Tres acercamientos:
«Las demandas ya no se reducen solo a la liberación de Denis Solís, sino que van directamente contra el estado de pobreza generalizado y la falta sostenida de libertades civiles. El ácido regado en San Isidro merece leerse como la dictadura en estado líquido, descomposición que proviene del susto. El círculo de San Isidro, en la expansión de su encierro, parece dispuesto a fundar su propio país, siguiendo aquellas líneas de Botas locas, la canción de Sui Generis escrita alguna vez contra otro régimen militar: Si ellos son la patria / yo soy extranjero». Carlos Manuel Álvarez en The Washington Post
«Me pregunto por la Iglesia Católica que ha actuado en años anteriores para facilitar el destierro de presos políticos, ¿no puede mediar ya para salvar estas vidas? Espero que el hecho de que sean cubanos que quieren (y deben) seguir viviendo en Cuba no se convierta en un impedimento. Para empezar, si eres católico cubano y estás en cualquier parte de este mundo, puedes hacer algo sin correr peligro: busca a tu pastor, a tu obispo, al cardenal, al Papa, y háblales, escríbeles, tócales a la puerta, interrúmpelos por favor, para que hagan algo, para que se enteren que Cristo está preso, y está pasando hambre y sed, y se puede morir». Francis Sánchez en Facebook
«En la Cuba de hoy, San Isidro es la única voz que se escurre de la mordaza. No es una plataforma perfecta, pero tampoco se ve a nadie más tratando de igualar o elevar el listón. Casi todo el apoyo que hasta el momento ha marcado alguna diferencia proviene de fuera. Dentro de la caldera antillana los artistas e intelectuales no se han pronunciado. La gente de pedigrí y privilegios abarrota las oficinas de las aerolíneas para huir cuanto antes de esta miseria, y de paso deslindarse de cualquier compromiso cívico». Ana León en Cubanet