Si el imperialismo se midiese por la cantidad de guerrillas entrenadas por habitante, Cuba fuese el país más imperialista del planeta.
¿Afectados? La lista es inmensa: Uruguay, Chile, Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú, Nicaragua, El Salvador, Puerto Rico, Argentina, Angola, Etiopía, Cabo Verde, Algeria, Siria, Iraq, Laos, Cambodia, Sudáfrica. Y muchos más en el Medio Oriente, Africa y Asia.
Por décadas, Cuba se comportó como si la isla hubiese sido una potencia del primer mundo, gracias en parte al apoyo logístico que recibía de la URSS y a la estrategia fidelista de multiplicarle los dolores de cabeza, o focos revolucionarios, a los Estados Unidos. «Crear dos, tres, muchos Vietnam» era el principio guía de la política exterior del régimen.
La isla fue un campo permanente de entrenamiento guerrillero y aún coopera con varios grupos denominados terroristas a nivel internacional: Hezbollah, las tropas especiales de Irán y de Corea del Norte.
Después del derrumbe del muro de Berlín, ya con menos recursos que antes para hacer daño, el régimen cambió de estrategia siguiendo los lineamientos del Foro de São Paulo. Su objetivo: lograr desmontar las democracias por la vía pacífica, desde adentro. De este modo, el régimen logra controlar a Venezuela como si fuese otra provincia de Cuba, extrayendo pagos en petróleo, manteniendo al mismo tiempo su política injerencista en todo el subcontinente americano y apoyando con fondos la toma del poder de políticos populistas en Argentina, Ecuador y Bolivia.
En fin, uno de los regímenes más intervencionistas e imperialistas del mundo, por más de seis décadas, ahora pide “no injerencia en sus asuntos internos” y se horroriza de que alguien siquiera lo mire de reojo.
Bastante tolerante se ha sido con el régimen cubano.