La ciencia es, en su más pura esencia, diversa y cuestionadora de las verdades establecidas. En ciencia, lo que encontró Newton es criticado y a la vez empleado por Einstein. Einstein supera a Newton, pero queda válido algo del previo nivel de conocimiento de este último. Actualmente, la física cuántica supera a Einstein, pero permanece vigente algo de su nivel de conocimiento previo. Mendeléiev y su Tabla Periódica de elementos químicos ha sido rectificada y ampliada. Edward O. Wilson puede discrepar de algún aspecto de Darwin, pero no lo ningunea o dice que fue un incompetente o prepara una campaña de desprestigio.
Estos métodos tan ineficientes y primitivos, evitados por la ciencia, son los que aún hoy se emplean para solventar los problemas sociales. Seres humanos salen a protestar de manera pacífica y otros seres humanos los reprimen e incluso los asesinan, tal como se ha hecho desde que tenemos uso de conciencia como especie.
La ciencia no. Tiene métodos para exponer y cribar la verdad. Es un edificio modular, o sea, se le van adjuntando partes o módulos y va creciendo. Las fórmulas superiores incluyen las previas, las readaptan a contextos y condiciones nuevas. No es el caso de las “ciencias sociales”.
Las sociedades humanas son cada día más complejas e inimaginables desde los zapatos de Marx. Es una vergüenza que “académicos” y “filósofos” intenten ocultar tantos errores conceptuales y las terribles consecuencias sociales que han tenido las elucubraciones de este individuo. En el caso de los marxistas, intentan imponer los planteamientos de Marx, considerados inamovibles por más de dos siglos. Enaltecen a un arrogante con cara de Moisés que pretendía que sus juegos de palabras (indemostrables) eran fórmulas científicas.
La filosofía y la escritura de ficción son muy etéreas, gaseosas. Algunos pueden debatir y citar a Lao Tse y a Confucio, otros a Homero o Cicerón, Platón o Aristóteles, a Hegel o a Kant. De manera absurda, hoy debaten con similares pobres métodos lo que discutieron en su momento Homero, Confucio o Lenin.
En humanidades, en arte, en filosofía, la propuesta no es rediseñada y reformulada. Se intenta adorar a un becerro de oro y luego se le destrona y adora a otro. Cuando al final resulta evidente que ninguno era oro, sino madera carcomida y superficial pintura dorada, se insiste en buscar otro tótem. Y a bailar alrededor de la nueva deidad.
Hay, sin embargo, esa extraña excepción. El becerro Marx se mantiene en el altar por casi 200 años. Se pretende que sus series de asertos, indemostrables, permanecen incólumes en el tiempo. ¿De qué se trata, de un genuino becerro de oro, de un genio insuperable o de una figura creada desde algún interés oscuro?
Lo que pasa es que Marx, y El Capital, pretendiendo que apelan al raciocinio lo hacen a dos de los peores pecados capitales: la envidia (y el resentimiento) y la vanidad. La envidia del mediocre individuo al que le dicen que su mediocridad es culpa de los otros, y su persona siempre una víctima. Y la envidia de personas hábiles en comunicación, generalmente formadas en “humanidades”, pero que temen a las fórmulas y los números como si fueran brujería. Con una muy débil comprensión del planeta y del mundo, pretenden poder dar solución verborreica desde cátedras lunáticas. Y se roban estrados, micrófonos y cámaras para decir sus incoherencias y nimiedades. Es el caso de la mayoría de los políticos modernos, de largos discursos pero cojos recursos.
Volvamos al origen. Cuando está ocurriendo toda una metamorfosis (la industrialización, el desarrollo de capitalismo), un individuo cree descubrir ciertas leyes “científicas” de la evolución cultural. Pero solo asistió a un proceso de ruptura y complejización de la sociedad. Entonces, el pretendido estudioso de lo social “descubre” las claves de las sociedades. Y crea unas formulitas. Para tamaña labor emplea dos herramientas muy simples: su cerebro (para soñar) y su barba (para figurar como un Moisés fundador). Oye a un tal Darwin hablando de lucha por la vida y lo extrapola a la sociedad. En el mismo momento que están desmontándose las clases, pretende que en la sociedad hay una intensa “lucha de clases”. Crea otros conceptos que solo existen en sus abstracciones: plusvalía, proletariado, capitalismo. Y se aboca en toda una farragosa explicación (El Capital), solucionando los problemas del mundo y las sociedades con un llamado a la masa a eliminar a los excepcionales. Ya hemos visto lo que ha resultado.
No señores de la academia, no. Si hace falta una referencia, no es este santón. Sus ideas son rechazadas por los hechos. Salgan de los volúmenes y las citas interminables, lean el libro del mundo. ¡El marxismo no funciona en este planeta!