Conocí la poesía de Reinaldo García Ramos antes que al ser humano y ha sido como tener dos encuentros fortuitos. Conozco dos de sus libros: Caverna fiel y El buen peligro, que han sido fuente de inspiración para mí, como lector y como poeta. Se debe a que su estilo, marcado por la ternura, la profundidad y el orden, es muy diferente del caos desde el que yo siempre he mirado al mundo. Al conocerlo, pude disfrutar de su trato sencillo y de sus observaciones sobre mis escritos, cosa que honra a cualquier escritor que desee aprender bien su oficio.
En El buen peligro, el primero de sus libros que leí, los editores indican que recoge gran parte de la actividad poética de Reinaldo García Ramos durante los años 1969-1986, en distintas ciudades, lo que equivale a decir bajo distintas circunstancias. (…) Este libro nos hace no sólo compartir esas experiencias sino también disfrutar del buen hacer poético, el oficio mágico de transformar el caos en levedad, el vacío en testimonio, la palabra en eco.
En el segundo libro leído por mí, Caverna fiel, el poeta cubano Heberto Padilla escribe un resumen más completo de la labor de García Ramos: Entre las múltiples opciones que trajo la experimentación poética de comienzos de siglo (el hermetismo, el surrealismo, el lujo metafórico y arbitrario que se exhiben como harapos en el panorama de nuestra poesía), Reinaldo García Ramos no eligió ninguna. Del primero al último de sus poemas lo vemos avanzar con un desembarazo, una seguridad expresiva, un dominio de imágenes y metáforas de auténtico poeta.
Más recientemente, en su trabajo titulado “Poesía para empezar el año”, Vicente Echerri comenta otro de los libros del poeta (Obra del fugitivo, con el cual obtuvo el XI Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina-Ciudad de Cieza en 2006), y señala que el libro se presenta retador como un ostra cerrada que nos dificultara el camino a su degustación, no obstante… no es un poemario que se proponga ser deliberadamente hermético; antes bien, se vale de un lenguaje sencillo, coloquial por momentos, con breves giros narrativos que, sin menoscabo alguno de la poesía, recuerdan, por ejemplo, a Kavafis. (…) El evento poético… se presenta casi como una secuencia narrativa en el espacio psíquico donde el poeta ejerce un indiscutible señorío: la palabra está ahí para expresar con precisión lo que él quiere…
La poesía de García Ramos me proporciona el gusto de las relecturas. Estos poemas que incluyo no obedecen a mi elección, sino que fueron ellos los que me eligieron a mí tras esas relecturas. Son portadores de esa manera particular que tiene el poeta de ver el mundo. Una mirada en la que expresa la inocente ternura del niño que quiere vivir a plenitud.
Distante
Si al final de estos años,
Con toda la arrogancia demostrada
Y el curso inverosímil
De tantas pasiones y consuelos,
Te sucede
Que por un instante apenas prodigioso
Recuperas
No el ánimo encendido
Ni la fantástica ironía,
Sino el olor, la audacia tenue
Del ritmo familiar,
Los tonos anhelados de la tarde,
La imagen viva de esa casa ancestral
Y el flamboyán y el pozo,
Y hasta las auras en su vuelo
O los cañaverales insistentes,
Sonríeles,
Hazles una tremenda reverencia,
Sin agonía comprueba sus dimensiones fulgurantes;
Pero no te detengas.
Admira esas potencias emanando
De la fragancia establecida,
Dales un toque si prefieres de tu vibrante prisa,
Y déjalas envueltas con ardor
En el polvo distante.
[Del libro El buen peligro, 1987]
Templos extranjeros
No hables más al entrar al salón de las luces;
contémplalo y aprende
sin muchos aspavientos su cálida medida y sus excesos;
pero ve guardando,
como todo extraño, las debidas distancias,
y pon a buen recaudo tus sórdidos recuentos,
para que no te aplaste el viejo altar
de garfios y esplendores.
No avances demasiado hasta los últimos destellos,
no vayas a creer que desde siempre
en este pabellón de los contrastes
tu simple letanía tuvo un sitio;
contempla sin gemir el ataque del viento
al espacio quemado que ocupaban tus bosques,
y no esperes oír plegarias y tus himnos
en el voraz festejo de siluetas y esmaltes.
Entrega como puedas tus fervores perfectos
al recinto privado de los juegos,
y déjale tu huella a algún selecto abismo
que no pueda elogiarse en los anuncios;
mas no dejes que fluyan al cauce reducido
tu borrada ceniza, tus pálidos desastres,
y muestra tu agonía sin entrar dando gritos
a la caverna fiel y cegadora
que alguien vendrá a llevarse por su precio.
Si no llegaste a tiempo, la lección será simple:
no vayas a dejar que te borren del rostro
tus quietos argumentos y rarezas;
cruza despacio el escenario iluminado,
y usa la seña exacta del transeúnte que deploran,
no el sereno recurso de quedarte en la sombra.
[Del libro Caverna fiel, 1993]
Aves sorprendidas en su sueño
“…to the birds in the white of the air…»
- B. Yeats
para Vicente Echerri
Arremolinadas se han alzado de los sitios
en que pensaban perpetuarse
Se levantan de los entornos comprendidos
con esfuerzo y contemplan desde cierta altura
toda la vastedad de su alimento y su descanso,
cubierta por las llamas
Aletean con fuerza en el ocaso transformado,
teñido de repente de un resplandor furioso
Y suben, suben en círculos muy rápidos
sobre la repentina claridad;
y sienten el crujido de los insectos calcinados
y de la hierba que se entrega a la devoración,
al humo que la anula
Pero no parten enseguida,
no se atreven tan pronto
a sepultar las dimensiones de su mundo;
giran y giran durante largas horas
con sus alas perfectas sobre los laberintos conocidos,
que la noche disuelve
No saben escapar, al nacer no tuvieron
ninguna indicación para alejarse
de esta súbita fuerza;
cuando iniciaron su aventura en la inmensa pradera
nunca sospecharon este despojamiento
No encuentran en sus instintos heredados
ninguna explicación para este incendio
que ya devora con premura
todas sus fantasías.
[Del libro Únicas ofrendas; cinco poemas, 2004]
Cuerpo insospechado
Durante mucho tiempo estuvo imaginando amantes,
y encontraba
callados seres que venían sin poner condiciones a entregarle
sus certeras ofrendas.
Los pintaba a su gusto en los espacios disponibles,
los sacaba en un acto de magia
de los senderos del jardín o los traía
con agilidad desde las sombras del ruinoso desván.
Eran confusas criaturas que acudían
a recorrer su mente y a estrecharlo
en un abrazo calculado,
expertas fantasías que en esa luz difusa prolongaban
los atributos exigidos:
resplandecientes ojos,
dedos tibios, olorosas lenguas,
cavidades y cuellos firmes que rugían
con absoluta convicción.
Pero al final toda esa fiel evocación lo había llevado
a contemplar una frontera hostil.
A cualquier hora los perfectos seres entendían
sus apetencias más abruptas
y las iban colmando con prodigiosa furia;
pero muy pronto descubrió que había un cuerpo,
un solo cuerpo insospechado,
que él no podía imaginar ni definir
y que jamás obedecía.