Los hay que quieren ser poetas, pero no lo serán nunca. Los hay que quieren ser escritores, pero no lo serán nunca. Los hay que quieren ser editores, pero no lo serán nunca. Incluso los hay que quieren ser periodistas, pero no lo serán nunca. Sin embargo, no hay razones mayores para perseguirlos o repudiarlos, como tanto pasa en las redes sociales. No le hacen daño a nadie salvo a los tontos que los toman por tales, y ya eso implica que los tontos se lo merecen por tontos. ¿Usted se imagina si esos «poetas», «escritores», «editores», «periodistas», quisieran ser cirujanos, pilotos de aviones o laboratoristas?
Ya dejemos la persecución, que no solo es inútil sino cruel y hasta peligrosa.
Facebook y otras redes sociales tienen en muchos de sus usuarios perseguidores (bullies, troles, etc.) idéntico impacto que la Coronilla, aquel alcohol pelao que en Cuba, parafraseando a Almodóvar, ponía a muchos al borde de un ataque de nervios. Como ciertas drogas en los débiles de espíritu, Internet desinhibe y saca a flote lo más rencoroso, o lo más pendenciero. Entonces el sereno artista, o escritor o catedrático, tímido y hasta amable en los eventos culturales de su ámbito físico, se transforma en un valiente cazador de “entuertos” y amateurs en Facebook o WordPress, o en alguien irascible e intransitable que a las primeras de cambio te pone como un zapato.
Nunca jamás he visto, o escuchado, a alguno de estos perseguidores y perseguidoras de Internet atacar o mostrarse agresivos en la vida real con sus víctimas digitales. Parece que su espinaca es virtual, que en lugar de consumirla en laticas, como Popeye el marino, lo hacen wireless. Son los supermanes de las redes, vuelan alto en el cielo cibernético, el puño al frente y el cuerpo enhiesto como una bala, mas su kriptonita es terrena. En tierra, en el cuerpo a cuerpo del encuentro concreto, se comportan de lo más civilizadamente, cuando no como esas aves que en las plazas y malecones del Occidente desarrollado pululan a nuestro alrededor solícitas, y a las que solo les falta sonreírnos para que las alimentemos un poco más.