En un fragmento del tema al que tituló (¿premonitoriamente?) ‘El necio’, el cantautor Silvio Rodríguez revela su obsesiva aspiración, la misma que a lo largo de la historia ha seducido a tanto buen «revolucionario»: «dicen que me arrastrarán por sobre rocas, cuando la revolución se venga abajo, que machacarán mis manos y mi boca, que me arrancarán los ojos y el badajo». El referente heroico, militante, sacrificado del hombre nuevo despliega en estos versos su íntima razón de ser: ya no se trata de construir una sociedad más justa o equitativa, sino de escapar del ridículo a través del martirio.
En los países del Este, como en la desarticulada Unión Soviética, los iniciadores del cambio eligieron vías pacíficas o particularmente violentas para alcanzar su objetivo; en el caso de Cuba, al contrario de lo que algunos piensan, la transición probablemente no estará marcada por un sangriento ajuste de cuentas; Cuba es la olla de presión donde se cuecen la burla, el sarcasmo, el choteo al que Jorge Mañach dedicara su monumental estudio. Silvio, por supuesto, no será arrastrado sobre rocas, nadie le machacará las manos ni le arrancará los ojos; sospecho que en su fuero interno él lo sabe. A la caída, a la muerte natural de la imagen, de la rutina ideológica amortajada por el humor, es a lo que en verdad le temen los egotistas del régimen; muy probablemente ellos no sean objeto de linchamientos ni fusilamientos ni ejecutamientos ni arrastramientos. A ellos los ajusticiará un multitudinario y demoledor ataque de risa.
Tal vez un reguetón-parodia. Como este de Chocolate «a los Silvios, pa’que se dejen ya de susto»:
https://www.youtube.com/watch?v=NrM25odbVkY