía), ‘Caja negra’ (poesía) y ‘Extraño niño que dormía sobre un lobo’ (poesía). Es miembro fundador de la Unión Católica de Prensa de Cuba desde 1998. Premio Dulce María Loynaz 2016. Junto a Ileana Álvarez González, edita desde Cuba la revista digital independiente Árbol Invertido.