Mi amigo Salvador Blanco Mayans, a quien me une un afecto que dura ya 43 años, desde que nos conocimos en aquella aventura televisiva llamada Para Bailar, me pide comparta este reportaje suyo sobre un asunto que sigo con atención y que ocupa la actualidad noticiosa cubana.
Se trata de un tema complejo, profundo, con muchas aristas y que ha sido objeto de gran manipulación mediática. Como dije, estoy al tanto, pero de toda esa historia, como la mayoría, apenas distingo la punta del iceberg.
De Luis Manuel Otero Alcántara y demás miembros de lo que llaman Movimiento San Isidro, no conozco sus obras artísticas, ni sus vínculos con otros individuos o instituciones, pero sí me consta que han elevado sus voces y desafiado a un poder represivo al precio de detenciones, violencia, estancias en calabozos, asedio y allanamientos sistemáticos.
Son jóvenes que han elegido el desafío frontal al régimen totalitario para reclamar tantos derechos que nos han sido arrebatados por quienes se aferraron al poder en 1959, arruinaron al país y nos impusieron su ideología dogmática y excluyente, de espaldas a las necesidades y aspiraciones de su pueblo.
Basta echar un vistazo a la ofensiva propagandística en estos días de los medios oficialistas cubanos, en su empeño por desacreditar a Luis Manuel y sus compañeros de causa, para entender el pánico del Partido Comunista de Cuba ante una crisis social, económica y política que no sabe gestionar y que cada día añade presión a una olla con válvula defectuosa.
La tiranía que nominalmente encabeza una marioneta de los militares dueños de todas las estructuras productivas del país sabe que, al menos en su estado actual, tiene el tiempo contado. Mientras viva Raúl Castro no se atreverán a mover ficha, pero cuando el casi nonagenario general parta, se sentarán a negociar sin pudor lo que haga falta, a cambio de que no se les lleve ante la justicia ni se les despoje de lo robado. Algo así como una versión tropical de la llamada «mafia rusa», o sea, aquellos funcionarios del PCUS y de la KGB que se apropiaron de las riquezas de la extinta URSS.
Mientras, cada día quedan más expuestos en su cinismo y más vulnerables son ante una juventud que expresa su rebeldía porque desterró de su mente el miedo, ese anestésico social que está en la base misma de la opresión que vive Cuba desde hace más de seis décadas.