El travieso López Sacha

Francisco López Sacha siempre ha sido travieso. Se cuenta que aun durante su infancia allá, en Manzanillo, gustaba cambiar, con alevosía y ventaja, un papalote suyo que ya no volara, no funcionara bien, por otro flamante perteneciente a un niño más pequeño. Esto lo lograba mediante una labia espesa, como dicen; magna labia a tal punto que el chiquitín afectado por el trueque se iba a casa con la total seguridad de que el cambio lo había favorecido.

Ya de grande, Sacha continuó por ese camino de diablillo juguetón (valga la redundancia). Ya de grande, escritor —cuentista bueno, crítico a veces veleidoso— y funcionario por tramos.

Sobre todo, según mis experiencias y las de otros colegas, destaca lo de veleidoso —lo cual se inscribe perfectamente en el concepto de travieso— en lo que se refiere a sus trabajos de crítica literaria, sus periodizaciones del cuento o la novela cubanos, y aun de la poesía, si las circunstancias o alguien del Power se lo solicita.

Ah, qué Sacha este. Lo hemos visto cambiar, en un breve período, sus opiniones sobre un autor, una obra, un cuento, un movimiento literario; cambiar a tal punto que si antes afirmó, digamos, “este texto es excelente”, ahora, de pronto, se desdice y asevera lo contrario.

Son no más que travesuras. No es de mala fe. Él es así.

Es diestro Sacha asimismo en guillotinar en algunos de sus trabajos de crítica literaria a un autor que antes reverenciara. Vaya…, que él puede dar a la luz un inventario de cuentistas o novelistas, y allí no está el tipo que antes, si nos atenemos a sus propios elogios, no podía faltar.

Son travesuras.

Igual de travieso resulta el manzanillero en eso que llaman “entusiasmo y júbilo revolucionario”. En ocasiones luce muy rojo; en otras, menos; y a veces, hasta medio rosadito.

Así, tenemos que según la página web de la Biblioteca Nacional José Martí, Librínsula, en días pasados Francisco López Sacha fue tomado por un rapto punzó durante la celebración por el Aniversario 50 de la Creación del Premio UNEAC de Literatura, evento que se llevó a cabo en la sede de esta organización.

Dijo el manzanillero acerca del Premio UNEAC de Literatura:

“Debemos sentirnos orgullosos de tener este premio, de haberlo defendido, de que sea resistente al tiempo, de que esté gobernado por una institución donde todavía somos nosotros, los escritores y los artistas, el gobierno central, quienes decidimos la actualidad de los premios y de las publicaciones. Este es un derecho que nos dio la cultura cubana y que nos dio la revolución».

No lo tomen por oportunismo, nadie vaya a pensar que con esta alocución encendida, sesgada, anómala, el camarada Sacha comienza a crear las bases para que “los de más arriba” terminen por concederle un carguito sabroso que el travieso añora, o que esté asegurando el chico de Manzanillo el visto bueno de Los Jefes para revisitar ese vertedero imperial que resulta la ciudad de Miami, alberca de gusanos, basural de la escoria.

Lo digo porque cualquiera podría replicarle al hijo de Manzanillo que bien sabe él que la UNEAC no es “una institución donde todavía somos nosotros, los escritores y los artistas, el gobierno central”, sino que es una organización bajo la égida salarial e ideológica del régimen, el cual, en verdad, es quien decide “la actualidad de los premios y de las publicaciones”. Y que ese “derecho que nos dio la cultura cubana y que nos dio la revolución”, termina en el mismo instante en que algún escritor o artista discrepe de la ideología imperante, impuesta.

Ah…, qué Sacha este.

Sin dudas, él está consciente de que “nosotros, los escritores y los artistas” [cubanos], son muchos más de los por él aludidos. Es decir, que allí, como suele decirse, no están todos los que son.

Él lo sabe. Pero ya lo decíamos, es travieso.

Tan travieso que en cualquier momento, nadie sabe, vira el rifle y pide que sean considerados por la UNEAC, como debe ser, porque también son cubanos, aquellos escritores y artistas residentes en el extranjero, o que termine para estos y para otros que están “dentro” la censura que, debemos suponer, según las palabras de Sacha, ha sido establecida por “una institución donde todavía somos nosotros, los escritores y los artistas, el gobierno central”.

Nadie sabe. Creo que el travieso manzanillero sería capaz, en uno de sus sorpresivos golpes de dados, de abogar porque la naranja sea partida al medio. Como es lo justo.

Esperemos. Esperemos a ver si se le ocurre esa travesura.


Originalmente publicado en Cubaencuentro en 2016

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Félix Luis Viera
(El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros. En su país natal recibió el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Nacional de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que ya había recibido, en 1983, por su libro de cuentos En el nombre del hijo. En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio y el premio Pluma de Oro de Publicaciones Entre Líneas. Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba. Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros. En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable. Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son. Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.