Estoy pensando mucho en lo que pude hablar hoy con Zafi, mi amiga imaginaria que se encuentra dentro de Cuba. Ella me hizo una observación que considero genial, y es la siguiente: la dictadura de Cuba, de hecho, perdió esa gran batalla que se creyó estaba librando contra la oposición. Ganó la oposición, y ganó porque se logró demostrar ante el mundo que el régimen de Cuba, de Raúl Castro y del lazarillo Díaz Canel, es una dictadura de las peores, capaz de hacer monstruosidades para mantenerse en el poder.
Ante todo, el grupo Archipiélago pudo hacer que la gran mayoría de los gobiernos del mundo se enfocara en la problemática de Cuba como una dictadura que, en realidad, asfixia al pueblo. Al parecer todo fue calculado por Archipiélago, que, de facto, sabía que el régimen no iba a dejar salir a nadie el 15N, pero además sabía que, si los dejaba salir, iba a perder por la millonada o millonadas que iban a botarse a las calles. ¿Qué pasó entonces? Pues lo que, al mismo tiempo, se suponía tenía que pasar: la dictadura no les permitiría salir. De esta manera, todo el mundo, los gobiernos, las instituciones, la ONU, la OEA, hasta la misma religión católica, pudo apreciar el bloqueo dictatorial -y con “religión católica” me estoy refiriendo a la superestructura del Vaticano, que, amarrada por el protocolo papal de Francisco, no se ha puesto al lado del pueblo cubano sino de sus dictadores y de la izquierda agresiva mundial. ¡Lo cual no ha dejado de ser una vergüenza histórica! Con la excepción de que ahora la Iglesia católica cubana sí se puso de parte del pueblo, principalmente por el gran grupo de sacerdotes que sí apoyó la convocatoria del 15N.
Mediante los celulares, se pudo pasar una enorme cantidad de videos que demostraron a la opinión pública internacional, y a todas las entidades anteriores que he mencionado, que Cuba sí tiene una dictadura brutal de casi 63 años, que no quiere dar marcha atrás para que el pueblo mejore.
¿Cómo va a ser entonces, de ahora en adelante, la relación del pueblo con la dictadura? Pues simplemente podrá darse el cuento de «Ahí viene el lobo», pero el lobo nunca llega hasta un día. Habrán más amenazas de convocatorias para volver a salir, como sucedió el 11 de julio pasado, y no los dejarán salir, y así sucesivamente, hasta que un día, cualquier día, cuando menos lo piensen los castristas, porque crean que es una nueva amenaza, o jugarreta, pues se descuidarán, y será cuando todo el mundo se volverá a lanzar a la calle y, claro, pacíficamente. Pero habrá sido tanto el oprobio de esa dictadura que, cuando los lacayos de la tiranía se dispongan de nuevo a golpear, a llevarse a la gente presa, etc., los cubanos se van a defender. Tengan la seguridad, estúpidos lacayos, que la avalancha de la justicia va a ser demoledora. No quieran ustedes imaginar lo que les va a pasar.
Otro episodio que complementa la estrategia de Archipiélago, fue el que idearon Rosa María Payá, los dos eurodiputados y el influencer Ota-Ola, de entrar a Cuba a través, por supuesto, de una aerolínea radicada en Miami que pidió permiso al régimen cubano sabiendo de antemano que no les iban a dejar. Eso también demostraría, o mejor, reforzaría, el hecho de que sencillamente se estaba tratando con una dictadura de la más vulgar ralea, inepta, irracional, y que el mundo no podía permitir más los abominables hechos que ya caracterizan a los castristas.
De ahora en adelante, se acabó -supongo, si hay decoro y buena voluntad en el mundo- el Espejismo de Cuba. Incluso para la izquierda moderada, que no deberá apoyar más, por ningún concepto, a los monstruos que conforman el castrismo.