Según el filósofo ruso Iván Ilín, Rusia ha estado en guerra durante dos tercios de su existencia, entre los siglos XIV y XX.
El general Alexéi Kuropatkin escribió al zar Nicolás II en 1900: “En los últimos 200 años, Rusia ha estado en guerra durante 128 años y ha tenido 72 años de paz».
En ese tiempo, solo cinco de las guerras libradas por Rusia fueron de carácter defensivo, mientras 123 resultaron invasivas o imperiales.
También puede decirse que el militarismo ruso responde a una cultura de la derrota. Sus pérdidas frente a otras potencias superan con mucho a sus triunfos.
Al menos dos factores parecen explicar el elevado porciento de fracasos a lo largo de la historia militar rusa: la corrupción administrativa, un cáncer para sus ejércitos, y el alcoholismo generalizado tanto en la oficialidad como en la tropa.
Según el Institute for the Study of War, el alcohol no deja de correr entre las tropas desplazadas en Ucrania este año, «que se desesperan ante la falta de medios y la contundencia de las defensas enemigas. A menudo, desobedecen órdenes e incluso disparan a sus propios vehículos para no tener que participar en la batalla» (Guillermo Ortiz).
La Dirección de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania ha informado que los militares rusos roban repuestos de sus propios vehículos blindados para luego cambiarlos por alcohol.
En cualquier caso, la serie de derrotas sufridas por Putin en Ucrania, durante este 2022, no debiera sorprender a nadie. En términos históricos, se trata de más de lo mismo.