«Lezamiana en un sentido ontológico, porque aquí el lenguaje, la narración, resuman vitalidad y resultan protagónicos más allá de los principales personajes, esta novela es sobre todo un conmovedor fresco de La Habana profunda, de la cubanidad más visceral y entrañable, aquella que florece en las casas de vecindad recreando los espacios de la podredumbre pues, como nos recuerda el autor, solamente los muertos son capaces de huir de las imprecisiones», dice Armando Añel de este libro.
El laurel, de Tony Cuartas: