Agradezco a los organizadores del Premio Nacional de Literatura Independiente de Cuba ‘Gastón Baquero’, a Neo Club Ediciones, al Instituto La Rosa Blanca, al Club de Escritores Independientes de Cuba y a la fundación Vista Larga por hacer posible este milagro. Al jurado por su atinado juicio de elegir en esta IV edición del premio a dos de nuestros más sublimes escritores contemporáneos, Angel Cuadra y Rafael Almanza, y a los gestores y patrocinadores, Rafael Marrero y Miguel López Jr., que insisten con una terquedad insólita en estos tiempos al efectuar un evento como este magnífico festival de arte y literatura.
Esta noche, tengo el difícil privilegio de leerles las palabras que mi hermano Rafael Almanza debería decirnos personalmente:
Palabras de Rafael Almanza enviadas desde Cuba
Compatriotas, hermanos cubanoamericanos, hermanos estadounidenses:
Con motivo de recibir el Premio Nacional de Literatura Independiente ‘Gastón Baquero’, que me enorgullece y agradezco, mis amigos me piden hablarles de mi obra. La razón por la que no la conocen es la misma por la que me han dado el premio: soy independiente de la mentira, y eso, en mi país, tiene el precio del anonimato. Pero si miramos bien, veremos que soy un marginal también en el plano de la creación: como escritor siempre he estado contra los modos y las modas del día. La moda es la literatura ligera, para conseguir algún día una piscina en el mercado: mi obra es ambiciosa, independiente no solo de la mala política sino del mercado en general. A los dieciocho años empecé a construir El amor universal, que inicié como un poemario y ha terminado, a mis sesenta, como el intento de un libro de libros, una secuencia de literaturas basada en las posibilidades de la poesía para el conocimiento trascendental, lo que me ha llevado a imaginar diez unidades de sentido que incluyen, desde luego, la poesía, pero además la narrativa, el ensayo, la crítica literaria, la biografía, el periodismo y otros géneros paraliterarios, y cualquier actividad creativa que me permita acercarme al Amor como la realidad fundamental del ser humano, a la verdad nuestra que es idéntica al Ser de Dios por imagen y por semejanza.
Ya con estas altisonantes declaraciones comprenderán ustedes que, lejos de la moda y el modo de huir de los metarrelatos, típica de las propuestas postmodernas, o de su supresión por narrativas diabólicas y totalitarias, yo me he empeñado en el redescubrimiento, la apología y la aplicación del Gran Relato Cristiano en mi vida, y en la actualidad de mi país. Y si el modo de ganarse la piscina hoy es la escritura fácil, plástica, corriente, común y televisiva, para que sea vendible, lo mío es el ladrillo, el tinajón de la tradición, la cal del respeto y la obediencia dificilísimas a las invariantes de cuatro mil años de literatura triunfante, del espíritu y los recursos extraordinarios de la lengua castellana, única que hablo, y de la gran literatura de mi país, que tiene en Martí y en Lezama una garantía de perennidad que habrá de probarse en los siglos. Yo no desciendo de la televisión, sino que soy heredero jubiloso de ese linaje. Que no me impide estar hoy empeñado en el uso del progreso tecnológico para la creación y la difusión de la poesía: pero desde estos fundamentos y para esos propósitos. Y para acabar de poner tienda al margen, con esos timbres de nobleza no me queda más remedio que ser un autor enfático y alegre. En eso soy fiel a la vocación de alegría de mi pueblo. Nada de negaciones ni de depresiones ni de gente que se tira del quinto piso. Los de abajo en Cuba solemos ser fuertes y felices, aun cuando no hayamos podido establecer, todavía, y solo todavía, la forma de convivir que nos permita disfrutar nuestro carisma de caridad y por lo tanto de felicidad. Hay poca distancia, creo, entre el carácter afirmativo de mi obra, al que intento obedecer en cada instante, y la trompeta china del carnaval camagüeyano, que fascinara a Tom Merton, enderezando el mundo. Enderezar al mundo es el mensaje central que he recibido de mi pueblo y de mi historia en El amor universal, enderezar a mi patria y enderezarme yo mismo en dirección al Amor Universal, que nos dice que todo está bien, la vida y la muerte, el fracaso y el éxito, el pecado y la santidad, porque somos inexorablemente caridad en el Amor y Él nos tripula hacia la plenitud de su Caridad. Mi literatura sirve a esta gloria y se nutre de gloria en ella.
Ya sé que estas declaraciones son inverosímiles. Pero ustedes van a tener de inmediato la sospecha de que pudieran no ser un fraude, porque mis hermanos me van a hacer la caridad de mostrarles algo de mi obra. No mi obra, ellos defendiéndome son la prueba de que lo que digo es cierto. Más: si soy un escritor independiente de la mentira y alegre en la caridad, viviendo en un espanto totalitario, es porque ellos me han hecho sobrevivir en este espanto, década tras década, con su caridad. El poeta Carlos Sotuyo, el narrador Daniel Morales, el artista Jorge Luis Porrata, el documentalista Eliecer Jiménez, el poeta Arley Garí Daniel, y sobre todo, los brillantes profesionales, generosos con la literatura y el arte porque son hombres de sensibilidad y de justicia, el ecologista Eudel Cepero y los ingenieros Reynaldo Chinea y Antonio Domínguez, el equipo exiliado del Grupo Homagno, que tiene desde luego una pléyade en el territorio nacional, son una metáfora viva de la Caridad de la Patria. ¿Dónde se vio esta logia de hermanos, diversos, distintos, libres y dispensadores de libertad, unidos por décadas en torno a la realidad de que el mayor poeta del país, el hombre que ejerció el carisma del país hasta el punto de entregar su vida en combate por la libertad del país, José Martí, nos ha inculturado la libertad y la caridad de una manera tal que el peor de los experimentos totalitarios no puede con nuestra alma, con el espíritu de ese poeta en unos ciudadanos pacíficos e indefensos? La extensa obra que he escrito y que aún me empeño en llevar a mayor altura y mejor servicio, es solo una cita a pie de página de unos versos del Homagno que nos reúne:
Únjanse presto
Soldados del amor los hombres todos:
La tierra entera marcha a la conquista
De este rey y señor, que guarda el cielo