Félix Luis Viera nos vuelve a deleitar, esta vez con una noveleta divertida que invita a la reflexión, reeditada recientemente por la editorial D´McPherson.
Aparentemente, cuenta las experiencias sexuales de un joven en la Cuba de la década de 1940. Pero, en verdad, el protagonista está inmerso en el dilema humano de la búsqueda de una pareja que lo complemente, que pueda aplacar sus necesidades carnales y espirituales, características que por ahora él ha hallado, por partes, en dos mujeres: Irene y Teresa.
Él, como bien dice el gran Amir Valle en el prólogo, “necesitaría armar su propio Frankenstein femenino uniendo las partes de las mujeres que ha amado”.
Se trata de un personaje muy singular. Está, a la vez, con dos mujeres jóvenes y bellas. Pero lo que sería motivo de orgullo para muchos hombres cubanos, éste lo toma con serenidad, y la situación lo lleva a reflexiones que le dan un toque de humor a la narración y que, en cada caso (algo muy raro entre cubanos, por lo general de carácter expansivo) él decide callar y no compartir, ni con ellas. En muchas ocasiones, tras una reflexión, su única expresión es “Ah”. Para él, los hechos ocurren con una naturalidad carente de cualquier sensación de triunfo, aun de seducción.
La novela también navega en las aguas de una incógnita universal, que el protagonista menciona cuando dice “el amor, la pasión, el sexo —no sé si son lo mismo, o nadie sabe”. Él mismo parece confundido cuando asegura: “Siempre he realizado el sexo bien como un deber o bien por necesidad; nunca por deseo”. Refiriéndose a un encuentro con Irene, afirma: “Besos así no provienen de la lujuria, sino de alguna ternura, de la entrega que mejor se aviene con el espíritu”. Y de Teresa, señala que “es muy agresiva en el acoplamiento”.
Resulta muy curioso cómo su espontánea relación pasional con Irene se transforma, al recibir la anuencia y hasta la ayuda del esposo (por conveniencias políticas), en una especie de mecánica cura de salud contra la peligrosa lujuria, como podría ser un tratamiento contra una leve enfermedad. Irene llega a decirle que están “de algún modo obligados por la vida a hacerse el sexo”.
Y como colofón, resulta insólito, inesperado, pero vitalmente lógico que dedique la frase prohibida de “Te amo” a la mujer que reúne todos los impedimentos que él mismo ha ido nombrando a lo largo de su confesión, y que hasta entonces había ocupado un segundo plano en la vida del protagonista.
En fin, Irene y Teresa es una novela con un Félix Luis Viera en plena capacidad, para disfrute de los lectores.