La noticia de que un grupo de valientes alrededor del Movimiento San Isidro inició el pasado 18 de noviembre una huelga de hambre en su sede de la Habana Vieja -exigiendo, primero, la liberación del injustamente encarcelado activista Denis Solís, y luego, además, el cierre de las tiendas dolarizadas en Cuba-, me trajo a la memoria eventos similares anteriores, lamentablemente frustrados.
Desde hace tiempo, y desde mi admiración hacia quienes tienen la generosidad de asumir estos sacrificios en un país militarizado, soy de la opinión que las huelgas de hambre deben evitarse. Entre las razones fundamentales por las que lo creo, figuran las siguientes:
-La vida es la herramienta más funcional que la sociedad civil cubana puede utilizar en la lucha por la libertad
-El alcance motivador y/o movilizador que debieran generar las huelgas de hambre resulta, en la vida real cubana, prácticamente nulo. El régimen, con su control absoluto de los medios de información pública, y de todos los medios de empleo, servicios y represión, impide que el ejemplo cunda o motive a una población manipulada; por otra parte, su carácter íntimo -el de las huelgas-, su radio de acción privado, doméstico, tampoco ayuda mucho en este sentido
-En un porciento abrumadoramente mayoritario, las huelgas de hambre en Cuba son sistemáticamente ignoradas por la opinión pública internacional, y quienes les prestan alguna atención no logran sensibilizar a un mundo sumergido hasta el cuello en sus propias problemáticas
Las tres razones de arriba, insisto, solo resumen una opinión respetuosa, solidaria, y me atrevería a mencionar una cuarta: Cuba entera tiene hambre desde hace más de medio siglo. Involuntariamente, acaso sin saberlo, en Cuba hay demasiada gente haciendo huelga de hambre desde que nació.
Hermanos, sus vidas son imprescindibles en la denuncia de la represión y el abuso y, por supuesto, en la lucha contra el régimen liberticida que por más de 60 años juega al tiro al blanco con la familia cubana. Piensen en sus familiares, parejas y amigos. El futuro es de ustedes (y no se trata de una consigna vacía o al uso). No lo dejen escapar.