Despenalizan la venta de carne roja cuando las vacas cubanas apenas pastan en la memoria de un ecosistema prohibido, más viejo que andar a pie. Pero la verdadera prioridad alimentaria resulta mucho más exótica, incluso en la Cuba castrista.
A falta del célebre vasito de leche prometido en 2007, en este VIII Congreso del Partido Raúl Castro, junto a José Ramón Machado Ventura y Guillermo García Frías, se la juega con el pangolín, animal cuasi prehistórico que en su momento fuera injustamente acusado por el «imperialismo yanqui» de propagar el coronavirus.
¿Y Ramiro Valdés? Aun deseoso de conformar la tríada reformista, tras ser mordido en un instante de culinario descuido por uno de estos mamíferos placentarios, fue dado de baja del Congreso y se investiga si ha sido contagiado o no.
A propósito de todo este rollo alimentario, aprovecho para «meter de contrabando» dos neohaikus que cada vez me gustan más. El primero, dedicado a Mariela Castro:
La langosta
mientras más castrista
más angosta
El segundo, a García Frías:
El pangolín
lo mismo que la langosta
se puede hervir