Entre lo legitimado y lo excluido. La revancha del gusano

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han reflexiona con cierta audacia sobre el actual panorama desolador y al mismo tiempo desafiante e injusto de las sociedades del consumo (del mismo por el mismo sin pasar por el otro) bajo un autocanibalismo narcótico sin fin.

En un texto mío dedicado a Cuba —mi país natal—, que denominé “Elogio al palenque o la banalidad integral”, reivindicaba la “delincuencia lúcida”, la resistencia y el estoico “egoísmo (pos)(n/r)acional” que Ayn Rand devuelve al grito, al animal, al derecho natural y la reivindicación misma en un mundo estéril, higienizado para el consumo, impoluto e infértil, como el que las sociedades occidentales modernas corporatocráticas procuran. De “gusano” mutante a crisálida creativa, frente a “parásitos” a expensas del rehén que toman contaminándole hasta depauperarle totalmente, volverle adicto al drenaje insano o transformarle también en su propia podredumbre muerta bajo la mendicidad de cuerpo y espíritu, anclado a la nodriza de las subvenciones públicas (del marxismo cultural) y/o las remesas, que ya no son migajas de un hábito pedigüeño, infantil e irresponsable.

Una actualidad tan descorazonadora como despoetizante, donde quizás lo “improductivo” resulte el único estado de desobediencia suficientemente “libre”, saludablemente desinvolucrado (verdaderamente crítico al hiperconsumo u otras tiranías al uso). Intento que detiene o suspende cautelarmente el aparato narcisista de la eufemística corrección política (deseo de agradar al ego, el mundo de/para la imagen, erosionando la escucha y la necesaria autorreflexión) además de su aparente cuidada, “vendible” e igualmente siempre vulnerable “voluntad pública” homologador(a) reproductiva de/en/para la normalizada sociedad neurótica.

Constructo obligatorio existencial hoy, todavía más confuso, abusivo, sobreinformado, innecesariamente sobrecalificado, insostenible, seudoprofesionalizado y desproporcionalmente “rentable” (no sostenible) donde lo vivo ya no está. Y se multiplica la extensa (pero ya casi invisibilizada) zona muerta (sólo para quien no quiera ver) que ya no parece, hecha indistinguible, camuflada tras una “normalidad” (normalización de la patología), “Normosis” no aparente, en realidad desesperante.

Sobrevivimos amenazados entre el Apocalipsis autodestructivo de la marginalidad, el suicidio y la exclusión (improductiva) ¿libres? pero desamparados, abandonados y solos, en perenne enfrentamiento/contraposición a los integrados, ejecutivos (re-productores), acompañados, vigilados y sometidos. Porque podríamos decir cínicamente que ningún verdadero “Star” (éxitos/muerte) se reproduce, y en cambio renace en sí mismo, de sus propias cenizas como el Fénix.

Vivimos el colmo de la narcosis narcisista.

Me refiero a un mundo peyorativamente ¿educado? con o sin corbata, entiéndase aquella soga que aprieta su cuello y que dejó de necesitar lo evidente para conseguir lo mismo.

Un estado de autoexplotación sin paliativos posibles, que al mismo tiempo te integra y te excluye, te soborna y te somete, “una situación antropológicamente imposible”.

Contrario a la frivolidad mediocre de un figurar, comprado y vendido en rebajas, cuyo retaguardismo barato de mercadillo y liquidación vive lleno de moderaciones y miedo camuflado, tras el oropel y la lentejuela, herencia aderezo lógico para una sociedad enferma sin tiempo, abducida ya sin alma, de predecible conducta, polite y esclava, en definitiva muerta. Resultado constante de la erradicación, la depuración étnica, del lenguaje y/o la aniquilación de la presencia del “otro” como triunfo de lo tanatorio, por encima de la virtud incontrolable de la vida, fuera de todo necesario algoritmo disciplinar obvio.

Hablo de la urgencia de volver al bruto, al grito, a los gusanos y los insectos del jardín, incluso a riesgo de ser devorados por las alimañas y un virus mor(t)al lejos de cualquier vacuna o la marca nano robótica de La Bestia, antes de sucumbir al imperativo de la homologación.

Hoy las universidades sólo crean prescindibles trabajadores dóciles, homologados rentables, integrados y obedientes a un sistema abyecto, conocedor de las tramposas convocatorias administrativas y engañabobos tests de ingreso, vencedores de los coeficientes indicativos de la tolerancia, que premian la vigilancia, la delación y la aniquilación del otro en preponderancia del algoritmo, la ideología del consumo y la estupidez de “la singularidad” tan sobada, sobrestimada, común y predecible (vayas a donde vayas)… y no a seres verdaderamente espirituales, no-ordinarios, noéticos, de la tan necesaria (de)formación moral. Pues todo acto creativo auténtico es sobre todo y primeramente un gran acto destructivo. Necesitamos ¡Aprender a Desaprender! A Disentir. A no estar de acuerdo. A decir ¡No! sin complejos y sin apagar los interruptores de la empatía, la lógica y la surorreflexión del neocórtex.

Así lo aborda  Byung-Chul Han, como la más reciente vedette editorial en la vieja y exhausta Europa. Una crítica radical al capitalismo y la imposibilidad de resistencia. Ya no es posible ninguna revolución. Más que el desafío personal e intransferible con/contra sí mismo. Preguntándose: ¿Por qué el poder neoliberal es tan estable y no es posible una revolución a pesar del aumento de la desigualdad?

“El poder represivo” (de las tiranías obsoletas, sean políticas, ideológicas, económicas, sociales, tecnológicas o de hegemonía religiosa y cultural) distinto al “poder seductor” (del capitalismo todo contenedor) de la ley y el derecho natural, en el sentido aristotélico.

Incidiendo en lo que nos hace “señor” y/o “siervo” autoexplotados de sí mismos, pues en lugar de hacernos dóciles por la fuerza lo consigue a base de favores, seducción y un soborno internado/integrado  al cuerpo biológico, arraigado en el deseo, el éxito, el confort y lo que precariamente entendemos como “bienestar”. En lugar de reprimir la libertad, la utiliza y exonerada irresponsable; constructo desprovisto, desarraigado y  excluido del ámbito más mínimo de debate o reflexión moral. Sociedad de la exclusión invisible y ausente del Ethos.

Su impacto no radica en la profundidad analítica de sus ensayos, sino en la utilidad serial, performativa (como manual didáctico del ¿entendimiento?/entretenimiento apriorístico, incluso “simplificador”) a la hora de descifrar las paradojas de esta modernidad, cuya situación —insisto— resulta “antropológicamente imposible”… pues en la medida que te integra, te somete y te anula, y de igual forma promete su (eufemística) posibilidad de liberación, cuya trampa falaz de la utopía emancipatoria desemboca en una definitiva pero frustrada y engañosa ilusión de independencia.

De tal modo aborda el análisis de las “no-cosas”, entrando al tajo, con la revolución anulada o cancelada por el “poder de la seducción” (Narciso) en lugar del otrora elocuente “poder represivo”, disciplinario del otrora “Yo Soy”. Los últimos coletazos de la dictadura político-ideologética del fin del humanismo histórico, sustituida por otro totalitarismo camuflado tras el mercado, instruido a base de la hueca ideología del deseo, la perenne insatisfacción y el consumo, su narcosis paliativa.

A finales de los 90, en mi tesis “Contenido sin continente”, concebí un apartado relativo al corrimiento conceptual del tema “Evolución versus Mutación” (desestructurador de las raíces del “positivismo” decimonónico), alertando sobre la entropía “era del vacío” moralizador implícita, en la cuestionable idea de ¿mejoramiento? estoico, activo y masculino del homo sapiens, distinta al epicureal, femenino y pasivo homo ludens. Lo que en otros textos he propuesto como “sociedades estrogénicas”, u ostensiblemente cada vez más femenizadas, incapaces de gestionar su propia violencia, designada y recluida a ser impuesta por un grupo cada vez más reducido de individuos cuyo valor patriarcal (alpha) queda segregado como burdos dinosaurios en plena fase de extinción y deterioro lento, cual coeficiente residual de la geriátrica incapacidad genésica natural, cuya virilidad y fuerza resulta cada vez más extraña y excepcional.

El rechazo que produce este tipo de inmersión crítica ¿creo? radica en el desencuentro tácito entre el asumido paradigma “estoico” imposible y arreproductivo (en el que vivimos inmersos, incluso sin darnos cuenta) frente al lado epicureal y cuasi femenino, estéril y agénero de Byung-Chul Han, con el que no alcanza(ría)mos a construir nada, más que a seguir quietos, ensimismados, afásicos y catalépticos, tirados al rincón de la caverna (en el sentido platónico). Porque no se trata de la maldición inconsciente de intentar justificar con argumentos nuestra propia mediocridad, dándole un perfil trascendente, triunfalista, iluminista, filosófico y tropológico a todo “looser”, donde encontrar su sentido, su razón de ser; sin embargo, en el otro extremo de la ecuación se ubica el provocador canadiense de la generación millenians Jordan Peterson; desencuentro tan antiguo como controversial: Del Heráclito (filósofo llorón) frente a(l) Demócrito (que ríe). Ambos concurren, en dependencia al “Zeitgeist” de su respectiva circunstancia(l). Igualmente necesarios y complementarios, como luz y sombra, en los modos de entender lo que difícilmente nos es dado como experiencia (Totalidad).

Por eso al compartir este análisis abro un canal transversal fuera del dualismo clásico, por explorar cualquier cosa a la que debemos sobreponernos cuya polaridad resulta tan maniquea como simplificadora.

No se trata de una filosofía para especialistas y enterados, sino para cualquiera. Y quizá sea esa la clave de su éxito editorial, pero así mismo su propio hándicap. Así podría verse.

Asimilado con rapidez por la sociedad profana, como relativo couching enfático/imperativo popular de quien entiende la filosofía como barricada y su necesidad de pistas, como migas de pan para enrutar el camino tras otro trillado rastro, aunque endurezcan y se hagan incomibles al menor soplo de tiempo dándole a lo que viven cierto (sin)sentido en “la sociedad del espectáculo” tipo ¡Wao! que tan pronto suena, campañas sin saber dónde, igualmente se enroca y desaparece.

Obvio, no se trata de los impensables refritos mediocres y oportunistas de los ¿respetables? impresentables Jorge Bucay o Paulo Cohelo —salvando el perogrullo, no huelga la salvedad tal está el mundo en redes—, sino de alguien con una solida formación, que aprovecha el tirón comercial complejo de las “sociedades escopicas-satelitales” (tal dijera Gilles Deleuze) y sus imperativos en las dinámicas del “control”, distint@ al paradigma “disciplinar” y/o de “soberanía”, donde le sería difícil encajar o exponer su (tan arriesgada y peligrosa, desde el punto de vista intelectual) simplificación. Inmersa en una problemática de naturaleza compleja, incluso obviando o saltándose a la torera cualquier imposible profundidad de campo analítico historiográfico (que a cualquiera le resultaría imprescindible, y que al apreciar su obra comprende). Tal como en su momento Francis Fukuyama y “el último hombre”, el “crimen perfecto” contra la realidad en Jean Baudrillard o la “tercera mujer” de Gilles Lipovetsky, entre otros alineamientos. Todos con algo didáctico de manual boutade, que sacrifica (en cierta medida) la saludable dosis crítica priorizando el show literario, la voluntad “sensacional(ista)” del impacto, la inmediatez y la (in)comunicación frente a un lector anatematizado en plena era de la galvanización (uni)polar informativa.

Alineando el actual discurso de género de la neoizquierda, la posverdad e incluso el terrorismo en la “sociedad líquida (Zygmunt Bauman) del espectáculo (Guy Debord)”, como resultado hipertrófico y/o expresión sublimada en la era de la post-reproductividad serial y el post-taylorismo de la supuesta democratización infotainment.

Tres formas de ultracapitalismo global sin control, autorreplicándose de constante, como necesidad y nuevo “lobby” (rentable) que aparenta (una falsa) ¿rotura? para pervivir como sistema y mantenerse intact@. Porque también la saturación estrogénica ha (con)formado/(con)figurado parte del discurso y la férrea voluntad de sometimiento social (vuelta “voluntad de poder” mercantil y corporatocrático).

En la senda oscura las sociedades de hoy pronto tendrán que escuchar, tolerar y respetar hasta “el día del orgullo perro, delfín o calamar” esponsorizado y promocionado por “la sociedad ¿protectora?” (la singularidad y el ¿inalienable derecho? Robot y/o Alienigena), una vez disueltos los géneros, preocupados por el respeto a la distinción y homologados (in)deseadamente por los algoritmos de la I.A. (Inteligencia Artificial). Además de las durísimas consecuencias de la negada condición solar/masculina rota, el déficit educativo de una responsable y necesaria  (in)tolerancia y el no haber aprendido a decir ¡Basta! por cobardía, entre otras sinrazones, negados a comprender el Yo Soy, me es dado, tengo el poder y el capital suficiente que me permite, a discreción, incluso ser (tan)improductivo como desee, como único modo de ser libre. 

Debate ausente que nos incapacita, bajo estas “sociedades escopicas” (G. Deleuze/P. Virilio), cuya virtualidad sustitoria, y sistemas protésicos, anula la sagrada ilusión de cualquier albedrío (ya no libre) pero que al menos otrora paliaba con sutil poesía y mimesis (Aristóteles), la evidente imposibilidad manifiesta, el estado de simulación general (Baudrillard).

Minusvalía ya no sólo intelectual, sino que alcanza el summum plano físico, (in)moral e integral de la existencia, en cada aceptación tácita del sistema y su incuestionable e inquebrantable status quo. Además de que resulta imposible ser desmentido, o contestado en la medida que le perteneces, ya sin otredad, sin “inercia polar” (Paul Virilio) y sin afuera.

Esta es la gravedad poliforme del paradigma sistémico del comportamiento en las sociedades de hoy.

Entiéndase que: Consume mucha más energía y encierra más imposibilidad desmentir cualquier burrada, dicha por cualquiera, que la opinión mesurada, contrastada y profesional argumentada por un experto. Ver: “La Ley Brandolini”, o el principio asimétrico de la estupidez.

Así percibo el grito de horror, antes de sucumbir al imperativo psicótico serial, sobrevaloradamente universitario, (re)productivo, hiper-tecnologizado y sobre-rentable principio taylorista de peligrosa singularidad. Un triunfalismo indolente, antipático, indiferente, egoísta, arrogante y abandónico. Maximalismo del “Yo-No”, no es para mí, digno no-cuerpo (Octavio Paz), un “no soy” kundartiguador y/o crepúsculo de los dioses, ya sin vernos, repletos de espejos bizcos,  ya sin nadie, sin otredad, sin sustancia, definitivamente vivido(s) como problema fundamental y fundacional de la sociedad narcisista: “La soledad”.

“Si Dios escuchara las oraciones de los perros, del cielo lloverían huesos”.

Mi enorme proeza existencial —modestia aparte— es haber permanecido y vivido intensamente tanto tiempo sin integrarme al sistema, y no quedar excluido sin participar.

Dice mi canción: “Soy como un animal a contracorriente, salmónicamente”.

Aún sigo encontrando estrellas entre lombrices.

A diferencia: “Ahora uno se (auto)explota a sí mismo y cree que está realizándose”.

Sugiere Gilles Deleuze: “Un creador es un ser que trabaja por gusto. Aquel que realiza una obra por puro placer, y precisamente por eso sin duda pondrá más cuidado en su realización.”


Resumen del texto de Carles Geli publicado en El País (19/08/2021):

Las Torres Gemelas, edificios iguales entre sí, reflejan mutuamente un sistema cerrado en sí mismo, imponiendo lo igual y excluyendo lo distinto y fueron objetivo de un atentado que abrió una brecha en el sistema global de lo igual. O la gente practicando binge watching (atracones de ver series), visualizando continuamente solo aquello que le gusta: de nuevo, proliferando lo igual, nunca lo distinto o el otro… Son dos de las potentes imágenes que utiliza el filósofo Byung-Chul Han (Seúl, 1959), uno de los más reconocidos diseccionadores de los males que aquejan a la sociedad hiperconsumista y neoliberal tras la caída del muro de Berlín. Libros como La sociedad del cansancio, Psicopolítica o La expulsión de lo distinto (en España, publicados por Herder) compendian su tupido discurso intelectual, que desarrolla siempre en red: todo lo conecta, como hace con sus manos muy abiertas, de dedos largos que se juntan mientras cimbrea una corta coleta en la cabeza.

“En la orwelliana 1984 esa sociedad era consciente de que estaba siendo dominada; hoy no tenemos ni esa consciencia de dominación”, alertó ayer en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), donde el profesor formado y afincado en Alemania disertó sobre la expulsión de la diferencia. Y dio pie a conocer su particular cosmovisión, construida a partir de su tesis de que los individuos hoy se autoexplotan y sienten pavor hacia el otro, el diferente. Viviendo, así, en “el desierto, o el infierno, de lo igual”.

Autenticidad

Para Han, la gente se vende como auténtica porque “todos quieren ser distintos de los demás”, lo que fuerza a “producirse a uno mismo”. Y es imposible serlo hoy auténticamente porque “en esa voluntad de ser distinto prosigue lo igual”. Resultado: el sistema solo permite que se den “diferencias comercializables”.

Autoexplotación

Se ha pasado, en opinión del filósofo, “del deber de hacer” una cosa al “poder hacerla”. “Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”, y si no se triunfa, es culpa suya. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es “la alienación de uno mismo”, que en lo físico se traduce en anorexias o en sobreingestas de comida o de productos de consumo u ocio.

‘Big data’

“Los macrodatos hacen superfluo el pensamiento porque si todo es numerable, todo es igual… Estamos en pleno dataísmo: el hombre ya no es soberano de sí mismo, sino que es resultado de una operación algorítmica que lo domina sin que lo perciba; lo vemos en China con la concesión de visados según los datos que maneja el Estado o en la técnica del reconocimiento facial”. ¿La revuelta pasaría por dejar de compartir datos o de estar en las redes sociales? “No podemos negarnos a facilitarlos: una sierra también puede cortar cabezas… Hay que ajustar el sistema: el ebook está hecho para que yo lea, no para que me lea a mí a través de algoritmos… ¿O es que el algoritmo hará ahora al hombre? En EE. UU. hemos visto la influencia de Facebook en las elecciones… Necesitamos una carta digital que recupere la dignidad humana y pensar en una renta básica para las profesiones que devorarán las nuevas tecnologías”.

Comunicación

“Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes solo consiente a los que son más iguales a uno: ¡lo igual no duele!”.

Jardín

“Yo soy diferente; estoy envuelto de aparatos analógicos: tuve dos pianos de 400 kilos y durante tres años he cultivado un jardín secreto que me ha dado contacto con la realidad: colores, olores, sensaciones… Me ha permitido percatarme de la alteridad de la tierra: la tierra tenía peso, todo lo hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele, no opone resistencia, pasas un dedo y ya está… Es la abolición de la realidad; mi próximo libro será ese: Elogio de la tierra. El jardín secreto. La tierra es más que dígitos y números.

Narcisismo 

Sostiene Han que “ser observado hoy es un aspecto central de ser en el mundo”. El problema reside en que “el narcisista es ciego a la hora de ver al otro” y sin ese otro “uno no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima”. Llegando también a lo que debería ser la panacea del arte: “Degenerando al servicio del consumo, se pagan injustificadas burradas por él, (Narciso) víctima del sistema; si fuera ajeno al mismo, sería una narrativa nueva, pero no lo es”.

El/los Otro(s)

Es la clave de sus reflexiones más recientes. “Cuanto más iguales son las personas, más aumenta “la producción”; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos distintas”. Por ello propone “regresar al animal original, que no consume ni comunica desaforadamente; -no tengo soluciones concretas-, pero puede que al final el sistema implosione por sí mismo… En cualquier caso, vivimos en una época de conformismo radical: la universidad tiene clientes y solo crea trabajadores, ya no forma espiritualmente; el mundo está al límite de su capacidad; quizás así llegue un cortocircuito y recuperemos ese animal original”.

Refugiados

Chin Han es muy claro: con el actual sistema neoliberal “no se siente temor, miedo o asco por los refugiados, sino que son vistos como carga, con resentimiento o envidia”; la prueba es que luego el mundo occidental va a veranear a sus países.

Tiempo

Es necesaria una revolución en el uso del tiempo, sostiene el filósofo, profesor en Berlín. “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros”.

https://elpais.com/cultura/2018/02/07/actualidad/1517989873_086219.html


“Hacer nada” en lugar de “nada que hacer”:

https://www.youtube.com/watch?v=T2PPWZE_ej4

La agonía del Eros por el Narciso. Desgaste de la idea del otro. La desaparición del otro:

https://www.youtube.com/watch?v=yqH11D2OC8c

La sociedad del cansancio:

https://www.youtube.com/watch?v=zPNbDDxysk0

El culto a la velocidad y la aceleración. La falta de tranquilidad:

https://www.youtube.com/watch?v=FW1ukTAGnz8


 

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Adrián Morales Rodríguez
Doctor en Estética por la Universidad de la Sorbona, Paris. Artista visual, músico, compositor y multinstrumentista. Discípulo del padre de la deconstrucción Jaques Derrida. Entre sus textos obran: “Trastornos. de lo antropofágico a lo antropoémico. Power Food LEXIcom” Edt: Artium, Vitoria Gasteiz, 2008. “Sobre Dalí o la metástasis del inconsciente”, Edt: Fundación Joan Abelló, Barcelona, 2005. “HisPánico, I, II y III”, Edt: NomadART Productions, Barcelona, 2001 o “Genética, control y sociedades en descomposición”, Edt: Atópics, Paris, 1995.