Escondido en La Habana de una forma ermitaña, accesible solo para un público selecto que se aísla de las monotonías, encontramos al dúo G.LO. Una agrupación compuesta por Lázaro Valladares y Jorge Luis Torres Morejón hace ya quince años, enfocada en hacer canciones que más allá de lo “bonito” hagan pensar al público. Si hubiese que nombrar a una agrupación consecuente con lo que piensa y cómo actúa, este dúo se encontraría en la pequeña lista de las escogidas.
La poética expuesta en las canciones de estos artistas escarba en el entramado social y saca a la luz los disimiles sentimientos y realidades por las que transita el ser humano, sobre todo el cubano de a pie. Si no los conociera de años y hubiese participado en la vida de ellos, mayormente en la de Jorge Luis, que además de ser mi entrevistado ha sido como otro padre para mí, quizás me hubiese cuestionado cuando habla de la honestidad de su trabajo. Pero al saber cómo viven y luchan para mantener un arte que rompe con los cánones de lo asimilado, o lo comercial, no cabe la menor duda de la transparencia de estos dos seres como personas y como creadores. Ellos no buscan la fama o el éxito a costa de lo estándar, sino hacer música basados en los conceptos que los identifican.
A pesar de tocar temas sensibles y ambos pertenecer a generaciones que perdieron las ilusiones con el proceso político y social imperante, su obra está plagada de amor hasta en los temas de desamor: carecen de odios o rencores. Esta característica los hace especiales porque no todos logran despojarse de sentimientos bajos –en cierto modo justificados– a la hora de hablar de Cuba y su realidad.
Artistas así, más que músicos, son pensadores y guías sociales. Ayudan a curar las heridas de una sociedad quebrada. Muestran caminos de luz, en pos de un futuro más humano, enfocados en los raíles de la paz y la aceptación de unos y otros.
Al habla con Jorge Luis Torres Morejón:
¿Cómo surge el dúo Glo?
El dúo surge de manera casual, un 20 de octubre del 2005. Gracias a un amigo en común, quien le dice a Lázaro que yo estaba buscando integrante para hacer un grupo. Entonces Lázaro llegó, comenzamos a sacar ideas, probar con las voces, montar los primeros temas, etc. En lo que llegaba el próximo integrante, al final decidimos quedarnos nosotros solos y por ahí comenzó el grupo a andar.
Desde el principio buscamos hacer un trabajo desde lo vocal. Algo que identifica al dúo es el empaste de voces que contrastan y a la vez coinciden en un punto medio.
Nuestro concepto también puede tomarse como experimental, pues no nos centramos en un solo género, aunque nos ven como trovadores, sino en buscar la diversidad en las creaciones.
¿Qué temáticas trabajan en sus canciones?
El noventa por ciento de las composiciones las hago yo. Los temas son variados. Puede haber canciones de amor pero también de desamor; a la pareja, al país, al sistema, etc. La temática yo no la escojo, simplemente surge. Como compositor uno tiene experiencias y esas experiencias le llevan a los textos, y esos textos se hacen canciones.
A mí me preocupan todo tipo de temáticas. A veces como compositor tengo mucho de ironía en mis letras. Me preocupo incluso desde puntos de vista filosóficos. Una canción que se llama la lógica de lo ilógico es un cuestionamiento a todo lo que sucede, buscando el sentido a algo que a veces para muchos de los que vivimos aquí es absurdo.
Es una manera de decir sin rabia el sentir propio y de la sociedad. Yo lo veo como un estudio antropológico, pues al vivir en barrios periféricos como lo son Regla, Guanabacoa, Alamar, se puede apreciar mejor el día a día del ciudadano común.
Entonces la mayoría de las canciones, hasta las más intimistas, están relacionadas con las personas a mí alrededor. Todo lo que escribo tiende una amplia mirada a la sociedad actual.
Háblame de sus referentes, tanto literarios como musicales…
Entre mis referente se encuentran Juan Carlo Baglietto, Donato Poveda, Santiago Feliú, Sabina. Pero también tengo muchas influencias de muchos grupos de rock. Por la parte de Lázaro está la música clásica, Gipsy Kings, etc.
El referente es muy gracioso. Nosotros comenzamos haciendo música y esta, en vez de llevarnos a espacios musicales, nos llevó a los espacios poéticos y gracias a eso quizás es que hay una marcada influencia poética. En esto han influido muchos poetas amigos como Hubert Hill o Lina de Feria. Gracias a ellos hemos podido aprender un poco más de poesía. Pues te mentiría si te dijera que antes de conformar el grupo leyera tanta poesía.
En esos tiempos conocía a poetas como Leopardi, pero el crecimiento ha ido en ascenso a medida que se ha desarrollado el grupo. Hemos estado durante quince años con grandes representantes de la poesía cubana, algunos oficialistas y otros no, pero grandes. Incluso algunos menos conocidos, lo cual no le quita mérito. Y ahora te digo, lo fundamental que nos representa es la composición.
¿Cómo ves a Cuba en estos momentos?
Yo me considero contestatario. Soy de los que se lo cuestionan todo. No creo, pienso y después saco mis propias conclusiones. Para mí, culturalmente como socialmente, hay un caos. Veo una sociedad muy desestructurada sin pie ni cabeza. Vivimos como en una gran batidora por los años de los años, Amén.
Pienso que una de las manifestaciones del arte que más refleja esta hecatombe es el cine. Incluso el cine oficial refleja esta oscuridad social que vivimos. El rap también es muy crítico.
Aquí todo es disfuncional. Y te pongo de ejemplo, ¿cómo es posible que un vasito de ajíes cueste quince pesos cuando hace un mes atrás costaba cinco? O sea, se han triplicado los precios sin haber entradas sólidas para las personas, pues estamos en tiempos de crisis económica aguda.
La crisis cultural se ve evidenciada en la música. Y es muy fácil, el reggaetón y el trap son los géneros omniscientes de este país hoy. Usted va al Coppelia y están estos géneros sonando. Lo mismo pasa si vas a cualquier restaurante, incluso de los más caros y lujosos: te puedes encontrar esta música. Muy pocas veces vas a escuchar otro tipo de música. Eso dice mucho de un país que supuestamente debería ser una potencia musical.
Las personas se quejan del reggaetón por las malas palabras y tal, pero ese es el reflejo de la hecatombe que vivimos. Hoy la filosofía es gozar y no pensar, porque pensar trae consigo dificultades. La gozadera no cuestiona lo que está a tu alrededor, pero pensar sí.
¿Crees que esa monotonía cultural sea espontánea o ha sido un mecanismo planeado para disociar y enajenar a las masas?
No creo que sea planeado. Pues en la casa es donde se crean todos los valores y los puntos de comparación aunque en la calle aprendas otras cosas. Cuando desde la casa no tienes nada con qué comparar, cuando los padres escuchan lo mismo que los hijos, incluso porque no les interesa escuchar otras opciones, o porque es muy complicado o no entienden otro tipo de música, porque son los raros, pasa esto que te hablaba.
También aquí se han encargado de subrayarte “esto es la cultura cubana y esto no”, por lo que han dividido las culturas. Pero es parte y parte. La cultura es como una mesa que debe tener cuatro patas para que se sostenga. Cuando tú quitas una pata porque está mala o no te conviene como dueño de la mesa, y la picas, queda coja. Es lo que sucede con la cultura en Cuba.
Cuando tú apagas a personas que tienen un criterio propio va a venir el mediocre y eso da origen a lo malo. Es más fácil que se pegue esta musiquilla a algo más elaborado. Al Estado le conviene en parte, aunque a mí me parece que se les fue de las manos. Lo quisieron coger de válvula de escape pero se les convirtió en una espada de doble filo.
Y esto no ha contaminado solo a las urbes. Hasta los propios dirigentes o personas de las altas esferas lo consumen y es su modus vivendi. No es solo aquí, yo creo que en el mundo completo hay parte de esa enajenación, en algunos lugares a mayor y en otros a menor escala, pero la hay. A los micropoderes de Cuba, como a los macropoderes del mundo, les conviene tener a las masas enajenadas.
Te pongo otro ejemplo, ¿cuántos cubanos no se han ido para Estados Unidos y siguen escuchando y viviendo el reggaetón? Ya son libres, ya pueden escuchar cualquier cosa. Entonces es cuestión de la cultura y la libertad propia, interna de uno, que en cierto modo no depende de la libertad a nivel social.
¿Por qué en estos 15 años ustedes no han logrado conseguir asociarse a una empresa que les permita trabajar en diversos espacios y vivir de la música?
Una vez fuimos a la empresa Adolfo Guzmán y da la casualidad que el director que estaba nos conocía y nos dijo: “Está bien, los vamos a llamar. Recuerden que deben presentar quince canciones, pues ustedes no vienen de escuela”. Bueno, resulta que después nos enteramos que ese señor dijo por detrás de nosotros que no éramos confiables.
Te digo, el problema de nosotros es que somos honestos. Cuando uno es honesto no es confiable en este país. Lo curioso es que ese señor tiempo después explotó y lo botaron de ahí. O sea, el no confiable era él.
Es lo que sucede siempre aquí. Hay concesiones que uno hace y otras que nunca vamos a hacer. Entonces el precio a pagar es seguir siendo independientes. Para nosotros es muy importante hacer música, incluso más que ser “profesionales” y estar en una empresa.
¿Cómo han hecho para grabar las canciones?
Todo lo que hemos hecho ha sido con dinero nuestro, en estudios caseros. Yo además soy escultor y trabajo la talla de madera, el ensamble, y así he vivido por mucho tiempo. Lázaro es repostero. Entonces tenemos trabajos paralelos para poder sustentar la música.
¿En qué espacios se presentan y cómo hacen para la promoción de los eventos?
Antes del Covid, el espacio que teníamos fijo era en la Casa del Artista y Creador de Centro Habana. Los otros espacios son lugares a los que nos invitan en dependencia de los eventos, peñas y demás.
La promoción es mediante redes sociales, Facebook resulta fundamental, pues ahí tenemos una página. También de boca en boca de amistades. Lo otro es que nuestra música es intimista y reflexiva. Nosotros la tenemos pensada para un pequeño público, si se pudiera decir de este modo. Dentro de la canción de autor, los textos y las mismas canciones te llevan a esos lugares pequeños como bares, cafés, etc.
¿Han logrado hacer algo de dinero con la música?
En el espacio compartido que tenemos junto al dúo Darias, en la Casa del Creador, lo único que podemos monetizar es la venta de algunos discos para solventar y grabar nuestros temas. Yo también tengo un pequeño estudio de grabación en la casa donde hacemos maquetas para subir a internet y tal.
¿Cómo ha sido el proceso de trabajo durante esta etapa de confinamiento?
En mi caso tengo proyectos personales en los cuales he podido trabajar. Como dúo, no hemos podido ensayar por toda la situación existente. Y nada, ahí vamos intentando salir a flote.
Háblame de qué van esos proyectos…
Tengo unos cuantos. Pero en primera, pude hacer un disco en solitario de diez u once canciones. Algunas de esas canciones fueron poemas musicalizados de amigos como Alfredo Sánchez, Boris Milán Díaz, un amigo argentino, Carlos Zic, y otros textos míos. Todo esto grabado y producido aquí en mi casa.
También tengo otro proyecto llamado Two Project que va más sobre la música electroacústica y la música incidental. Y he logrado que me la pongan para algunos promos en cines, pero nada más.