Miro esta foto tomada hace dos años frente al Ministerio de Cultura y recuerdo la manera en que reaccionó la secretaria del ministro ese día, cuando entramos a exigir se diera respuesta a la carta que habíamos presentado, exigiendo la derogación del Decrero 349. Ella trató de ser amable, pero se notaba la crispación latente de quien no está acostumbrada a dar explicaciones. Al menos, no a los artistas. Y especialmente a artistas no avalados por esa institución.
La actitud de los funcionarios cubanos es siempre de soberbia. Ellos han disfuncionado prevaricando de sus cargos, de su función de servir, porque saben muy bien que aquí no están para representar a la cultura sino al gobierno, y mientras sean leales a éste (no importa cuánto se censure y se cercene a obras y a artistas), podrán conservar sus cargos y sus privilegios. Tal como la Agencia Cubana de Rap no fue creada para desarrollar el Hip Hop, sino para controlarlo, exactamente como la del Rock.
Pero si hacemos un paneo más extenso, vemos que sucede lo mismo fuera del arte. El sindicato no representa a los obreros sino al PCC (o sea, al gobierno), la UJC no defiende los intereses de los jóvenes, y cada organización oficial, incluyendo ANIPLANT, la única ONG que existe en Cuba para proteger a los animales y las plantas, está ahí para representar, solo y siempre, los intereses del gobierno.
Esto explica la violenta y vergonzosa reacción contra artistas del 27N por parte de Alpidio Alonso, quien lleva sobre sus hombros, directamente, la muerte del festival de Rap de Alamar, tal como Fernando Rojas carga con la del festival Poesía sin fin, también de Alamar, una ciudad de la periferia habanera con una arquitectura horrible cuya mayor riqueza eran la cercanía del mar y el movimiento artístico alternativo, de una pujanza fuera de serie. El Ministerio de Cultura se encargó de convertir esa energía en abulia, esa ebullición en silencio total.
Su aspiración perenne es que vivamos aceptando lo inaceptable y, en su embriaguez de poder, no son capaces de entender que no pueden mantener la ilusión de «diálogo» y de falsa tolerancia porque muy pocos les creen ya, y ellos mismos se están encargando de decepcionar a los que aún les creían.
El cambio está llegando y es indetenible. La vida es siempre más poderosa que la muerte.