Han pasado años, muchos años -13 en total-, desde aquel lácteo día en que Raúl Castro prometió a los cubanos un vasito de zumo de vaca. Por el camino han quedado promesas como el batido de moringa, el picadillo de avestruz o la empanada de escamas de caracol. No obstante, el vasito raulista ha conservado su misteriosa impronta de promesa reiterada, al punto de que por estos días la detención del Rey del Queso, residente en Artemisa, ha vuelto a desatar una nueva ola de expectativas ciudadanas.
Dueño de 42 vacas, según varios medios de prensa este empresario pinareño (Artemisa originalmente perteneció a Pinar del Río) entregaba diariamente al régimen castrista 70 litros de leche de los 150 que supuestamente debía suministrar, mientras sus suculentos quesos se distribuían a todo meter en varios restaurantes de la capital cubana.
Así que el descubrimiento del Rey del Queso ha supuesto a su vez un nuevo descubrimiento: El vasito de leche de Raúl sigue vigente en la memoria revolucionaria del pueblo combatiente, que finalmente ha caído en la cuenta de la jugada proimperialista artemiseña: A más queso, menos zumo de vaca. O lo que es lo mismo: No puede haber vasito cuando se priorizan la pizza y el espagueti y, por supuesto, no puede comerse pasta si no puede beberse leche.
El Rey del Queso, bloqueado el vasito de leche, traicionado el desayuno de los círculos infantiles y los asilos de ancianos, había conseguido desvirtuar la promesa del primer secretario del Partido Comunista de Cuba, operación anexionista y/o anticubana que solo la respuesta maestra de la detención y el decomiso podía desmontar. Y así se hizo.